El sujeto cibernético prepago navega por el ciberespacio de manera intermitente, relampagueante. Se conecta, a través de su móvil de recarga de paquetico, a la red de redes internet, lo cual va ajustándose de acuerdo a su presupuesto y readecuando su mente al pago de cada servicio que va necesitando en el mundo de la información. Como sujeto, se mueve en la interrupción y en la reactivación de intervalos constantes, viviendo de manera no fluida en el proceso de captación de datos para convertirlo en información, quedando atrapado en estos, sin llegar al conocimiento.
Como sujeto prepago, vive consumiendo y consumiéndose en la introducción de paqueticos a su móvil, su situación de precariado social, no le alcanza para un móvil pospago, que le permita tener un paquete de servicios estable en conectividad, mediante el pago de una renta fija.
De ahí, la vulnerabilidad en el acceso al ciberespacio, porque vive pendiente de la conexión, del saldo, la duración del paquetico que compró en el colmadón y el cual consume en un día o una semana.
La República Dominicana, tiene alrededor de 11 millones de habitantes, de los cuales, más del 60 % son sujetos cibernéticos prepagos, viviendo entre la desconexión y la conexión, entre ruido y el silencio en las redes sociales. Apenas, el 25% viven de manera permanente conectados en el ciberespacio y pueden entrar a la navegación de ese espacio virtual a la hora y el momento que lo deseen, no tienen que depender de buscar unos lugares con wifi.
Estos sujetos prepagos, en estos tiempos de pandemia, de COVID-19, son los que viven más transidos en el cibermundo. Se mueven en precariedades sociales y viven en lo más profundo de la desigualdad social, enredados en uno de los círculos del infierno de Dante, sin esperanza de lograr llegar al purgatorio, en la que se mueven los sectores medio y alto de la sociedad, los cuales, en medio de esta pandemia, no piensan en el paraíso, más bien, en no hundirse en el infierno de esta crisis social y económica.
Infierno este que tiene rostro desigualdad social, pobreza y pobreza extrema y COVID-19, y en el que se encuentran viviendo una franja de dominicanos, ante la pérdida de empleo, por la caída de las exportaciones y de las remesas de los dominicanos que viven en el exterior, así como del turismo internacional, y las redes de quiebras (resultado de la pandemia) de zonas francas, restaurantes, tiendas de ropas, cafeterías, lavanderías y otros pequeños negocios.
Estos negocios les permitían vivir y enfrentar la desigualdad social y lograr reproducirse de manera estable, sin embargo, en estos tiempos no hay refugio o un lugar donde buscar estrategia para la reproducción biológica de la vida, en cuanto alimentación.
Una parte de estos sujetos cibernéticos prepagos pueden terminar no transidos sino hipertransidos, entrando a la fila restante de la población de los dominicanos que viven en la pobreza extrema y que son los marginados, porque están en la frontera del cibermundo y el mundo, porque saben que hay un mundo cibernético de conexión y de redes sociales del ciberespacio, pero que no pueden entrar, como también saben que hay un mundo de trabajo, placer y consumo, pero que tampoco pueden disfrutar.