Estamos conscientes de que al seleccionar el título de este artículo podemos molestar a más de una sensibilidad, pedimos excusas de antemano, pero tomamos de ejemplo este infausto caso y explicaremos la razón en el transcurso de estas líneas.
El día 10 de octubre de cada año se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. Se busca concentrar la atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de algún trastorno emocional. Este año la Organización Mundial de la Salud lo dedica a la Prevención del Suicidio. Desde los servicios de salud se hace especial énfasis en identificar y tratar a la depresión por ser ésta, razón frecuente de provocar el suicidio.
A lo largo del rastro de la historia humana ninguna condición de salud ha provocado tanto menosprecio social y a la vez severa restricción de oportunidad ante la vida que padecer un trastorno mental: el estigma y la discriminación toman cuerpo y nombre propio y manifiestan toda la pobreza de la naturaleza de la sociedad cuando ésta se ve frente a una persona con un trastorno mental. El miedo del ser humano a la locura solo se compara con el temor a morir.
A modo hipotético: ¿Hubiese podido Don Antonio Guzmán alcanzar la presidencia de la República? Si se hubiera conocido que padecía un trastorno del estado del ánimo, tipo depresivo, que visitaba regularmente un psiquiatra, que usaba de manera permanente medicamentos psicofarmacológicos, que consultaba con frecuencia un psicólogo.
En términos de la atención en salud, la gran paradoja es que se le hace prácticamente imposible al trabajador de la salud mental intervenir cualquier situación sin la participación de la familia y la comunidad. De hecho, en el caso específico del suicidio y su prevención, esa alianza es fundamental: en la medida que el drama íntimo que atormenta la mente de quien lo ve como una salida a su situación de dolor se incrementa y lo acogota, y lo sigue bajando al pozo oscuro de la soledad y el silencio, los únicos que están ahí para notar esos cambios en el comportamiento y guiarle hasta un trabajador de la salud mental que pueda intervenir para yugular la situación, es la familia o los amigos y los compañeros de trabajo. En el caso del presidente Guzmán, dado que sus funciones le mantenían días fuera del medio familiar, la voz de alarma podía provenir de uno de sus asistentes más cercanos. Sin embargo, aunque se puede prevenir, el suicidio es una decisión muy personal, íntima y de la cual nadie puede ser culpable en ninguna circunstancia.
De manera contundente se puede afirmar que el suicidio se puede prevenir. Como se nota en el párrafo anterior, no hay que ser un experto en salud mental para ayudar a una persona con depresión y evitar un suicidio, solo hay que preguntar, escuchar y actuar. Al actuar, atacamos la vergüenza, rompemos el silencio y destruimos la culpa a la vez que le ponemos nombre al dolor. Esto facilita la entrada de factores de protección como la comunicación y la multiplicación de relaciones sociales.
Si reducimos el estigma y la discriminación, si se limita el consumo nocivo de alcohol, si se logran restringir los medios utilizables para suicidarse y si se promueve la información responsable por parte de los medios de comunicación, potenciamos la labor del trabajador en salud mental y así colaboramos en evitarlo.
Tenemos evidencias de celebres personajes históricos que han padecido trastornos mentales. De igual manera, hay nombres de prestigiosas figuras de las artes que a lo largo de la historia se han suicidado. En la actualidad, relevantes figuras, como forma de visibilizar la problemática y romper el cerco social, se han identificado como personas con padecimientos mentales. En el primer grupo, por citar algunos, tenemos a Isaac Newton, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Martin Luther King, John Nash; por igual los músicos clásicos Wagner, Liszt, Ravel, Schumann, Beethoven. En el segundo grupo tenemos a Van Gogh, Chaikovski, Hemingway, entre otros. En el tercero a Leonardo Dicaprio, Jim Carrey, J.K. Rowling, Brad Pitt, Beyonce, Miley Cyrus, Salma Hayek, entre muchos otros.
Los trastornos mentales alcanzan al 20 por ciento de la población local y la prevalencia de la depresión se sitúa alrededor del 4,7 por ciento. Cada año en nuestro país ocurren alrededor de 600 suicidios. Es una verdad como puño: aceptar la condición mental como una realidad a la que todos debemos abocarnos con solidario humanismo es un imperativo social.
El autor de Decano de la Facultad de Ciencia de la Salud de la Universidad Católica Santo Domingo.