La realidad, la subjetividad de mi prójimo y mi intersubjetividad.
La realidad. ¿Qué es lo real y qué es lo aparente? Lo evidente se ha constituido en uno de los problemas más complejos en la posverdad, lo muy cierto hasta el momento es que para el conocimiento de lo real, de cualquier objeto de estudio, lo que los sentidos nos dicen inmediatamente no es la verdad acerca del objeto, sino solamente la verdad sobre ciertos datos de los sentidos que por lo que podemos juzgar, dependen de las relaciones entre nosotros y el objeto. La realidad no es nunca lo que aparenta y así ha surgido el conocimiento, yendo más allá de lo aparente, leyendo los sentidos, observando la experiencia, pero no permaneciendo en las informaciones limitadas que arrojan, sino creando conocimiento a partir de lo existente e independiente de nosotros y cuyos resultados bien podrían diferir, tal vez, completamente de nuestros datos de los sentidos. Cito este preámbulo porque en la era de la posverdad y la maniquea enfermedad de polarizar ideológicamente toda la realidad compartida, viene bien recordar, que lo real necesariamente existe, que la verdad no es aparente como la posverdad y sobre todo no necesita subvención estatal ni promoción de medios de comunicación. La verdad para Schopenhauer se veía siempre atravesando tres fases: primero se le oponen violentamente, luego es ridiculizada y finalmente es aceptada como evidente, valiéndose de un único recurso natural, el tiempo.
La violencia configura el sentido central de la existencia latina y caribeña, su institucionalización en su contexto sociológico y psicológico se encuentra presente en sus tres tipologías exactas: violencia criminal, violencia política y violencia social y doméstica, lo que nos identifica como la región más violenta del mundo, solo albergamos el 9% de la población mundial, pero actualmente representamos el 34% del total de muertes violentas, según el informe de Desarrollo Humano del PNUD 2021, exhibiendo tasas de violencia mucho más altas que ningún otro país con niveles similares de desigualdad; pero también lidiamos con otras formas de violencia que no llegan a ser letales, como la violencia sexual, los robos, el abuso policial y la trata de personas. Ese es el presente de nuestra región, se “educa” para la supervivencia del más ‘tiguere’ de la sabana, el que a su paso violento sobrevive cobrando la dignidad de otros cuando decide instrumentalizar las relaciones humanas, para la consecución de sus objetivos particulares y en el peor de los casos, la vida.
La violencia es pasado colonial hecho presente, eternizado y normalizado en el “Progreso” del sálvese quien pueda del siglo XXI, como lo establece el historiador José García Hamilton, desde tiempos coloniales en América imperó la barbarie y la violencia. Junto a Juan B. Terán coincide que el sello distintivo que caracterizó la organización social, política y económica de la región desde su proceso de colonización, fue la violencia y la inestabilidad, su leitmotiv y sentido, cuando el español llega a nuestro continente inmediatamente se “tropicaliza”, en América los españoles liberaron sus más bajas pasiones, al verse en un territorio carente de las trabas sociales que los siglos de convivencia habían creado en Europa, la distancia de los centros de poder y autoridad, la juventud y la falta de mujeres y de familia, configuró un escenario idóneo para dar rienda sueltas al carácter moral ya degradado de los conquistadores, crearon su más vivo reflejo interior en la región, ansía de rapiña, codicia y el espíritu de exterminio, sangre y violencia que se evidenciaron en la época colonial, el Virrey Toledo ya empleaba el término “españoles barbarizados” durante su mandato en Lima, pues otro calificativo no merecía tan deleznable comportamiento; los frailes misioneros dominicos también denunciaban la influencia negativa de los conquistadores con su comportamiento bárbaro contra su objetivo de conversión de los indios, denunciando el agravio como una de las mayores persecuciones a su fe, sentenciando que: “mientras nosotros adoctrinamos, ellos matan”.
La subjetividad de mi prójimo. Si no consideramos a las personas piezas muertas sin capacidad de agencia, cosas para instrumentalizar, o enemigos como lo es cualquier ser humano que piensa para el político, entendemos que los datos objetivos son solo una parte de la historia y que lo realmente importante desde cualquier ámbito de estudio es hacer del conocimiento un medio para hacer del mundo un lugar mejor en el que la subjetividad del prójimo, su percepción, también constituya conocimiento importante, ¿cómo perciben una realidad que se les revela imponente y ante la que ellos se confiesan impotentes, frustrados, desconfiados y cubiertos por un manto de injusticia generalizada?, ¿Qué piensa la gente al verse en una doble trampa de alta desigualdad estructural y baja productividad?
La gente es muy consciente de lo desigual que es la región, no solo se sienten frustrados ante la injusticia que se sirve a la orden del día, sino también en cada proceso social, en particular por la enorme influencia política de unos pocos todopoderosos. Existe un acuerdo abrumador de un 77% de la población latinoamericana, 63% en República Dominicana, de que sus países son gobernados en interés de unos pocos grupos poderosos y no a favor del “bien común” como reza el discurso manilo que caracteriza al político, pomposo, pero inútil a los fines de la realidad. Lo que piensa la gente es importante, porque sus percepciones orientan sus posturas políticas, preferencias y opciones de adaptación; cuando los niveles de injusticia, desigualdad e improductividad son tan elevados que impiden el libre desarrollo de la personalidad, económico y social, las personas tienden a desanimarse, frustrarse y buscar atajos para salirse del contrato social excluyente que se les impone.
Todo ser humano construye sus aspiraciones alrededor del universo de posibilidades que se le presentan, lo que uno puede imaginar y el futuro que parece más alcanzable, a través del esfuerzo que voluntariamente decidimos hacer, la familia, las tendencias de la sociedad, la política y las políticas públicas que se desprenden de esta, así modela la gente su vida consciente o inconscientemente. Por lo que en el Subdesarrollo el subempleo y la violencia constituyen las opciones claves en el universo de posibilidades, lo que a su vez configura el estilo de vida y la mentalidad colectiva, lo que podemos imaginar en la sociedad del consumo y la información es inmenso, pero siempre dicha imaginación presentará pretensiones superiores a las opciones claves del universo de lo posible y ante ella confesarse frustrada por lo inalcanzable, y el futuro más alcanzable en una sociedad violenta que desaprovecha al capital humano productivo relegándolo al empleo vulnerable sin protección social, condiciones y remuneración digna, sin seguridad jurídica ni ciudadana, presión tributaria que recae sobre los hombros de quienes no cuenta con el favor del burócrata ocioso y corrupto, solo ofrece supervivencia o muerte a los socialmente excluidos.
Mi intersubjetividad. En la Antigua Grecia, una sociedad a la que debemos el legado del conocimiento en diversas materias y una herencia cultural de las más ricas y polifacéticas de la historia, la virtud consistía en el conocimiento, para nuestros grandes pensadores, el conocimiento nos haría justos y virtuosos, por lo que, para ellos era inconcebible dejar de hacer lo justo una vez se le conoce, por tanto su misión consistiría en enseñarnos la virtud verdadera y con tan elevado pensamiento nos legaron todo el conocimiento del que hoy hacemos gala, el que se supone debe hacernos cada vez más humanos y más justos, entonces nosotros no podemos aceptar menos de lo que merecemos, al Nuevo Mundo le asiste una misión no menos demandante, crear belleza de este caos organizado. La belleza en la Antigua Grecia consistía en la armonía entre la verdad que enrostra la aritmética y las formas, el conocimiento de lo existente y las ideas, crear una divina proporción partiendo del conocimiento de lo singular para llegar a lo universal, de lo existente en el Subdesarrollo y mentes que necesariamente deben desmarcarse de la normativa de la mediocridad para desarrollar en su interior una fortaleza espiritual que les permita afrontar con entereza, valentía, creatividad y nobleza para estudiar un mundo hostil, violento y autoritario, que en el fondo está derrotado desde sus inicios, luce ya cansado y cuanto más violento se presente más incapaz y más impotente se revela.