“Nacimos para ser felices.”
Propongo esta afirmación como un elemento clave para profundizar en un proceso de reprogramación neurolingüística. Creer y afirmar, construir, para lograr la felicidad, implica desearla, sentirla, aprender sobre cómo pensar a tono con esta afirmación. Y un componente clave es la autoestima, el cuidar de nuestra salud, el hacer ejercicios, sentir bien con la empatía y en armonía con los demás; lejos de juicios y prejuicios.
Programarnos en la creencia de que nacimos para ser feliz, que merecemos respeto, cariño, y consideración, son afirmaciones que pueden iluminar nuestras vidas si las vamos haciendo conscientemente. E Igual sentir que tienen el mismo derecho las demás personas.
La felicidad es una actitud, un sentimiento, que llena muchas páginas de tratados, sobre todo en la metafísica, en la psicología, la espiritualidad, en las religiones, la filosofía, la ética, las teorías sobre el desarrollo, la salud, el bienestar, el cambio social, en la sociología, la política, ¡en fin!, la felicidad es un tema consustancial a la condición, situación, aspiración humana, en lo individual y en lo colectivo.
Cuando leo, y en la lectura sale algo sobre este tema suelo estar atenta para captar las diferentes definiciones que se le dan a la felicidad.
Una de las definiciones más sencilla y que para mí dice mucho es la que leí del terapeuta argentino Jorge Bacay: “La felicidad es la serenidad.”
Por su parte, para Anthony de Mello, la felicidad es una realidad cuando somos capaces de soltar las expectativas, las ilusiones, el depender de la aprobación de los otros, y descansar en nuestra autorrealización, en el experimentar estados de satisfacción a través de nuestros logros, de nuestro sentir internamente.
En la medida que nos aferramos al estatus, a bienes, a la fama, a la vanagloria, a la vanidad, a ser aprobados, a querer “ser queridos por otras personas de una manera especial”, vamos renunciando a un estadio de autosatisfacción, de autonomía, y nos puede ir ganando la ansiedad, la neurosis; podemos permitir el control, la dominación, con una respectiva pérdida de la autenticidad y la profunda satisfacción de depender básicamente de nosotras/os, lo cual sí podemos controlar.
El desapego, la renuncia, a lo que deseamos controlar, son elementos claves en lo que es la felicidad. Si “soltamos” eso que nos genera ansiedad, ese deseo de dominio, de control, habremos ido venciendo el estadio de la infelicidad, lo cual requiere un poco de valentía. De manera sencilla quiere decir que algunas veces “soltar” es “perder”, y ganar paz.
Cuando queremos “todo” en situaciones de conflicto, cuando no somos capaces de reconocer que nos hemos equivocado e insistimos en aferrarnos a relaciones, bienes, estatus, a ser bien valorados, cuando esto no es posible, es perder la serenidad.
Finalmente, para el año 1983, leí en un pequeño librito de Paul Clement Jagot llamado El Poder de la voluntad que una frase importante para una reprogramación neurolingüística sería alimentar el pensamiento de manera constante con la afirmación: “Deseo mantener un estado de ánimo tranquilo sin importar las circunstancias.”