En las elecciones del 1962 voté por Juan Bosch en la boleta de Vanguardia Revolucionaria Dominicana, que dirigía Horacio J. Hornes Coiscou.
Aunque no llegué a militar oficialmente me identifiqué con este partido cuando su presidente definió su postura a favor del “socialismo europeo”, distante de la izquierda por favorecer el sistema democrático, y distante de la derecha por favorecer un sistema de bienestar general, y no solo para los que pueden pagar.
Los muchachos del barrio Miramar, en San Pedro de Macorís, estaban divididos. Unos se inclinaban por el 1J4, de Manolo Tavárez Justo, y otros por Unión Cívica Nacional (UCN), de Viriato Fiallo. Recuerdo al final la salida del 1j4: “!LA CONSIGNA NACIONAL, EN DICIEMBRE NO VOTAR”, y hubo que decidir entre Bosch y Viriato. Viriato me parecía un hombre de “sangre azul”, representante de la oligarquía, y Bosch era lo que hoy se llamaría un populista. Voté por él, no solo en contra de Viriato, sino a favor del “socialismo europeo” de Vanguardia Revolucionaria Dominicana.
Hoy, 58 años después de aquella primera participación electoral, estoy más convencido que nunca de la superioridad del “socialismo europeo”.
Aunque siempre mantuve mi posición de centro izquierda tuve momentos de acercamiento con la izquierda revolucionaria, y en 1963 casi fui convencido por Adolfito Pérez a integrarme a las guerrillas del Este, lo que no hice por diferencias ideológicas, y en 1971 quise ir a cortar caña a Cuba, desde España, respondiendo a la invitación de Fidel para la zafra aquella de los 10 millones de toneladas, tras el bloqueo de los Estados Unidos. Cuando Peña Gómez afilió el PRD a la internacional socialista me sentí complacido, y mucho más cuando tuve la oportunidad de acompañarle en aquella primera visita a Cuba creo que en 1995. Ahí pude ver a Fidel cara a cara, estrechar sus manos, y apreciar su calidad humana, pero, al mismo tiempo me di cuenta de la superioridad del socialismo democrático que propugnaba Peña.
Hoy, 58 años después de aquella primera participación electoral, estoy más convencido que nunca de la superioridad del “socialismo europeo”. Hoy, después de la dictadura del proletariado y del Muro de Berlin, sigo siendo socialista de centro izquierda. Hoy, ante la nueva izquierda, no marxista sino posmodernista [ideología de género + agenda LGBT + ultra feminismo], sigo soñando con el “socialismo europeo”, por los pobres, y -al mismo tiempo- por la familia nuclear. Ese “socialismo europeo” logró el mayor desarrollo social que jamás se haya logrado en toda la historia de la humanidad, y lo hizo democráticamente, y con respeto a los derechos humanos.
Lo confieso abiertamente: ¡soy partidario del modelo promovido en Europa, en el siglo pasado, por los socialdemócratas y los socialcristianos!