La gente aspira a tener información valedera en todo momento. Y es lo que ocurre con las redes sociales, pero hay que tener en cuenta que la gente publica lo que quiere, no lo que el otro quiere o espera. Por ejemplo, tenemos a Twitter: pocos tuits serán enviados, o “maquinados” por segundas personas. Sin embargo, tenemos a personas que les manejan las cuentas a otras.
Hay cierta libertad de posteo que nos parece axiomática de ciertas redes. En términos de lo que se publica tenemos que tener cuidado: surge el fenómeno real de las fakes news. No podemos negar que hay temporadas en que estas están más en el ambiente que en otras. Muchas se desatan basadas en noticias reales. Una persona en un restaurant vive la experiencia –esto es hipotético–, de un asalto en ese mismo lugar. El fake news será que se diga que una persona de camiseta blanca ha sido la que ha llevado el arma y las carteras.
La persona en el restaurant conoce a un periodista y lo llama para que diga lo que ha ocurrido: el asalto, nada que ver con una persona de camiseta blanca. Hay una mala intención en algunos fakes news. Algunas celebridades –y otras que no lo son–, pueden verse notoriamente molestadas con noticias que dicen que hacen lo que no están haciendo, digamos en una playa de California.
Recién pude ver en Google Earth –programa con el que tienes todas las fotos de todas las calles del mundo–, un barrio en California, Manhattan Beach, bastante lindo. Uno sabe que en este caso, la tecnología no puede ser burlada. Algunos creen que todo sistema puede ser burlado, pero la temática –fotografías y archivos–, es bastante segura. Se trata de fotografías –tomadas con una cámara circular–, de todas las calles del mundo (hago énfasis en esta aplicación porque no puedo creer que a esta altura haya gente que no la conozca).
Porque en “el mundo de las fotos” se ve de todo: podemos decir que si un paparazzi le toma una foto a una celebridad y la lanza al cibersespacio, si la foto demuestra ser real, entonces los internautas podrán sentirse satisfechos. En caso de que el agente de la persona –o el mismo, sabemos que algunos manejan sus cosas–, digan que no es real, que es fake, entonces el camino será otro. Todos conocemos que ciertas fotos, vendidas a ciertos medios, pueden valer una fortuna, al menos afuera. El comportamiento de la gente en determinados momentos se convierte en noticia candente.
Tomemos el caso del temblor del lunes: fue cierto que mucha gente salió de los edificios donde se encontraba. Este sismo fue inmediatamente detectado por el sismógrafo que tenemos. Nos dio en la escala de Richter, el número –la cifra, el valor–, de 4.5, que consideramos bastante importante. Sentí el temblor en un edificio, y en una foto publicada por los medios se veía a gente que había salido a la calle. Tenemos que estar claros: cada día se nos dice que tendremos un evento sísmico mayor.
Lo que ocurrió en Haití es una muestra de que la isla de Santo Domingo tiene una importante falla que conserva energía. Sin ser especialistas en sismología, podemos entender la preocupación de la gente ante un fenómeno que no puede ser previsto, pronosticado. Alguno me dirá que se intenta saber eso, pero no hay la tecnología para detectar que un sismo –que tuvo 90 kilómetros de profundidad–, vaya a ocurrir en tal día y a tal hora.
Pensar que podemos penetrar a 90 kilómetros y ver lo que hay allí es otra película. Pero con el terremoto haitiano también hay que decir que los dominicanos lo sentimos. De modo que hay que imaginarse la fuerza que tuvo en la vecina nación. La gente sabe que debe poner en práctica algunas recomendaciones en el momento en que sienta un sismo, pero no pasamos de ahí.
Es de entender que con las redes sociales haya corrido la noticia del temblor del lunes. Es cierto que en los grupos de WhatsApp también estos fueron usados para transmitir la noticia. En el caso de Sam, al parecer es una tormenta que ha escalado hacia cuatro y ha vuelto a tres. Es una buena noticia porque lo menos que queremos es tener que enfrentar un ciclón en este momento. No salimos de la pandemia y no queremos damnificados y gente arrastrada por las olas de los ríos. Algunos ríos tienen un caudal –en tormenta– tan importante que se lleva de encuentro a las personas. Todo ciudadano con un celular, como pasó con la anterior tormenta en la que se transmitieron las fotos, se convierte en un espía y en un testigo.
De modo que en relación a las fakes news y los eventos de la naturaleza hay que tener cuidado. Hace unos años hubo un fake news que atacó a la población dominicana: se nos dijo que venía un maremoto. Una cantidad importante de personas –hasta tapones se hicieron– fue a los lugares más altos de la ciudad, escandalizados por la posibilidad de que un maremoto entrara en Santo Domingo, como ocurrió en Indonesia, todo el mundo lo recuerda.
Por esta razón es que podemos decir que el dominicano tiene una alta carga de pensamiento mágico a cuestas. Nos preocupamos de la pandemia y esto nos ayudó a irnos a vacunar, pero hay que tener cuidado con la desinformación. Ahora, como dijimos más arriba, las redes sociales han cambiado la manera en que nos comunicamos. Se han añadido otras, y la gente quiere saber en todo momento cualquier noticia que afecte al conglomerado social. Nótese que el asunto del maremoto se dio en una época en la que no se hablaba de fake news. Hace más de 10 años y lo recordamos como si fuera hoy.
En el esquema político no será extraño que los candidatos se asesoren para que sus fotos sean mercadeadas y no solo sus fotos: sus creencias, sus posturas y sus declaraciones que cada vez las vemos más altisonantes, para estar a tono con la modernidad. El ciudadano común espera que se haga un buen uso de ellas y de vez en cuando manda algún mensaje, mientras otros contestan a alguna influencer, algo también salido de tono.
Saludamos la transparencia de algunos y también saludamos que algunos organismos tengan una apertura fundamental para el uso de las redes. En el caso del sismo del lunes, la gente estuvo atenta a las réplicas, las que no sentimos. En el caso de los huracanes, la población está por esta época siempre al tanto de lo que opinen los organismos competentes.