El síndrome de Hybris genera un ego desmedido, un desprecio hacia las opiniones de los demás, una falsa conciencia que le hace creer a los personajes protagonistas de los procesos sociales que son elegidos por el destino. La historia dominicana es una galería de dictadores tomados por la embriaguez del poder, y no nos resulta difícil hacernos una idea de lo que es el síndrome de Hybris. Más difícil es, sin embargo, detectarlo en un escenario en el cual los mecanismos formales de la democracia “funcionan”. Casi todos los gobernantes dominicanos caen en Hybris, en la constitución de 1844 se colaba ya la desmesura del poder presidencial, y es tan larga nuestra tradición autoritaria que si quisiéramos encontrar una alegoría apropiada en la cual encarnar las obstinadas, contumaces y reiteradas realidades sociales que hemos vivido, aún la Hybris como categoría sería poca cosa, al lado de detentadores patológicos del poder como Ulises Heureaux, Báez, Trujillo, Balaguer y Leonel.
Ciento setenta y un años de Republica mediatizada, dejan apenas quince o veinte años de ejercicio de la democracia efectiva. La legibilidad de la historia nos dice con toda claridad que somos un territorio domesticado para el ejercicio del poder despótico, y es por ello que, rápidamente, quienes se encaraman en la Presidencia se creen dioses venerados. Las características del poder despótico variaron después de los gobiernos de Joaquín Balaguer. No hay presos políticos, ni asesinatos vinculados a la gestión de estado; pero sobrevino una modalidad de dominio institucional a prueba de imprevisto. Todo el panóptico del poder bajo el dominio de un solo partido. El PLD no sabe competir en igualdad de condiciones, además del presupuesto público gobierna todos los mecanismos de manipulación social; y el escrutinio electoral es solo una formalidad de la legitimación, contando con tribunales que no ofrecen un mínimo de confianza, sin el cual la diafanidad del voto es poco menos que inconcebible. De hecho, es una dictadura virtual, y las elecciones bajo esas condiciones, una caricatura miserable.
Por eso, Danilo Medina fue tan propicio al síndrome de Hybris. Después de los años setenta del siglo pasado, tras los estudios de David Owen y Jonathan Davidson, resultaba fácil acopiar esos síntomas. Manuel Franco, un psiquiatra español, lo describe así: “ Una persona más o menos normal de repente alcanza el poder. Internamente tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le facilitan y reconocen su valía. (…). Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe halagos de todo tipo. Esta es la primera fase. Pronto da un paso más y entra en la ideación megalomaníaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible”. Un poco es lo que le ocurrió a Hipólito Mejía, quien también cayó en Hybris. Pero ahora, los que elogiaban como un acto de humildad las “visitas sorpresas”, entenderán que no eran más que una mascarada para avalar, consolar, y adular el yo virtual del propio gobernante. Como un Dios descendido de otro universo llega para resolver a los pobres todas sus miserias. Usando abusivamente el poder, a imagen y semejanza de cómo le hicieron a él, descuajeringó sin piedad a Leonel Fernández. Y es la más perversa broma ritual de la unanimidad (PLD,PRD, PR), intentando borrar el carácter enceguecido y retrógrado de toda reelección en una historia como la dominicana llena de farsantes que han vendido en papel satinado sus ambiciones desmedidas. Es un hombre enteramente tomado por el síndrome de Hybris, y se cree un redentor.
La reelección de Danilo Medina no es más que un espectáculo pornográfico, un modelo completo de arrogancia vulgar: no hay allí más que la descarada desnudez de un narcisismo que es la conciencia de su poder. Como si el PLD estuviera solo en el mundo, paralizado por la visión manifiesta de su vanidad. Y es tan solo un capítulo. Un año antes del 2020 volverán los áulicos lambones a ponderar “lo bien que lo está haciendo”, y pedirán modificar el transitorio, y a proclamar al “insustituible”. Es más, dadas las abusivas ventajas con que cuentan ahora, están trabajando para eso. ¡La Hybris, la arrogancia en acto!
Guarden estos dos artículos. Los volveremos a leer en el 2020.