…¿de los inocentes?(*) Me lo pregunto. No se si son culpables o inocentes. En todo caso ¿de qué? Yo no dispongo de la verdad absoluta; apenas soy dueña de una que otra mentira, de esas que ya no sirven ni para engañar. Tampoco tengo la soberbia de juzgar y establecer responsabilidades. Sin embargo, no menos cierto es que hay investiduras cuyo significado para la sociedad vienen dadas con un compromiso. Siendo así, callar o decir algo respecto de lo que ocurra en esa sociedad, ya implica alguna culpa; más aún cuando si por palabras necias o exceso de silencios, la sociedad parece a punto de estallar. ¡Y sí! Si callan, se convierten en culpables de lo que sucede y de lo que esté por ocurrir..

Con tristeza, observo que estoy rodeada de muchas islas flotando dentro de nuestro territorio. Cada una de ellas viviendo en su propia atmosfera. Ellas solas se aturden; las islas de mi país están habitadas por criaturas "aburbujadas". Qué más da si existe esa palabra o no; es justo así lo que veo, lo que siento.

Y de inmediato me llega a la mente el Coliseo Romano, otrora escenario de las más cruentas y entretenidas luchas ofrecidas al pueblo. Y que triste me resulta que estas dos palabras vayan una seguida de la otra, pero es así. Hay un grupo batallando en la arena; también hay algunos a quienes miran en forma rara, les señalan por defender ideas que no pueden ni deberían ser defendidas; esta gente es obstinada y se ha convertido en un problema. ¡¿A quién carajo les importa lo que ellos defienden?! ¡Pero no!.. no los elimines aún -dirán allá, a lo lejos, los que visten blanco y dorado, bajo la sombra del más caro lino-, ¡dejadlos un rato más! Pensarán, sin reparar en el olor a herida y rojo sangre que se cierne sobre la arena.

¿Por qué no dicen algo? ¿Por qué nadie hace se pronuncia? Acaso, ¿no es su asunto? Acaso, ¿la nación no es de todos? Veo en las gradas, y más allá, a las islas flotando. Flotan, todas flotan, protegidas unas de otras. Aunque de cuando en vez y de vez en cuando, parece cruzar una criatura de una burbuja a otra. Apenas miran lo que ocurre abajo, y cuando lo hacen, vociferan y escupen maldiciones, amenazas, desahogos estériles e hirientes.

Los señores y las señoras cubiertas por la sombra "enlinada", llevan sus manos a la boca, simulan asombro, asco, abren sus ojos, haciendo que sus huecos ausentes de valor alguno, luzcan espantados. Otros se excusan en la soberbia para ignorarlo todo. Hay incluso quien da la espalda con un amague de vómito. Pero ninguno de ellos suspende el espectáculo. Se desentienden. No es nuestro asunto ¿pensarán?

El acto solo puede suspenderse cuando ya no hay más sangre qué verter. Aunque podría pasar que las burbujas reventasen, y gritando reclamen a una sola voz: ¡ya! ¡Basta de tanto absurdo, basta! ¡Si estas criaturas despertaran! ¡Si hicieran suya la defensa de esta realidad que destroza!, tanta no seria la sangre sobre el suelo. El rencor y el miedo cederían un poco. Si al menos a ellos les importara un poco. Si apenas…

Y solo me queda ofrecer estas letras, sentidas hace años, y que lamento mantengan vigencia. Para los enfermos de indiferencia, el más cruel de los males humanos y por tanto sociales:

"Cuando la memoria nos arrope, cuando la noche llegue a los ojos de cada uno… ahí, ahí moriremos. ¡Todos!, sin falta. La angustia morderá nuestros huesos y, echando la vista atrás, nos daremos cuenta de la miseria que dejamos como herencia."

(*) En alusión a la famosa película estadounidense: El Silencio de los Inocentes.