El nombramiento del cardenal Langlois tuvo lugar el 12 de enero, fecha que recuerda el terremoto del  12 de enero de 2010. El obispo de Les Cayes tuvo razón cuando confesó que su elección es una respuesta del Papa para testimoniar su atención a la Iglesia haitiana y añadir alegría a la tristeza de Haití. Para dar razón de vivir y esperanza, algunos eventos como la elección del escritor haitiano, Dany Laferrière, a la Academia Francesa y la designación de un cardenal en Haití son como una fuente de agua viva que brota en medio de un desierto. Cuando estos hechos son de índole religiosa, pueden cobrar mayor importancia, dado el lugar que ocupa la religión en el corazón de los haitianos. Aparte de las iglesias que pululan,  por doquier en Haití se leen palabras o se erigen símbolos que hacen referencia a lo religioso, sean versículos bíblicos escritos en la entrada de las casas  o las tiendas, imágenes de Jesús o de los santos que decoran los carros y autobuses públicos, o dibujos del vudú  trazados en las intersecciones de calles o en cualquier otro lugar. Para comprender el alcance de la elección de Monseñor Langlois como primer cardenal de Haití, se debe colocar el evento en este contexto.

Otros dos aspectos no menos importantes del evento son de carácter político y diplomático. Desde el punto de vista político, el cardenal, con el apoyo de otros obispos, podría constituir una barrera a los abusos y excesos de los políticos. En América Latina, la mayoría de los cardenales han desempeñado este papel. El Papa Francisco solía denunciar a los Kirchner por su mal gobierno, cuando era cardenal en Argentina. Desde el punto de vista diplomático, el cardenal, siendo un colaborador cercano al Papa y miembro de la más alta esfera de la jerarquía de la Iglesia, estará participando con mucha frecuencia en reuniones en Roma. Así, podrá llevar a estos encuentros las aspiraciones del pueblo haitiano y especialmente las de los cristianos católicos, lo que hará que el Papa sea mejor informado de lo que está pasando en Haití.

En un artículo que publiqué sobre el Papa pocos días después de su elección, por su nombre en honor a San Francisco de Asís, su trabajo en  Argentina y su formación jesuita, intuía que, con su presencia, un nuevo espíritu iba a soplar en la Iglesia. Y tenía razón,  pues en su Exhortación Apostólica  "Evangelii Gaudium ", publicado en noviembre pasado, el Pontífice invitó a  una nueva etapa de evangelización  marcada por la alegría y a abrir  caminos para el peregrinar de la Iglesia en los próximos años. En el contexto haitiano, ¿cómo se encarnará esta  nueva etapa de evangelización? ¿Cuáles son estos caminos para el peregrinar de la Iglesia en los próximos años? El Cardenal Ganglios tendrá que ser la punta de lanza de esta nueva orientación de la Iglesia universal en Haití.

Antes que todo, queremos dar a conocer la importancia de este evento en la historia de la Iglesia católica en Haití. Después de Francia en 1825 en las condiciones que se conocen, e Inglaterra un año más tarde, el Vaticano fue uno de los primeros Estados en reconocer la independencia de Haití en 1860, dos años antes que los Estados Unidos en 1862. El Concordato de 1860 firmado entre el gobierno de Geffrard y la Santa Sede entreabre une puerta a Haití para entrar el concierto de las Naciones del cual fue excluido por la triple dimensión antiesclavista, anticolonialista y antirracista de su independencia.

Con este pacto, la Iglesia se ha convertido en la religión oficial del país y ha implementado en Haití una misión evangelizadora, cultural, administrativa y política en beneficio del pueblo, pero sin dejar de lado los momentos oscuros de las cruzadas contra el vudú. Desde el punto de vista administrativo, la presencia de la Iglesia ha sustituido la falta de estructuras estatales. Los misioneros franceses que llegaron al país se encargaron de la educación y, en gran medida, de la salud. En esta óptica, construyeron muchas escuelas y hospitales.

Sin embargo, el clero católico en Haití estuvo compuesto en su gran mayoría  por sacerdotes franceses. Los Padres haitianos ni llegaron a cien y se tuvo que esperar hasta 1953 para que Rémy Augustin fuera  el primer obispo haitiano.

Duvalier denunció esta situación como injusta y, desde el poder, procedió a la indigenización de del clero, promocionando la ordenación de sacerdotes nacionales. Pero, el dictador no pudo aliar a los sacerdotes a su causa como quería, sino que éstos últimos, electrizados por el grito de Juan Pablo II de que "las cosas tienen que cambiar" en Haití,  combatieron a Baby Doc hasta su derrocamiento el 7 de febrero de 1986.

Así pues,  la creación del cardenal de Haití por el Papa Francisco puede considerarse como la culminación del proceso de indigenización, pues el  cardenalato, después del papado que está reservado al obispo de Roma, es el más alto nivel al que puede acceder a un ministro de la Iglesia. Dicho esto, su Eminencia Langlois habrá de trabajar para una mejor inculturación de la Iglesia en Haití, tal como lo  recomienda el Concilio Vaticano II. En esta perspectiva, se espera que el cardenal tenga a la formación del clero, entre sus prioridades, de modo que los pastores entiendan mejor la historia y la antropología haitianas con miras a una evangelización más adaptada a la vivencia de los fieles. Esta mejora en la formación de los ministros de la Iglesia les permitirá contribuir a la resolución de los recurrentes conflictos que estamos presenciando, los cuales dificultan cada vez más que se fragüe  una voluntad común para el proyecto de Nación en Haití.