”Antes, la hacienda de los particulares nutría el tesoro público, faltando la virtud, se convierte el tesoro público en patrimonio de particulares.  La República es una ruina y su fuerza nada más que el poder de algunos ciudadanos y la permisividad de todos”.  – Charles-Louis de Secondat– Barón de Montesquieu

El peligro hoy, es más grande que nunca.  La instauración de un sistema político que parecería ser una democracia y no lo es; la grande y creciente deuda pública; el pobre manejo de las finanzas nacionales; la carencia de una dirección enérgica en la conducción de los destinos del país;  la torpe relación diplomática con nuestro país vecino; y los problemas de corrupción y de la justicia, ya tratado en una primera entrega, han logrado,  sin ambages crear una desconfianza y una frustración en nuestro pueblo que empieza a tener ribetes de carácter nacional, socavando la base moral de nuestra sociedad.  La confluencia de todos estos temas resulta sumamente peligroso para la estabilidad de la nación y los que están al frente del gobierno lucen que no se han dado cuenta.

Los líderes del partido oficialista parece que han concebido el Estado y también la política, como un asunto de dominación y esto es precisamente lo que está sucediendo, dominación sobre todos los grupos sociales y sobre todos los estamentos de poder. Y de paso eliminando todo lo que pueda adversarlos.  Han logrado y quieren mantener una absurda concentración de poder, que por un lado los proteja, cual fortín inexpugnable, pero por el otro los acusa con vehemencia de todo lo que sucede en el país, a ellos y únicamente a ellos.

La democracia, para que sea un verdadero canal para el desarrollo, además de tener un gobierno elegido por el pueblo, debe tener una oposición que asuma su papel con determinación y entereza. Los partidos políticos de oposición, en la oposición, son también herramientas visibles de la democracia y del desarrollo.   En el país, parece que se ha aplicado el famoso lema “dictadura con apoyo popular”, que no es más que una falacia de razonamiento común, puesto que no hay tal apoyo popular espontáneo, sino más bien un uso indiscriminado e irresponsable de los recursos públicos o del pueblo, que es lo único que tiene de popular, su nombre… del pueblo.

Estos manejos políticos resultan muy cuestionables.  Parece que ellos no saben que la necesidad es el fondo de la política. Si, la necesidad de que al hombre se le brinden mayores oportunidades para que con su esfuerzo y superación puedan llevar una vida con decoro, contribuyendo además, al desarrollo de sus propias comunidades.

“No niego los derechos de la democracia, pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos, mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo y la soberbia”. -Henri-Frederich Amiel-

En este tipo de sistema político  el pueblo elige libremente a quienes los habrá de gobernar.  Pero no puede ser libremente en apariencias, sino real, donde no exista el factor dinero para comprar conciencias a un pueblo sumido en la más vergonzosa pobreza, lleno de necesidades apremiantes.  Lo que han debido hacer es ganarse el voto de la gente en base a ejecuciones presupuestarias que mejoren las condiciones de vida de todos.  Por el contrario, le han hecho creer a la población que su bienestar depende grandemente de sus “asistencias sociales”, logrando con esto desvanecer en ella,  toda fuerza generadora de autonomía que los llevaría por senderos de progresos individuales y colectivos.  Pero es peor aún, pues esas “ayudas” están mayormente destinadas a aquellos que los puedan favorecer en las elecciones.

Esta degradación del hombre a los niveles más pestilentes resulta verdaderamente asqueante.  Se puede notar, que no hay sensibilidad social alguna, sino más bien un practicismo mercantilista de la peor corriente, donde la mercancía es el hombre o su conciencia y el sistema el clientelismo.   Los practicistas presentan y hacen cosas sin mostrar la verdadera carga ideológica o el  trasfondo de lo que realmente buscan y en este caso, lo que buscan es la dominación permanente y mantenerse en el poder.

De seguro que esta no es la sociedad a la que queremos pertener, por lo menos no para una gran parte de la población.  Y ciertamente, no solo se trata de mantener la existencia legitima de nuestra propia sociedad, sino la conformación de una más humana, donde el hombre y su dignidad sean el enfoque  principal en el diseño de toda política pública.   El mundo que conciben los que detentan el poder en el país, es un mundo injusto  y lleno de crueldad y cobardía, en el que el desarrollo humano está supeditado a sus proyectos de permanencia para satisfacer sus apetencias particulares con todas sus miserias.

Preocupa mucho, cuando nos enteramos por los medios de comunicación, de los casos de corrupción que no son sometido a la justicia verdadera, de los crímenes que se cometen contra la sociedad, la falta de agua potable en los barrios y en las comunidades de interior, las muertes en los hospitales públicos por negligencias o falta de recursos, el caos en el tránsito, o por los bajos salarios de los que deben velar por todo esto. Pero, la preocupación se acrecienta cuando nos damos cuenta que de la realidad solo nos llegan fragmentos, pues la informaciones recibidas son únicamente del momento y centradas únicamente en el hecho en sí, sin detenernos a pensar en la trascendencia e implicaciones que tienen esos hechos en el devenir de la historia en todos los órdenes.  El solo pensarlo le crearía a la sociedad un estado de  inmensa tristeza general.

  “Normalmente, cuando las personas están tristes no hacen nada. Pero cuando esa tristeza se convierte en indignación, son capaces de hacer cambiar las cosas”.   -Malcom X-

La verdad, la horrible y desafiante verdad, no obstante todos sus adornos y sofismas, es esta: nuestros pobres están sumidos en la más angustiante carestía de las necesidades básicas, como son: salud, alimentación, protección, agua potable y demás.  El 40% de nuestros conciudadanos viven actualmente inmersos en una insoportable pobreza, donde no obstante el crecimiento económico logrado en los últimos años, un porcentaje mínimo de ellos han podido salir de ese hoyo inmenso y obscuro que los mantiene en la marginalidad absoluta.

La Economía, lo que estudia es el uso o más bien la asignación de recursos escasos, de la mejor manera posible para lograr crear riquezas y un mayor bienestar para el pueblo.  Por eso se considera una ciencia social, porque trata del bienestar colectivo, logrando también una mayor felicidad para toda la población  Pero el uso de esos recursos escasos, se orientan hoy, a fines que no han de lograr esos nobles propósitos.

Las actividades económicas, deben ser reorientadas y permitirse que cada vez más, el sector privado, visto de la manera más amplia, tenga más libertad y mayor apoyo del gobierno para la creación de riquezas y con esto logre tener una mayor incidencia en la creación de fuentes de trabajo.  Los países que se han desarrollado lo han logrado en base al trabajo arduo de su población; no basado en empleos del gobierno que no generan riqueza de ninguna forma, por el contrario, representan una carga, hoy muy pesada, para los alcances de desarrollo del país.  Estos empleos solo les resuelve el problema a un reducido grupo de individuos bien allegados al gobierno de turno, muchas veces muy bien resueltos: creando con esto un espejismo para que cada vez más personas quieran también inscribirse en el presupuesto nacional, aumentando así la carga para el tesoro público y creando, obviamente, los peores referentes a la sociedad.

Se sabe que el desarrollo requiere de una moderna infraestructura, tanto física como institucional.  La física, le ha costado mucho al país; posiblemente hoy el doble y quizás la misma pueda ser compartida en algunas áreas.  Pero la institucional, es competencia directa del Estado y debe tener el claro objetivo de crear una base de sostenimiento que induzca a los sectores productivos a aumentar la producción y a ser más eficientes, creando además un ágil sistema de  distribución y lo que es más importante aún, crear una sólida estructura con la que se pueda obtener una mejor distribución de las riquezas generadas.  De esta forma se podría aligerar la carga de los grupos menos favorecidos.  Seriamos todos, indiscutiblemente, más felices.

Pero la grande y creciente deuda publica amenaza permanentemente el desarrollo del país y la felicidad de la población.  Muchos nos preguntamos a donde han ido a parar todos esos recursos.  Y si además le sumamos los ingresos fiscales nunca antes vistos, nuestra pregunta se convertiría inmediatamente en una verdadera acusación.  Antes de este grupo llegar al poder, el país presentaba en algunos años un superávit fiscal y en su defecto, el déficit era mínimo. Además, la infraestructura lograda en toda la geografía nacional se hizo mayormente con ahorro público. Parecería que solo el Presidente Balaguer sabía hacer eso. Hoy, todas las obras del Estado se realizan con gravosos préstamos, por más pequeñas que estas puedan ser.

Por otro lado, debemos reconocer que las finanzas nacionales han estado manejadas sin una clara y enérgica dirección, donde el gasto corriente parece descontrolado y en el podemos encontrar todo lo inimaginable.  La nómina en el servicio exterior es inmensa y no solo constituye una carga considerable a la riqueza nacional, sino que nos ha convertido en el hazmerreír del mundo, con un personal en embajadas, consulados y organizaciones internacionales que supera, por mucho, el personal de países desarrollados.

Encontramos también, un personal súper-numerario en todas las dependencias públicas, con una gran cantidad de “nominillas”, que todo el mundo sabe que existen y ellos se hacen los desentendidos como si eso no fuera grave. Como grave también es el nepotismo rampante en todo el Estado.  En adición, aparecen también unos gastos absurdos de: representación, viajes, uso de helicópteros, de combustibles, de telefonía celular, desayunos, almuerzos, cenas, fiestas y demás.  Como si hubieran llegado al poder a repartirse el presupuesto como un botín entre piratas.  Y todo esto cargado, sin el menor rubor, a un pueblo con tantas precariedades.

Ciertamente, el congreso es otro poder del Estado, el Poder Legislativo, pero es también cierto que los líderes del partido oficialista, por obligación, han debido llamar a la prudencia y la sensatez a sus miembros en el congreso.  Después de todo, son mayoría en ambas cámaras y todo lo que se apruebe allí es responsabilidad exclusiva de ellos.  Barrilitos y cofrecitos; exoneraciones de vehículos de lujo; alimentación permanente de alta cocina, viáticos locales y al extranjero, asignaciones absurdas para “habichuelas con dulce”, día de las madres, navidad, inicio de año escolar y muchas otras cosa que se inventan para favorecerse únicamente ellos mismos, como también por ejemplo, una asignación para vestimenta de los congresistas. Muchos nos preguntamos, quien o quienes propusieron y autorizaron todo esto.  Y solo existe una respuesta: pues son ellos mismos; los que tienen la mayoría.  El uso correcto de los recursos de los contribuyentes, es otra muestra visible de desarrollo.

Y como si esto fuera poco, también tenemos un Poder Judicial, repleto de “Altas Cortes”, que además de complacientes y a veces inútiles representan otra carga muy pesada para las finanzas del país, que no se compadece con nuestro tamaño geográfico y poblacional.  Y mucho peor aún, sus sentencias  en ocasiones son desacatadas olímpicamente.  Todos vimos con asombro como se desacató una sentencia del Tribunal Superior Administrativo, con lo que le sucedió a una manifestación cívica frente a la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE). Cabe destacar también, el reciente escándalo que representó una estructura de corrupción dentro de la médula misma del Poder Judicial que involucra directamente a los despachos más importantes de ese poder del Estado.  Y nadie dice nada, ni hace nada!

Todo lo aquí planteado ha sido diseñado; o aceptado y aprobado por los líderes del partido en el poder y obviamente con la anuencia del Presidente de la Republica.  Por eso, son ellos y únicamente ellos los responsables de este desastre que nos aproxima avergonzadamente a una terrible y profunda inviabilidad de la República.  Perdonen, pero dentro de las obligaciones de un gobernante, esta velar por el orden y el buen uso de los recursos públicos.

Somos muchos, los convencidos de que en el país se necesita un re-ordenamiento de todo el quehacer público, estableciéndose una especie de convenio social basado en la razón y solamente en la razón, donde se incluya un cambio político de gran alcance que haga la estructura del Estado más eficiente y manejable.

“Las fuerzas que se asocian para el bien, no se suman, se multiplican”. –Concepción Arenal-