Recientemente se cumplió el 40 aniversario de la película El Padrino, obra maestra de Francis Ford Coppola, basada en el libro homónimo de Mario Puzo. Como se sabe, tras el éxito de El Padrino (1972), Coppola se animó a hacer El Padrino II (1974) y varios años después El Padrino III (1990).

La grandeza de una obra como El Padrino, por lo menos en sus dos primeras partes, hace que uno la vea una y otra vez, y en cada ocasión resulta interesante.

No sé por qué. Pero en estos días dos escenas de esta película han estado entrecruzándose en mi memoria.

De la primera parte me ha dado por recordar el diálogo entre el hijo menor de Don Corleone, Michael, (Al Pacino) y su novia Kay Adams (Diane Keaton).

Michael le ha confiado a Kay en qué consisten los negocios de su familia, pero le ha explicado que él es distinto. Posteriormente, Michael se involucra con los negocios de su familia, y su novia le recrimina.

Los dos formamos parte de la misma hipocresía

Entonces se produce el siguiente intercambio de frases (lo expongo como lo recuerdo, no con las palabras exactas):

Michael Corleone: Kay, mi padre no es distinto de cualquier hombre con poder, de cualquier hombre que tiene bajo su responsabilidad a otras personas, como un senador o un presidente.

Kay: ¿Cómo puedes ser tan ingenuo?

Michael: ¿Por qué soy ingenuo?

Kay: Los senadores y los presidentes no mandan matar a otras personas.

Michael: ¿Quién está siendo ingenuo ahora, Kay?

La otra escena que he recordado se encuentra en El Padrino II. Me cautiva la conversación que sostienen un senador corrupto del estado de Nevada (EE.UU) con el jefe de la familia mafiosa de los Corleone, el hijo de Don Corleone, Michael Corleone.

Tras la muerte de su padre Don Vito Corleone (Marlon Brando), en Nueva York, de un fulminante ataque cardíaco, Michael queda como el Padrino. Para enfrentar una conspiración de otras familias mafiosas ordena matar a todos los que considera potenciales traidores, incluso a un cuñado, y se traslada a vivir a Nevada.

En Nevada, Michael Corleone y sus asociados se hacen con la propiedad y el control de la industria de los casinos y de los hoteles, desplazando a otros grupos mafiosos. Desde allí ejerce de Padrino de la familia Corleone.

El actor Gervase Duan Spradlin, mejor conocido como GD Sprandlin, hace del senador corrupto Pat Geary, que intenta chantajear a Michael Corleone (Al Pacino), en una escena ambientada en el año 1958.

Es la fiesta de cumpleaños Anthony, el hijo de Michael. El senador de Nevada ha destacado el altruismo de la respetable familia Corleone, que dona dinero para el cuidado de niños pobres, para universidades, para asociaciones de caridad, iglesias y coros infantiles.

Después de un breve discurso cargado de elogios, el legislador le hace entrega a Michael Corleone de una placa de reconocimiento. Todos aplauden y celebran. Luego el senador pide a Corleone reunirse a solas para tratarle un asunto muy importante.

A continuación un intento de reconstruir el diálogo (a pura memoria, nada exacto ni textual):

Senador Geary: Corleone, voy a ser directo y duro. Hago negocios con Usted, pero desprecio a los tipos como usted Señor Corleone (expresa ironía en su rostro y arrastra la pronunciación de la r, como mofándose del acento de los inmigrantes italianos en EE.UU). Me molesta que se haga pasar por un norteamericano decente. Lo detesto a usted y a toda su maldita familia. A Usted le ha ido muy bien con los negocios de casinos y hoteles en Nevada. Sé que quiere una nueva licencia para casino, y le costará 250 mil dólares.

Con gesto de desprecio, le dice que será la última ocasión en que hablen de manera directa, porque en adelante tendrá que entenderse con su intermediario.

Michael Corleone (sin inmutarse ni levantar la voz, fumando un cigarrillo), le recuerda al senador que la licencia sólo cuesta 20 mil dólares, y no entiende por qué deba pagar más.

El senador le responde directamente que quiere extorsionarlo (“voy a exprimirlo”), y le da un plazo para que medite su respuesta.

Michael le dice al senador ambos son iguales. “Los dos formamos parte de la misma hipocresía”, expresa, al tiempo que le advierte que nunca vuelva a meterse con su familia.

A continuación explica que su respuesta al intento de extorsión del senador es inmediata, y que no le dará nada. Incluso le agrega que apreciaría que el senador pagara de su bolsillo el valor real de la licencia por el nuevo casino (US$20 mil).

Quien haya visto la película habrá recordado cómo termina todo. Quien no la haya visto se ha perdido una verdadera obra maestra, pero está a tiempo de buscarla y disfrutarla.

Nota: Nada tienen que ver estas escenas con la situación actual de la República Dominicana, ni con sus honorables senadores. Cualquier parecido es pura coincidencia, o tal vez malicia de mis queridos lectores.