De acuerdo con los padres fundadores de los EEUU, el equilibrio entre los tres poderes gubernamentales, el Ejecutivo, el Judicial (Suprema Corte) y el Legislativo (el Congreso), se centraba en el Senado.
De ahí la importancia de las últimas elecciones congresuales de noviembre pasado, donde el 75% del electorado se abstuvo, permitiendo así que el Senado pasara a manos Republicanas, dejando a Barack Obama en la intemperie política.
De acuerdo con los fundadores, el presidente de la nación (llamado “Jefe del Ejecutivo”) simplemente administraba y ejecutaba las decisiones conjuntas del Senado. Cada Senador era nombrado (no elegido) por la legislatura de cada estado. Cada estado contaba con su propio gobierno y, mientras menos intromisión existiera desde el gobierno central de Washington, D.C., mejor era para la nación.
Esto explica la peculiaridad del sistema electoral estadounidense, donde existe el “Colegio Electoral” designado por la legislatura de cada estado (no elegido por el pueblo) para contrarrestar los votos de los ciudadanos. Los fundadores querían proteger a la nación de la manipulación de los votantes o del fraude electoral en tiempos en que el fraude electrónico, como el que se practica hoy en día, era inconcebible. Eso explica que puede darse el caso de que un presidente pueda ser elegido “indirectamente” por el voto de estos delegados electorales y no por la votación directa de los ciudadanos. Esta es una característica muy peculiar de la “democracia” estadounidense, pues, aunque parezca mentira, los padres fundadores quisieron diseñar un sistema equilibrado, entre la capacidad de discernimiento del electorado y la facultad de electores profesionales que tenían como objetivo principal el bien de la nación. Esa facultad la tenía el Senado.
No fundaron una “democracia” sino una “República federada”.
No olvidemos que la intención de los fundadores fue la de una república libre confederada, lo más distante posible del sistema monárquico europeo, del cual sus ancestros (las trece colonias originales) se habían sangrientamente separado. De hecho, la Constitución de los EEUU se basó en los “Artículos de la Confederación Federal”, previamente redactados en el 1787.
Había más parecido con el antiguo sistema de los Senadores Romanos (antes de Roma convertirse en imperio) que con el modelo existente en el viejo continente de Europa, del cual los Estados Confederados se habían liberado.
Cada estado era autónomo. Los fundadores tenían un concepto federalista de gobierno, por eso fundaron una república federada, no una “democracia”.
De hecho, el primer partido que existió fue el “federalista”. George Washington fue un consumado federalista convencido, lo mismo que el segundo presidente de la nación, John Adams. A través de los años y de las guerras constantes, sin embargo, ese sistema se transformó en un sistema presidencialista, centrado en el Ejecutivo, no en el Senado.
Una república de federaciones independientes, de autonomía propia, unida por intereses comunes y, al mismo tiempo, mutuamente independientes.
Para comprender esta tradición, solamente tenemos que referirnos al epitafio sobre la tumba de Tomas Jefferson, escrito por él mismo antes de morir:
“Aquí está enterrado Tomás Jefferson, autor de la Declaración de la Independencia y de los Estatutos de Virginia para la separación entre las religiones y el Estado, y el Padre de la Universidad de Virginia”.
En ningún momento menciona que él fue el tercer presidente de la nación por ocho años seguidos, el Vicepresidente del país con John Adams como presidente (1797), ni que fue el primer gobernador del estado de Virginia y el Secretario de Estado durante el último gobierno de George Washington (1797). Para Jefferson estas fueron ocasiones de servir a su patria, pero no las consideró nunca “distinciones personales” sino oportunidades para servir a la nación.
La actividad política se consideraba como una oportunidad de servicio cívico, no como un privilegio elitista del cual se podía sacar provecho financiero personal.
¡Igualito que en la República Dominicana!