EN LAS VÍSPERAS de Yom Kipur, la semana pasada, cuando los judíos auténticos estaban orando por su vida, me senté en la orilla del mar de Tel Aviv, pensando.

Fue mi primer Yom Kipur sin Rachel, y el agua oscura reflejaba mi estado de ánimo.

Estaba pensando en nuestro estado, el Estado de Israel, en el que yo tengo, por así decirlo, participación como fundador.

¿Aguantará? ¿Estará aquí dentro de otros 100 años? ¿O es un episodio pasajero, una casualidad histórica?

Cuando se le pidió su evaluación de la Revolución Francesa, Chou Enlai dio su famosa respuesta: "Es demasiado pronto para decirlo."

La Revolución Sionista -y eso es lo que fue- comenzó hace más de cien años después de la francesa. Sin duda, es demasiado pronto para decirlo.

Una vez, en un estado de ánimo más alegre, le dije a mis amigos: "Tal vez estemos todos equivocados. Tal vez Israel no es realmente la forma final de la empresa sionista. Al igual que los planificadores de cada gran proyecto, los sionistas decidieron primero construir un 'piloto', un prototipo, a fin de probar su plan. En realidad, los israelíes son sólo los conejillos de indias. Más pronto o más tarde, otro Theodor Herzl vendrá y, después de analizar los fallos y errores que de este experimento, elaborará el anteproyecto de la situación real, que será muy superior".

Herzl 2 comenzará con la pregunta: ¿dónde se equivocó Herzl 1?

Herzl visitó Palestina una sola vez, y sólo con el propósito expreso de reunirse con el emperador alemán, a quien él quería sumar a su empresa. El Kaiser insistió en verlo en la puerta de Jerusalén, escuchó pacientemente lo que él tenía que decirle, y según se dice, le comentó a sus colaboradores: "Es una gran idea, pero no puede hacerlo con judíos!"

Se refería a los judíos que él conocía, los miembros de una comunidad étnica religiosa mundial. Herzl intentó convertirlas en una nación al estilo moderno, al igual que otras naciones modernas de Europa.

Herzl, un periodista y dramaturgo, no era un pensador profundo. Él y sus sucesores vieron la necesaria transformación, básicamente, como una cuestión de logística. Se llevaban los judíos a Palestina y todas las piezas caerían en su sitio de forma automática. Los judíos se convertirían en un pueblo normal, un pueblo ("Volk") como los demás pueblos. Una nación entre las naciones.

Pero los judíos de su época no eran ni un pueblo ni una nación. Eran algo muy diferente.

Si bien anómala en la Europa del siglo XIX, la diáspora judía era bastante normal 2,000 años antes. La estructura social a gran escala de ese tiempo era una red de diásporas

-entidades autónomas étnico-religiosas dispersas por todo el mundo "civilizado" (Mediterráneo)-. Los imperios dominantes -persa, alejandrino, romano, bizantino, otomano- los reconocieron como el tejido natural de la sociedad.

Las naciones, en el sentido territorial moderno, eran inconcebibles entonces. Un judío de Jerusalén no pertenecía a la misma sociedad como un helenista en Cesarea, a sólo cien kilómetros de distancia. Un cristiano de Alejandría no podía casarse con la niña judía de al lado, pero ella sí podía casarse con un judío en la lejana Antioquia.

Desde entonces, Europa ha cambiado muchas veces, hasta el surgimiento de las naciones modernas. Los judíos no cambiaron. Cuando Herzl buscaba una solución al "problema judío" seguían siendo la misma diáspora étnico-religiosa.

No hay problema, pensó: una vez que a lleguemos a Palestina, van a cambiar.

PERO UNA comunidad étnico-religiosas, que vive desde hace milenios como una minoría perseguida en un ambiente hostil adquiere una mentalidad propia. Teme que el gobierno "Goyish" (no judío), como la fuente inagotable de edictos del mal. Ve a todo el mundo fuera de la comunidad como un enemigo potencial, a menos que se demuestre lo contrario (y aún así). Se desarrolla un intenso sentido de la solidaridad con los miembros de su propia comunidad, incluso a miles de kilómetros de distancia, y los apoyan en cualquier circunstancia, hagan lo que hagan. En su situación de desamparo, el sueño que persiguen es el de un día de venganza, cuando se le pueda hacer a otros lo que otros le han hecho a ellos.

Todo esto impregna su visión del mundo, su religión y sus tradiciones, transmitidas de generación en generación. Los judíos han orado a Dios durante siglos, año tras año, en las vísperas de Pesaj así: "Derrama tu ira sobre los gentiles…"

Cuando los sionistas comenzaron a llegar y fundaron la nueva comunidad, llamada la "Yishuv", parecía que Herzl había tenido razón. Comenzaron a comportarse como el embrión de una verdadera nación. Descartaron la religión y despreciaron a la diáspora. Ser llamado "exilado judío" era el peor insulto posible. Se veían a sí mismos como "hebreos", en vez de judíos. Comenzaron a construir una nueva sociedad y una nueva cultura.

Y entonces se produjo el hecho horrible: el Holocausto.

Llevó todas las convicciones judías de vuelta a la venganza. No sólo los alemanes eran los culpables, sino todas las naciones que miraban lo que pasaba y no movían un dedo para salvar a las víctimas. Así que, después de todo, las viejas creencias eran ciertas: todo el mundo está en contra de los judíos, tenemos que defendernos cueste lo que cueste; sólo podemos confiar en nosotros mismos. La actitud de la Yishuv hacia el judaísmo y la diáspora fue un error terrible; debemos arrepentirnos y aceptar todo lo que menospreciamos ayer: la religión judía, las tradiciones judías, el "Shtetl" judío.

El difunto profesor Yeshayahu Leibowitz, un judío observante, sostuvo que la religión judía murió hace 200 años, y que lo único que unió a los judíos de todo el mundo fue el Holocausto.

Desde su fundación, el Estado de Israel se convirtió en el Estado-Holocausto. Pero nosotros ya no somos un gueto indefenso; tenemos poderosas fuerzas armadas, así que podemos hacerle a otros lo que otros nos han hecho a nosotros.

Los viejos temores existenciales, las desconfíanzas, sospechas, el odio, los prejuicios, estereotipos; los sentimiento de victimismo, los sueños de venganza que nacieron en la diáspora, se han superpuesto en el estado, creando una mezcla muy peligrosa de poder y sentimiento de víctima, la brutalidad y el masoquismo, el militarismo y la convicción de que el mundo entero está contra nosotros. Un gueto con armas nucleares.

¿PUEDE UN estado de tal naturaleza sobrevivir y prosperar en el mundo moderno?

Los Estados-nación europeos han luchado en muchas guerras. Pero nunca olvidaron que después de una guerra viene la paz; que el enemigo de hoy puede muy bien ser el aliado de mañana. Los Estados-nación se mantienen, pero se están haciendo cada vez más interdependientes, uniéndose a las estructuras regionales, renunciando a porciones    enormes de su soberanía.

Israel no puede hacer eso. Las encuestas de opinión muestran que la gran mayoría de los israelíes creen que nunca habrá paz. No mañana, ni dentro de cien años. Están convencidos de que "los árabes" van a arrojarnos al mar. Ven al poderoso Israel como la víctima rodeada de enemigos, mientras que nuestros "amigos" son propensos a clavarle un cuchillo en la espalda en cualquier momento. Ven la ocupación eterna de los territorios palestinos y el establecimiento de asentamientos beligerantes en toda Palestina como el resultado de la intransigencia árabe, no como su causa. Y cuentan con el apoyo de la solidaridad ciega de la mayoría de los judíos de todo el mundo.

Casi todos los partidos israelíes, entre ellos la oposición principal, insisten en que Israel sea reconocido como el "Estado-nación del pueblo judío". Esto significa que Israel no pertenece a los israelíes (el mismo concepto de una "nación israelí" es oficialmente rechazado por nuestro gobierno), sino a todo el mundo la diáspora étnico-religiosa judía, a la que nunca se le ha preguntado si están de acuerdo con que Israel los represente. Es la negación misma de un verdadero Estado-nación que pueda vivir en paz con sus vecinos y afiliarse a una unión regional.

NUNCA HE TRABAJADO con ilusiones sobre la magnitud de la tarea que mis amigos y yo nos propusimos hace décadas. No se trata de corregir este o aquel aspecto de Israel, sino de cambiar la naturaleza fundamental del Estado mismo.

Es mucho más que una cuestión de política, de sustituir una parte para otra. Incluso es mucho más que hacer la paz con el pueblo palestino, poniendo fin a la ocupación, y evacuando los asentamientos. Es realizar un cambio fundamental de [o "en"] la conciencia nacional, la conciencia de cada hombre y mujer israelí.

Se ha dicho que "usted puede sacar a los judíos del gueto, pero que no puede sacarle el gueto a los judíos". Eso es exactamente lo que hay que hacer.

¿Se puede hacer? Creo que sí. Y eso espero, en realidad.

Quizá necesitamos una fuerte sacudida, ya sea positiva o negativa. La aparición aquí de Anwar Sadat en 1977 puede servir como ejemplo de un shock positivo: al llegar a Jerusalén, cuando todavía estaba en vigor el estado de guerra, provocó un cambio repentino en la conciencia de los israelíes. Lo mismo hizo el apretón de manos de Rabin y Arafat en la Casa Blanca, en 1993. Así lo hizo, de manera negativa, la guerra del Yom Kippur, hace exactamente 38 años, que sacudió a Israel hasta la médula. Sin embargo, estos fueron choques menores, breves, en comparación con lo que se necesita ahora.

Un segundo Herzl tal vez podría realizar el milagro, contra viento y marea. Según las palabras del primer Herzl: "Si usted lo quiere, no se trata de un cuento de hadas"