Recuerdo haberme sucedido con los escritores ya fallecidos Stefan Zweig, Fiódor Dostoyevsky, Honorato de Balzac, Emilio Zolá, Ortega y Gasset, William Shakespeare, Alejo Carpentier y García Márquez, el hecho que luego de leer su primera obra mi interés mi interés por ellos continuó hasta agotar sus obras completas. Por quienes aún no han doblado las campanas, son los casos de: el peruano Vargas Llosa, el cubano Leandro Padura y el español Javier Marías.

Por haberme iniciado ya hace muchos años con los dos primeros, siempre estoy a la espera de su último parto literario. Al leer el primer trabajo de Marías a mediados del 2017 y por la inconveniencia, no solo de la significativa extensión de su producción -novelas, artículos, relatos, semblanzas etc- sino también de encontrar sus ejemplares en las escasas librerías de esta ciudad, aún tengo la suerte de restarme no pocas obras de su autoría por leer.

No me fue recomendado por ningún amigo ni tampoco leí un artículo suyo en “El País” de España que concitara mi interés, sino que fue a través de la lectura de algún escritor cuya obra he olvidado quien con entusiasmo elogió su libro “Corazón tan blanco” del año 1992, que según Marcel Reich- Ranicki del “ Das Literarische Quartett” es una novela tan brillante que no hay ninguna en la actualidad que pueda comparársele.

Como me ocurre con los que no aprendieron el arte de la narración porque nacieron con esa habilidad o gracia, cuando adquiero un libro del hijo mas destacado del eminente discípulo de Ortega y Gasset Don Julián Marías (1914-2005), nunca me detengo leyendo previamente su trama que figura en la contraportada o solapa, pues lo compro a sabiendas que lo esencial es la forma en que aborda y desarrolla el tema por más banal que éste sea.

Cuando leí en “Corazón tan blanco” lo siguiente: cualquier relación entre personas es siempre un cúmulo de problemas, ofensas y humillaciones. Todo el mundo obliga a todo el mundo, no tanto en hacer lo que no quiere, sino mas bien, lo que no sabe si quiere porque casi nadie sabe lo que no quiere, y menos aún, lo que quiere pues no hay forma de saber esto último (solo en TV y novelas es que se encuentran personas que se quieran sin ninguna dificultad).

Y luego en “Los enamoramientos” este pasaje “Según la actual estructuración de la sociedad y, la naturaleza  sui generis de la mujer, los dos motivos para el hombre casarse y tener hijos son: razones para estar ocupado y así proveer, y sentirse importante en su papel de protector. En su caso la mujer tiende a hacerse la imprescindible interviniendo en los usos y costumbres del hombre para que a éste se le haga difícil abandonarle cuando se canse de ella.

Evaluaciones y apreciaciones de este tipo sobre casi todos los órdenes del comportamiento humano expuestas en un lenguaje sin rebuscamiento y afectación son los denominadores comunes de su larga producción -incluyendo también sus poesías- literaria, y cuando recurre al artículismo periodístico o suplementos culturales, tiende a recargarles las tintas a quienes a su juicio no están en posesión de la verdad o su argumentación carece de fundamento.

En un principio algunos lectores se encontrarán desorientados con su estilo al basarse éste en lo que se denomina DIGRESIÓN que consiste cuando en un texto un autor súbitamente cambia su discurso e inicia otro sin relación aparente con lo precedentemente expresado. Reconozco que por ello su lectura desconcierta en un primer momento, pero el lector pronto se sobrepone por la maestría con que Marías emprende su nueva andadura.

El cubano Guillermo Cabrera Infante y el catalán Eduardo Mendoza -ambos Premios Cervantes- dos escritores cuya prosa la tengo en alta estima, señalan que estos saltos en la cuerda floja y sin red practicados por este madrileño y cuyo precursor fue el inglés Lawrence Sterne (1713-1768), resultan a la postre divertidas por los quiebros sintácticos a menudo heterodoxos a los cuales recurre para el entretenimiento de sus lectores.

Dicen ambos y nosotros lo ratificamos, que sus digresiones al final son tan interesantes como la historia principal, y su intención es que en sus novelas las cosas, los sucesos, tengan la duración que nunca tienen al ocurrir pero que siempre tienen después de haber acontecido. En la novela se puede conseguir que las cosas tengan diferente duración subjetiva, aunque la duración objetiva sea la misma.

A sus críticos Marías les dice: muchos críticos basan el mérito de un texto en su corrección gramatical, sintáctica y léxica -se pasan todo el tiempo buceando en los diccionarios y enciclopedias-. Muchas veces, señores, hay que contravenir las reglas ortodoxas si estas atentan contra la musicalidad de la prosa. Casi sin excepción, todos los escritores en cualquier idioma tienen sus manías y fobias verbales.

Ningún dominicano medianamente culto perderá su tiempo leyendo a este singular y ameno narrador castizo, cuyo bisabuelo cubano, a quien un mendigo le pronosticó previamente a su salida de la isla que moriría antes de cumplir los 50 años, lejos de su tierra y sin sepultura – se ahogó en un naufragio a los 40 y tantos- tuvo por lema en su corta existencia la frase: todos somos peores que la usaba muy a menudo, y que al autor de este artículo le parece de una patética veracidad.