Ahora que Donald Trump se negó a comparecer en el último debate televisivo, ante las cámaras de la Fox News (aunque continúa siendo el líder en las primarias), es el momento propicio para recordar la  gran depresión económica que sumió en pánico a las masas estadounidenses en octubre del 1929.

“Esto no es más que otro golpe publicitario magistral de Donald Trump”, opina Richard G., un amigo que reside en Washington, D.C. “Es como el rollo de la serie televisiva de Antena-3, “El secreto de puente viejo”, donde la urraca de Francisca Montenegro es la que corta el queso, como está haciendo también ahora Trump con los incautos votantes de Iowa”. “Además, Trump ha demostrado con su negación a participar en ese debate, que no son las grandes cadenas de televisión como la Fox las que cortan el queso y marcan las pautas, sino que son los mismos candidatos con sus banderitas en las solapas”.

A propósito de pautas, recordemos las causas inmediatas y remotas de “La “Gran Depresión” del 1929, que, en parte, se debieron a las tres administraciones Republicanas que la precedieron. Doce años seguidos de conservadurismo político.

Estos fueron los culpables: Warren G. Harding (1921); Calvin Coolidge (1923-29);

Herbert Hoover (1929-1933). Esa fue la verdadera razón por la cual los Estados Unidos se embarcaron luego en la Segunda Guerra Mundial, enfrascándose en una “economía de guerra” y rescatando a  su malograda producción, venida abajo durante las dos décadas anteriores. La guerra puso en marcha esa recuperación.

Tenemos que remontarnos, sin embargo, al 1865, con Ulyses S. Grant (sucesor de Andrew Johnson, el sureño conservador que había substituido a Abraham Lincoln después de su asesinato). De ahí en adelante los inquilinos de la Casa Blanca fueron todos Republicanos, incluyendo a Ulyses S. Grant: Rutherford B. Hayes (1877), James A. Garfield (asesinado en el 1881); Chester A. Arthur (1881), Benjamín Harrison (1889), William McKinley (asesinado en Buffalo, NY, en el 1901); Theodore Roosevelt (1901); William Howard Taft (1909).

Después de  William Taft vino Woodrow Wilson (1913-Demócrata), quien tuvo la  desfachatez de haber sido el presidente estadounidense que envió a los Marines por primera vez a invadir el territorio dominicano (1916). El otro presidente de triste memoria (también Demócrata) que, años después (1965), envió de nuevo a los Marines  a Santo Domingo, fue el tejano Lyndon B.Johnson. Lo hizo mintiendo, dizque “para proteger a los ciudadanos estadounidenses atrapados en el conflicto civil dominicano”.

Es decir, que Roma no se construyó en un día, como tampoco la gran depresión ocurrió de un día para otro. Fue algo que fue regurgitando durante décadas de administraciones Republicanas conservadoras e ineficientes.

“El gobierno es el problema, no la solución”, frasecita que Ronald Reagan hizo famosa en la década de los 80 y que condensa la filosofía del Partido Republicano. Mientras menos el gobierno se inmiscuya en proyectos sociales, mejor le irá al país, contrariamente a los principios keynesianos empleados después por el gobierno Demócrata de Franklin Delano Roosevelt (primo del otro Roosevelt, Theodore Roosevelt (Republicano) y casado con la sobrina de este último, Eleanor Roosevelt). Franklin fue el sucesor del Republicano Herbert Hoover (1933).

Otra de las frasecitas preferidas de Ronald Reagan, el 40mo presidente, fue: “Si no me hubiera entrenado previamente como actor de cine, jamás hubiera podido llegar a ser presidente de este país”. Cómico, pero a la vez muy cierto este comentario Reagan (Republicano).

El caso es que la filosofía política Republicana consiste en que el Gobierno haga lo menos posible en el área social y económica, dejándoselo todo a las iniciativas corporativas de la empresa privada. Ahí está el secreto para comprender cómo la economía estadounidense se hizo añicos durante todas esas administraciones Republicanas al hilo. Las dos guerras mundiales sirvieron de catapultas para rescatarlas, al promover forzosamente una producción de guerra acelerada.

Para entender lo que estamos aquí diciendo, leamos las palabras de Warren Gamaliel Harding, Republicano y el 29mo presidente (1921): “Yo soy un hombre muy limitado y todavía no comprendo lo que significa ser presidente de un país como el nuestro. Eso se lo dejo a la empresa privada y a mis consejeros”.

El pobre hombre murió de repente de un infarto del miocardio, en San Francisco, California, durante una visita de estado, después de haberse hecho famoso en Washington, D.C., desde la Casa Blanca, como un jugador de póker empedernido. Llegó a apostar hasta una de las vajillas doradas de la mansión presidencial, perdiéndola en el acto. Algo parecido hizo con el país.

Herbert Hoover, a quien llamaban “el gran ingeniero” (se hizo millonario a los cuarenta años como ingeniero de minas, egresado de la Stanford University, California). Sin embargo, fue el responsable inmediato de la Gran Depresión y el país se sembró de “Hoovervilles” (villas miserias donde vivían conglomeradas y hambrientas las familias de los trabajadores desempleados).

Al final Hoover trató de aplicar medidas keynesianas, invirtiendo en obras de infraestructura y rebajando los impuestos, pero ya era muy tarde y le sorprendió el crash de la bolsa de valores (stock market) el 29 de octubre del 1929.

El desempleo sobrepasó el 25% y su testarudez de dejar que el mercado se nivelara a sí mismo sin que interviniera el gobierno, lo echó todo a perder.

El predecesor de Herbert Hoover había sido el ex gobernador de Massachusetts, Calvin Coolidge (1923), quien pasó a la historia con el nombre de “the sleeping president”, (el presidente durmiente) porque dormía más de 12 horas al día.

En una ocasión, cuando una periodista le preguntó a Coolidge cuál era el secreto para ser un buen presidente, afirmó lo siguiente: “el secreto de un buen presidente es el de hacer lo menos posible y dejarle el resto a la empresa privada. Ese es el secreto, sobre todo si se trata de un presidente Republicano”.

Ese es también el secreto para comprender las causas de la Gran Depresión y lo que pasará si Donald Trump (Republicano) llega a ser elegido presidente de los Estados Unidos, aunque, según algunos analistas, Trump es “Republicano” solamente de nombre.

El secreto de puente viejo no es solamente el de la urraca de Francisca Montesinos.

Fuente consultada: “Las vidas secretas de los presidentes de los EEUU”, Gorman O’Brien, Hallmark Books, 2010.