El encuentro en Cotuí.
En Cotuí, Dixon Porter, encontró a la persona más inteligente que había conocido en dominicana: el cura de comarca. Cuenta que tenía por costumbre que cuando llegaba a una población, a donde se dirigía primero era a la casa del padre o cura católico, a la comandancia, o a las oficinas de los alcaldes pedáneos, con quienes nunca encontró dificultades para establecer relaciones y “mejor entendimiento”, pues allí suponía están las fuentes más expeditas para sus indagatorias. Pero en Cotuí las cosas fueron diferentes por la visión del cura y la reacción del comandante del pueblo. De ser cierto lo que narra el marino, es un hecho que merece la atención de nuestros historiadores y de nuestros lectores, pues este encuentro constituye uno de los antecedentes de la resistencia de sectores de la iglesia y del pueblo a los afanes colonialistas de los imperios en estas tierras.
Aunque no precisa el nombre del cura, cuenta que al llegar a esa ciudad, salió a buscar al sacerdote en el lugar supuesto a estar y al no encontrarlo se dirigió a la escuela en busca de hospedaje, conducido por el comandante del pueblo, logrando allí compartir dormitorio con el profesor de la escuela pública. La planta física escolar la describe como una choza o miserable vivienda que funcionaba como escuela, pero en su funcionamiento era una de las mejores que había visto en lo que tenía de viaje y donde el maestro le había dado refugio. Allí llegó el cura al enterarse de tan importante visita al caserío, quien de inmediato lo invitó a almorzar. El padre enseguida le abordó sobre el tema de su visita. La verdadera tarea del norteamericano era indagar sobre los recursos naturales para su posterior aprovechamiento por el gobierno Americano, según el cura.
Porter no se alteró ante la actitud acusatoria del padre que de entrada lo acusa de espía. Confiesa: “…me dijo que yo era considerado como un “espía”, un agente enviado allí para discutir las riquezas de las tierras que los americanos cuando inmigraran a Santo Domingo podían inmediatamente establecerse entre las “ollas de carne” (Diario…pág.160)
¿Serían las “ollas de carnes” sinónimo de riqueza, de abundancia de los recursos naturales?
Prosigue confesando lo que le dijo el cura: “… que yo no había sido enviado por causas de ninguna simpatía que los Estados Unidos sintieran por dominicana, sino para fines ulteriores; que ya habían enviado antes una comisión, la que había informado al gobierno del estado del país” (Ibídem)
El padre le dijo que Estados Unidos había previsto la terrible crisis a que sería reducida la nueva nación “…que yo ahora había venido para ver si esa crisis había llegado, de manera que los Estados Unidos pudieran proponer sus propios términos” (Ibídem)
El cura le manifestó “…que ésta era también la opinión de la parte más inteligente de la comunidad; aunque todavía acariciaban los más calurosos sentimientos hacia Estados Unidos y tenían el mayor respeto por las instituciones de un país que tanto deseaban imitar”. (Ibídem).
David Dixon Porter vestido como un simple viajero, con pocos atuendos que lo denunciaran como un agente, salvo su aspecto físico, parecía uno más del común de la gente, trataba de valerse por su cuenta, pagando los más mínimos servicios y sin mostrar sus credenciales como pasaporte y comunicaciones del presidente Santana a los jefes del interior, trató de convencer al padre de que no era un espía al servicio del gobierno norteamericano, pero confiesa que fue imposible porque el cura no quiso oír sus razonamientos.
Dice que el padre le respondió criticando lo tarde que Estados Unidos se preocupa por Dominicana en su lucha por la emancipación del gobierno haitiano, y lo cita: “…ya casi había pasado el día en que nuestro reconocimiento de ellos causaría un rayo de alegría” y dijo que el padre se quejaba de que su independencia no fuera reconocida desde el principio por ser una causa justa y cuenta que le dijo el padre: …porque, señor, nosotros sentíamos que si los Estados Unidos nos hubieran reconocido hubiera sido por simpatía a nuestra causa, nuestros derechos y libertades; una causa que ellos tan noblemente sostenían en su propio caso; mas ahora, cuando hemos tenido buen éxito en un grado maravilloso, con la ayuda de la Divina Providencia, pensábamos que los Estados Unidos, mirando la perspectiva de un feliz mantenimiento de nuestra posición presente, desean asegurarse los primeros frutos del comercio; y le reiteraba que él estaba en la isla con “propósitos secretos”(Diario…pág. 161)
Porter siempre negó ante el padre su condición de agente y lo justificaba diciendo que no tenía la misión de hacer el trabajo de investigación, que lo que más hacía es observar los recursos de la isla, que él no estaba calificado para informar sobre los recursos que pudieran ser de beneficio para su gobierno.
“El padre– dice Porter- se rio por completo de lo que él pensaba era mi doblez”. Cuenta que le preguntó: “¿me quiere decir usted señor, que usted sentado ahí en la silla, con esa cara tranquila y esa mirada de apariencia engañadora, no fue escogido por su habilidad y su tacto diplomático?” (sic!) Y le dijo que si él “…no hubiera sido educado en una escuela donde se enseña a los hombres a ocultar cualquier emoción, usted estaría ardiendo de rabia por todo lo que he dicho; pero usted está ahí, señor, con el aspecto más imperturbable, y no he hecho más impresión en usted que si usted fuera una piedra. (sic!) (Diario…pág. 161 y 162).
Dice que las palabras del cura hicieron efecto en el comandante, quien ordenó a su ayudante que le pidiera su identificación o pasaporte, pero al ver sus altas credenciales le pidió excusas y le prestó toda su colaboración, pero el comandante “dudaba de mi persona”. (Ibídem).
Es incuestionable que la iglesia católica estuvo en los menesteres independentistas desde la óptica del rechazo de la ocupación haitiana de 1822. Decenas de sacerdotes y miembros de la cúpula de ésta están registrados en los acontecimientos que se llevaron a cabo en todo el territorio nacional en la lucha por la separación de Haití, entre los que se encuentra el padre Juan Puigvert, el Cura de Cotuí, quien vivió en esa común desde 1836 hasta 1886.
“El Pbro. Puigvert era natural de Palafolls, Cataluña. Llegó a Santo Domingo en junio de 1836, y desde entonces se le encargó del curato del Cotuy, el cual desempeñó casi hasta su muerte, ocurrida el 23 de febrero de 1886…” (García Ll. (1933). Influencia de la Iglesia Católica en la formación de la nacionalidad y en la creación de la República Dominicana. Publicación Colección Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo Duarte Santo Domingo, República Dominicana 2013).
Muchos curas se dedicaron a luchar por la separación de Haití, unos, pensando en un protectorado de una nación rica y poderosa que pudiera dar prosperidad al “espejo de miseria” que era la parte este de la isla La Hispaniola para esa época, y no vivir bajo el dominio haitiano; otros curas lucharon para vivir en una nación “libre e independiente de toda potencia extranjera” como lo proclaman los principios patrióticos de Juan Pablo Duarte, fundador de la nación dominicana.
Puigvert fue uno de los firmantes del manifiesto del 16 de enero 1844, conocido como la “Manifestación de los pueblos de la Parte Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”, donde se establecían los principios y causas para la creación de la República Dominicana.
El Padre Juan Puigvert, desde que llegó a esta tierra (1836), se integró a los afanes de la independencia, conspirando junto a otros curas y religiosos que se encontraban en los pueblos del interior; tales como el presbítero Salvador Peña de San Francisco de Macorís.
Antes del general Charles Herard entrar a Santo Domingo, quien había derrocado a Boyer, tomó la dirección norte dirigiéndose a los principales focos de agitación separatista e hizo presos a Puigvert y otros independentistas, incluyendo al patricio Ramón Matías Mella. Al Cura de Cotuí lo llevaron a San Francisco de Macorís (pueblo cercano a Cotuí) y de ahí a Puerto Plata, luego a Haití, donde permaneció detenido de manera domiciliaria en Puerto Príncipe, capital haitiana, tal como narra Emilio Rodríguez Demorizi en su nota 86 del libro En Torno a Duarte que, aunque larga, es la que mejor define a este cura y vale la pena su transcripción para edificación del lector:
En una curiosa Relación, inédita, escrita hacia 1863, de la que conservamos copia, el Padre Puigvert refiere en la siguiente forma las persecuciones que sufrió en 1843: ´Fui arrebatado de mi casa por un piquete de caballería que vino de La Vega, conducido y encarcelado en el Macorís donde se hallaba el gefe (sic) de la expedición haitiana que recorrió esta parte. No se formuló causa alguna sobre mí; mas por algunas preguntas que me hicieron conocí que se me consideraba como conspirador contra Haytí (sic). Desde Macorís me condujeron a Puerto Plata en cuyo castillo me tuvieron algunos días; luego fui embarcado para Puerto Príncipe en cuyas cárceles pasé algunos meses, hasta que se me dio por cárcel la Ciudad bajo la vigilancia de la Alta Policía, siempre sin formular causa ni manifestarme los motivos que había para así molestarme. Comprendí que mi supuesta conspiración se reducía solo a cuestión pecuniaria, y deseando salir de aquel estado penoso hice proposiciones a un sujeto que sabía yo tenía mucho valimento (sic) con el Jefe de la malhadada Reforma; y a influjo de algunas onzas parece dejó de considerárseme como conspirador, y se me dejó vivir sin sujeción alguna a la vigilancia de la Alta Policía: Pretestando(sic) sin embargo que no me convenía volver a este pueblo donde me quedarían enemigos que podrían molestarme, se me propuso un Curato de la Parte que se llama francesa: acéptele (sin intención de ir a tal Curato) con la condición de venir antes a mi casa y arreglar mis asuntos: concedióseme con amplias facultades de ejercer mi ministerio durante mi permanencia (que fue ilimitada) en esta Parroquia: pensaba demorar en ella más tiempo, más como se me avisó que se preparaban nuevas complicaciones políticas, apresuré mi partida y salí para Santo Domingo. Manifesté al Señor Portes mi intención de abandonar el país no obstante mi nuevo nombramiento, insinuándole al mismo tiempo que deseaba demorar en esta Parte una temporada bajo algún pretexto que no lo comprometiera, y convenimos que me mandaría a Samaná por algunos días, que era el punto que yo interesaba. Precipitóse entre tanto el pronunciamiento de Separación, y libre ya esta Parte de la dominación Haytiana, no pensé más en salir de este país, ni en ir a Samaná, sino en volverme a este Pueblo, como lo efectué con el beneplácito del Señor Portes´. Ver a Emilio Rodríguez Demorizi. EN TORNO A DUARTE Vol. V. Páginas 344 y 345. (Nota 86) Colección Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo Duarte Santo Domingo, República Dominicana 2013.
Su posición independentista queda registrada, además del Manifiesto del 16 de enero y lo que dice Dixon Porter, cuando, dos años después de la proclamación de la independencia, figura como recaudador de suscripciones en Cotuí para una sociedad patriótica que se había formado para hacer regresar a los patriotas que no lo habían hecho por falta de recursos, a través de una organización que llamaron Amigos del País, la cual se fundó en la casa de Manuel María Valencia, el 30 de mayo del 1846, a las 5 de la tarde, formada por connotados ex trinitarios, presidida por Valencia, según hicieron publicar su proclama en el periódico El Dominicano, del 13 de junio de 1846. Dos semanas después de haber recibido de manera atenta a Porter, invitándolo a almorzar, y en cuyo encuentro le invitó al vino. ,
Volviendo al relato del encuentro entre David Dixon Porter y el padre Juan Puigvert, este último lo acogió con toda la atención posible e invitó a almorzar y a tomar un vino, pero Porter, a esta última invitación rehusó, le manifestó que no tomaba alcohol y cuenta que el padre lo tomó por los hombros y riéndose le dijo: “ahora sé que usted es un agente secreto y no un marino, -y se pregunta: “¿Quién nunca oyó un marino que rehusara el vino?, para afirmarle: “Cuando entra el vino sale el juicio (sic!) y quizás usted teme dejar salir secretos por encima de la copa de vino” (Diario…pág.162).
Dice que el padre en confianza le dijo: … que Estados Unidos era un gran caimán y quería tragarse pronto estas pequeñas repúblicas como un remolino arrastra a su vórtice todas las pequeñas briznas y otros objetos ligeros llevado allí por la corriente y que íbamos pronto a tomarnos Cuba, y luego temía por Santo Domingo porque había un paso tan estrecho de una isla a la otra pero que llegaríamos a ser tan fuertes que nos desbarataríamos por nuestro propio peso. (Diario…pág.163).
El diálogo fue ameno y directo, el Cura de Cotuí expresó augurios que le venían a la nueva nación dominicana, en cuanto a recursos naturales, principalmente sobre el oro de Cotuí. Por lo que le dijo el cura de Cotuí, parece ser que estaba bien informado de parte del presidente o gente del nuevo gobierno sobre lo que buscaba Dixon Porter, porque Rodríguez Demorizi, en Papeles del General Santana, pone a Puigvert encabezando la lista de los “dominicanos influyentes y adictos al general santana” pág. 184, de la edición de Roma 1952.
Para su salida hacia San Francisco de Macorís el 3 de junio de 1846, el padre le consiguió un buen caballo, lo acompañó hasta las afueras de Cotuí y le obsequió agua de coco, discutieron el tema de Texas y la posición de Estados Unidas, la cual fue rechazada tajantemente por el padre; un año y diez días después del rechazo del cura a sus argumentos sobre la ocupación de parte del territorio mexicano por los norteamericanos en 1846, justo el 13 de junio del 1847, Porter figura al frente de la Segunda Batalla de Tabasco, México.
La clarividencia de este sacerdote quedó demostrada cuando años después, Los Estados Unidos, buscaba quedarse con la isla Alto Velo, amparados en la Ley del Guano y con parte de la península de Samaná, donde Porter había retornado al país como parte de la comitiva que “negociaba” que Estado Unidos se quedara con un pedazo de nuestra hermosa península.