Ni el ron, ni el juego se deben prohibir, pero las autoridades, la ciudadanía y sus instituciones los deben de vigilar y controlar buscando el bien común.
En abril del 2021, por lo menos 155 dominicanos murieron por ingerir ron adulterado con metanol (El Listín Diario, 5-05-21). El ron es puerta de escape a un efímero cielo, siempre bajo el caliente zinc dominicano. Medio país mal vive, se desgasta en trabajos agotadores en una cotidianeidad apuñalada por carencias: viviendas apiñadas, malos olores, pobres servicios de agua y electricidad; alimentación y educación precarias. Acarreo de pasajeros combatientes que se estrujan apretados en conchos culebros, o en guaguas solemnes, entrenadoras para la eternidad. El ron gusta, genera euforia pasajera, desinhibe, trae cordialidad entre seres queridos. Sin visa se cruza a una realidad alterna, haciendo cuentos y tarareando tonadas pegajosas. La siempre creciente necesidad de beber le sale cara al pobre dominicano, que ve el cielo abierto cuando le ofrecen un ron barato. Las ansias personales, la botella, el color y la etiqueta dan el voto de confianza. Bebe contento y confiado, ron, metanol y tal vez, alguna tripa de pollo para favorecer la fermentación. Ignora que su sistema digestivo ya entró en una cuenta regresiva para colapsar sin remedio y morir.
No se sabe cuántas bancas de apuestas existen, las legales andan por 100,000. Sus mismos dueños denuncian que a diario surgen bancas ilegales. Reflexione: las avispadas bancas, que jamás han sido virtuosas, siempre han sido virtuales. Estratégicamente situadas, con sus luces, computador y su empleada amable, cada banca de apuestas es un consulado, agencia de viajes y avión que transporta a todo cliente, en vuelo directo al país de la mejora añorada. Su anuncio es tentador: todas son fábricas de millonarios. Cada banca es tribunal y escuela, donde, por un lado, se sentencia cada hora, que en este país, el pobre no tiene otra salida que el azar y por otro, se le enseña, en cursos con laboratorio, a jugar y no ahorrar. Las bancas matriculan y gradúan diariamente varias promociones de aprendices de magos asegurándoles de manera adulterada el éxito, sin esfuerzo ni capacitación, ni cambios sociales. La mayoría de la gente que juega ignora que, el éxito de los cientos de miles de bancas de apuestas se basa en su fracaso y el de muchos millones más. Mal andamos, cuando las pobres dominicanas y dominicanos, ni quieren ni pueden invertir en su país. Nos paramos de cabeza para atraer inversionistas extranjeros, ¿y por qué no a nuestros propios ciudadanos, algunos de los cuales son capaces de negociar a mano limpia hasta con los tiburones del canal de La Mona?
Con lacónica honestidad forzada cada paquete de cigarrillos anuncia: el cigarro es perjudicial para la salud. Hay vallas que rezan; si manejas, no tomes; si tomas, no manejes. Ya sería gran cosa, que en cada banca se leyese: si tus hijos y familia, dependen de tus chelitos, ¡no juegues! El juego envicia tanto como el ron y el cigarro: si ganas, juras que volverás a ganar. Si pierdes, esperas recuperar lo perdido jugando.
El ron adulterado se vende como ron y mata. Las bancas de apuestas, que son bancas solo para sus dueños y apuestas aventuradas para sus clientes, matan el ahorro. El pobre juega para tal vez salir de su pobreza y, en la mayoría de los casos, el juego le hundirá más en ella. Muchos paran en ludópatas.
Los que saben que el pobre no puede comprar una libra de café, inventaron unos sobrecitos a su alcance. Nuestra gente creativa y competente, ¿no pudiera inventar sobrecitos de ahorro para los pobres? El cooperativismo, con sus valores y principios, debiera ser asignatura obligada de nuestro sistema escolar.
Las autoridades combaten el ron adulterado, porque trae muerte. ¿Quién defiende al pobre de la adulterada promesa de vida de las bancas de apuestas?
Apueste a encontrar a dueños de bancas entre los que elaboran las leyes que las regulan y pudieran determinar sus impuestos. Ya con el pañuelo en la mano, averigüe de dónde vienen las tripas que fomentan y fermentan las adulteradas promesas de las bancas de apuestas.