Tan dañinos como la pseudociencia son los programas de investigación que pretenden socavar consensos en torno a ciertos enunciados, hipótesis y teorías basándose en prejucios ideológicos carentes de fundamentación conceptual y empírica.

La novedad y la ruptura con paradigmas establecidos goza de buena valoración, pero eso no significa que debemos aplaudir todas las ideas novedosas o rupturistas.

En 1996, la especialista en estudios clásicos Mary Lefkowitz publicó un libro titulado Not Out of Africa: How Afrocentrism Became an Excuse to Teach Myth As History (No salió de Africa: como el afrocentrismo se convirtió en excusa para enseñar mito como historia). La obra es una reacción contra la tesis de  que Aristóteles nutrió a la filosofía occidental con ideas robadas de unos libros existentes en la Antigua biblioteca de Alejandría y escritos por negros africanos

Quienes tengan un conocimiento del marco temporal del hecho en cuestión se harán la siguiente pregunta: ¿cómo pudo Aristóteles robar libros de una bilibloteca que no existía en su tiempo? Puesto que la biblioteca de Alejandría fue construida después de la muerte del filósofo, deberíamos inferir que para el autor de la controvertida tesis, el Dr. Yosef BenJonchanna, el “fantasma de Aristóteles” es el eslabón perdido entre la antigua filosofía africana y la filosofía occidental.

La Dra Lefkowitz fue acusada de racista por cuestionar los planteamientos del Dr. BenJonchanna, así como por sus numerosos estudios donde refuta los textos que responden al mismo espíritu afroncentrista. Pero acusar a alguien de “racista”, “reaccionario” o “etnocentrista” no es refutar a nadie, es incurrir en la falacia de argumento ad hominen, esto es, intentar desacreditar a una persona sin refutar sus planteamientos.

Nos puede parecer interesante, políticamente correcto o progresista combatir ideas establecidas o tradiciones de pensamiento institucionalizadas, pero desde el punto de vista cognoscitivo las afirmaciones que van contra el orden establecido carecen de valor si no se encuentran sólidamente fundamentadas y apoyadas en evidencias.

Es importante defender esta postura en esta época donde hasta universidades reconocidas por su producción del saber se ven asaltadas por movimientos “progresistas” que estudian a los clásicos descontextualizándolos, violando criterios mínimos de razonabilidad en la investigación histórica y pretendiendo modificar los planes de estudio para marginar teorías o enfoques decisivos en la conformación de la cultura occidental basándose en que los mismos promueven el racismo y el colonialismo.

Estas ideologías no se combaten con otras posturas ideológicas, sino con la actitud crítica y la ciencia.  Estas no se basan en la descrédito personal, en la corrección politica o en la censura, sino en la reflexión y en la investigación. Con ello, fomentan las formas de vida democrática, mientras el ataque personal, la censura y la corrección política obnubilan nuestro entendimiento y son la cimiente espiritual de las dictaduras.