Como muchos otros temas relacionados con Haití, el impasse generado desde hace unas semanas en torno a la construcción una toma de agua del Río Dajabón-Masacre por parte del gobierno haitiano ha vuelto a poner de relieve la pasión de las discusiones respecto a los asuntos binacionales. Basta con ver las redes sociales para comprobar los enardecidos comentarios y los llamados constantes al belicismo y la confrontación.

Lo cierto es que el ánimo de los actuales gobiernos a ambos lados de la frontera dista mucho de la violencia, apostando por el diálogo, el entendimiento y el beneficio mutuo, poniendo en práctica la llamada “Buena Vecindad”, que no es más que una opción de ejecución política que busca generar relaciones cordiales y respetuosas entre las dos naciones de la isla, sin que esto signifique el abandono de la defensa de sus intereses nacionales de cada Estado.

No se puede negar que existe un impasse entre la República Dominicana y Haití respecto al uso de las aguas del río Dajabón-Masacre, pero este hecho puntual debe ser visto desde una perspectiva mayor, abriendo la posibilidad de tratar de manera integral el asunto de las aguas binacionales, pues si bien ahora nos ocupa este caso, no es menos cierto que los tratados binacionales vigentes deben ser ajustados a la contemporaneidad, creando un marco general de uso y manejo de aguas compartidas que permita la utilización equitativa y racional de los recursos hídricos sin prejuicio de ninguno de los dos pueblos.

El diálogo es la única opción viable, y depende primero del nivel técnico realizar los estudios pertinentes que diluciden el posible impacto directo e indirecto de esta obra, y luego al nivel político negociar los parámetros y las normas que regularán cualquier tipo de construcción.

Todavía falta un largo camino, y la República Dominicana, que ya tiene experiencia previa en la creación de embales y obras similares en la zona, puede ofrecer asesoría y ayuda al gobierno haitiano durante el proceso, además de ser acompañados por la comunidad internacional a través de los organismos especializados.

Las cartas están sobre la mesa, la disposición está expresada, toca ahora a los miembros de la Comisión Mixta Bilateral Domínico-Haitiana buscar la manera adecuada de utilizar esta coyuntura para resolver un asunto que por su relevancia ha de generar situaciones conflictivas no solo en el presente, sino también en el futuro.