Transcurridas las elecciones nacionales de la República Dominicana con el triunfo abrumador y en primera vuelta del Lic. Luís Abinader Corona, candidato presidencial del opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM); así como con el aplastante revés para el gobierno en las elecciones congresuales, donde el PRM se ha llevado diecinueve senadurías contra cinco senadurías del PLD; es oportuno llamar la atención de los triunfadores sobre el hecho de que en esta oportunidad el dominicano, profundamente indignado con una forma desafortunada de hacer política, no ha entregado un cheque en blanco y que muy por el contrario, se encuentra atento a pasar factura más temprano que tarde. Con el muerto en el hoyo, hay que atender de inmediato todo lo que había sido abandonado a su suerte, para fomentar el modelo clientelista derrotado.

No vamos a sumarnos a aquellas voces que amanecen felicitando a una Junta Central Electoral que hoy lo único que logró fue lavarse un poco la cara del descrédito ganado con creces, por su complicidad en los hechos que sumieron al país en la más profunda crisis política moderna (que aun no han sido investigados con el rigor necesario para impartir responsabilidades e imponer resarcimiento a una sociedad que requiere respuestas). Esa Junta ha sido complice en la supresión criminal del voto en el exterior y le hizo el juego al gobierno moviendo aviesamente a los votantes de sus respectivos colegios para que no pudieran votar. Si algo se le puede agradecer a esa junta es que con la vagabundería del 16 de febrero de este 2020, forzó la cohesión de una juventud ansiosa de soluciones democráticas, que despertó en ese momento, se lanzó a las calles y ocupó la Plaza de la Bandera por casi un mes, exigiendo el respeto a la democracia.

Tampoco vamos a corear que lo que pasó ayer fuera una “fiesta de la democracia” porque eso sería echar tierra sobre los meses de agonía política donde el partido de gobierno primero sometió al país a la agonía de una posible reforma constitucional y luego mantuvo a la oposición secuestrada en medio de una pandemia; aprobándose contratos lesivos a la libre; violando sus propias regulaciones de seguridad en perjuicio de la salud de un pueblo vulnerable y sobre todo a través del acto criminal de la desviación de miles de millones que en vez de ir destinados a los esfuerzos para combatir el Covid-19, fueron invertidos vulgarmente en la campaña del candidato del Presidente. No puedo hablar de “fiesta de la democracia” en estas circunstancias; el resultado de estas elecciones ha sido un parto muy doloroso, cuyo producto ha salido viable tan sólo porque la madre resultó ser buena paridora.

En estas circunstancias, el Lic. Luís Abinader (Presidente electo por los dominicanos) debe estar claro de que este pueblo no aguanta otro borrón y cuenta nueva; que los responsables de nuestra miseria económica y moral deben ser procesados (en un clima de libertad y empoderamiento Judicial), con la consecuente incautación de los bienes productos de los ilícitos y sus utilidades; y sobre todo que los ministros, directores, superintendentes y administradores del nuevo gobierno comprendan de una vez y por todas que no son una casta privilegiada; sino que por el contrario, son mandatarios al servicio de los ciudadanos, a quienes deben explicaciones.

Es necesario tomar responsabilidad inmediata sobre el tema de la pandemia, para evitar continuar exponiendo a todos al peligro y/o a la muerte; emprender el camino hacia el desarrollo real, a través del fomento de la educación técnica y profesional para todos los dominicanos; de la salud pública y la seguridad social; la modernización de la legislación laboral y atención a las necesidades de los trabajadores; el saneamiento del sistema energético nacional; la protección efectiva de nuestros recursos naturales; dotar de independencia al sistema judicial; así como devolver el necesario sentido de decencia al accionar político, implementando sistemas de fiscalización efectivos contra el lavado de activos a través del ejercicio de la política y desterrando a los oportunistas, mercaderes, delincuentes y sus testaferros del poder. El futuro de este país necesita y reclama urgentemente de un ejemplo de ejercicio responsable de las funciones públicas.

Felicito al único protagonista de esta hazaña, que es el pueblo dominicano, a quien hay que devolverle tanto sacrificio, no con dádivas, ni salami; sino con las herramientas necesarias para alcanzar una vida digna. El Presidente electo es un hombre con cualidades personales, preparación profesional, con un legado que preservar y con experiencias sobradas para conducir los destinos del país hacia horizontes más claros; por lo cual me permito exhortarle escuchar con humildad a los ciudadanos que le confiamos el poder y responder en consecuencia; evitar el canto de sirenas y gobernar para hacerlo bien en los cuatro años que se le han confiado, sin esperar una reelección que de nada sirve si es para salir escondido y por la puerta de atrás; que se vea en el espejo de Leonel Fernández y Danilo Medina y opte por la grandeza.

El 19 de noviembre de 1863 el Presidente Lincoln pronunció un breve discurso durante los actos de consagración del cementerio para los soldados caídos en la batalla de Gettysburg; sin embargo, dicho discurso ha pasado a ser una de las piezas más importantes en la historia de la oratoria política y es que es en esta pieza donde nace la noción democrática del “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Señor Presidente Abinader no olvide ese simple postulado, léalo muchas veces y cada vez que sienta que se aleja de sus postulados, vuelva a leerlo; le auguro que este pueblo le devolverá con creces lo que nunca podrá ofrecerle el poder.