Regreso de un viaje a Francia, donde un amigo diplomático, conocedor de la República Dominicana de antaño me tenía grabado el documental “L’envers du paradis” que pasó recientemente en una cadena del cable francés.

Este reportaje trata de lo que muchos se niegan a ver de nuestro país. Es sombrío, es un condensado de los submundos que albergamos, de las partes atrás y de muchos de los males que nos aquejan. Pinta el otro lado de la barrera, el revés de lo que el ministerio de Turismo promueve como destino de sol y playa; es el negativo de todo lo bello y bueno que podemos ofrecer. Es un trabajo periodístico que nos hace entrar en la miseria humana y en la degradación de nuestra sociedad con su doble moral, su corrupción, su doble lenguaje.

Gracias a una cámara escondida tenemos acceso a la crudeza de la prostitución juvenil. Se entrevista a los viejos deshechos de la humanidad europea que abundan y contaminan muchos de nuestros entornos turísticos, alentados a realizar sus fantasías gracias a la impunidad y al viagra. Figuran en las estadísticas de turismo al igual que las mujeres maduras en búsqueda de sanky pankys y del vigor criollo.

El documental muestra nuestro involucramiento en el mundo de la droga como puente de tráfico y de consumo y el drama de las cárceles dominicanas  Habla de las perversiones del Norte y de los efectos que tiene el turismo sobre una sociedad fragilizada, sin niveles de educación adecuados y con escasa capacidad de discernimiento.

Al igual que la chykungunya estas denuncias no han parado el flujo de visitantes hacia nuestra tierra. Sin embargo, al asunto hay que meterle cabeza: la meta de 10 millones de turistas acabará por prostituir la mente de un número cada vez mayor de jóvenes sin futuro que ven en el extranjero la solución a todos sus problemas.

Algunos esfuerzos como los de algunos hoteles y de ASHONORTE, nominado Top member 2014 por Tourism Child-Protection Code of Conduct por su trabajo y compromiso en la protección de niños y adolescentes y a favor de un turismo que proteja la niñez, deben ser celebrados.

Hoy en día el objetivo de demasiadas niñas y adolescentes de los sectores más desfavorecidos es, a la franca, el de casarse con un extranjero. En los callejones las niñas sueñan con el príncipe azul que es un príncipe blanco, ya que “el dominicano no sirve” como lo enuncian piojitas con un aplomo que asusta.  Con esta visión de futuro nuestras niñas desisten de antemano de un proyecto escolar y de una formación de calidad que, de todas maneras, están fuera de su alcance.

Lo importante es seducir a como dé lugar: cuando una niñita que apenas camina, se menea y mueve la colita al ritmo de nuestra música urbana de una manera erótica, es cuando más aplausos recibe en su entorno familiar y en el vecindario. La música y las formas de divertirse de una juventud con pocas oportunidades son el reflejo de sus vivencias, de la violencia y de los pocos derechos que la sociedad le brinda.

Una modalidad que se extiende es el acercamiento con el  príncipe azul vía chateo. Luego de intercambios apasionados, el príncipe llega al país, se consume el matrimonio construido por  skype, se casan y la muchacha vuela hacia su sueño o su infierno. La huida, la visa, es el sueño de parte de nuestra juventud, de uno u otro sexo.

Sin una lucha cabal contra la corrupción y la impunidad, sin el acceso a una educación de calidad con una discriminación positiva hacia los sectores más rezagados de la sociedad tomando en cuenta los graves problemas psicosociales que afectan a nuestros niños y niñas, sin una justicia que funcione, condenamos niños y niñas de la República Dominicana a un futuro degradante del cual somos todos responsables.