Con estas palabras describe en 1887 uno de los trinitarios y amigo de  Juan Pablo, el fundador José María Serra.

De ojos azules, mirada serena, tez suave y rosada, labios finos, sonrisa dulce y cariñosa, bigote negro y espeso, en contraste con su dorada y poca poblada cabellera.

Todos los retratos que se han realizado del Fundador de la República pueden reducirse a dos imágenes.

Una es la cabeza en posición de tres cuartos y el cuerpo entero con una mano en un bolsillo y en la otra sosteniendo el bastón. Los retratos que se han realizado sobre esta última se sostienen en la fotografía que le fue tomada en Venezuela pocos años antes de su muerte.

Podríamos preguntarnos entonces.

Cual debe ser  el retrato de Duarte que el Estado Dominicano  debe utilizar  como la imagen oficial del padre fundador.

Por las pinturas que se han repetido desde entonces sabemos de la fotografía tomada por Prospero Rey en Venezuela tres años antes de la muerte del patricio y cuando contaba ya con sesenta años y enfermo.

Sabemos además del retrato que hizo aquí uno de los precursores de la pintura dominicana en el 1887.  Se trata de Alejandro Bonilla,  amigo Duarte.

Como sabemos hay más retratos hechos a través de nuestra historia por destacados artistas de todas las épocas.

De todos se destaca el que en la última década del siglo XIX realizara  Rodríguez Urdaneta. Este   se expone ahora  en una en una de las salas del Instituto Duartiano.

El retrato que hizo Rodríguez Urdaneta resulta una de las obras más importantes del la historia del arte dominicano. Esto es independiente del sujeto retratado.

Es una pintura que marca la época en que vivían los dominicanos si nos fijamos en el estilo  que responde a la época en que vivían en Europa los creadores del Neoclasicismo que produjo el llamado pintor de la revolución  a dos siglos de distancia.