La decisión del Presidente Danilo Medina de declarar este año 2020 como el Año de la Consolidación de la Seguridad Alimentaria, y la celebración el próximo 22 de marzo del Día Mundial del Agua, nos invitan a reflexionar sobre los nexos entre el agua y la seguridad alimentaria.

Esta reflexión es pertinente en República Dominicana porque producimos la mayoría de los alimentos básicos que consumimos, y la agricultura es el sector que utiliza mayor cantidad del agua disponible, por encima del 50% según el Plan Hidrológico Nacional (PHN 2012).

El Gobierno ha mencionado en varias ocasiones que en el país se produce el 85% de los alimentos que consumimos. Quisiera aprovechar para concretar un poco más este dato. Se refiere a los alimentos que conforman la canasta básica de la población, y para cuatro de ellos nuestra producción nacional cubre el 100% de las necesidades: arroz, bananos, plátanos y huevos.

La FAO ha realizado un análisis reciente sobre trece alimentos de la canasta básica. En diez de ellos, el índice de autosuficiencia está por encima del 90%. Este índice se elabora con datos nacionales de producción, exportaciones e importaciones, y nos señala hasta dónde el país depende de la producción propia para el producto agrícola examinado. Ningún producto baja del 70% de autosuficiencia, con excepción de las habichuelas, que actualmente está en un 56%.

República Dominicana está muy bien en términos de Soberanía Alimentaria, sobre todo si la comparamos con países de nuestro entorno en el Caribe o de Centroamérica.

Pero la seguridad alimentaria no sólo se relaciona con la cantidad y la calidad de los alimentos que consumimos, y su origen, nacional o importado. También hay que observar otros parámetros, entre ellos la salud de nuestras familias y la capacidad de generar ingresos para comprar los alimentos o para producirlos directamente. Me voy a referir a ellos desde una perspectiva de la disponibilidad y uso del agua.

Disponibilidad de agua para el consumo humano

Respecto a la salud, quisiera resaltar la importancia del acceso al agua potable en las escuelas. Según el último informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición (FAO, FIDA, UNICEF, PMA, OMS, 2019), un acceso fácil en las escuelas a agua corriente y potable ofrece una alternativa saludable al consumo de bebidas azucaradas. Y si se reduce la inversión en infraestructuras escolares importantes para la salud, como las relacionadas con el agua potable y el saneamiento, aumenta el riesgo de contraer enfermedades infecciosas y puede conllevar problemas serios de desnutrición.

En este sentido, iniciativas como la desarrollada por INABIE y el Ministerio de Educación en una escuela de Monte Plata, con el apoyo técnico y financiero de la FAO y del Gobierno mexicano a través de su agencia de Cooperación Internacional (AMEXCID), resultan de mucho interés para la política pública. Se estableció un sistema de captación de agua de lluvia, que luego se potabiliza, y que, gestionado por toda la comunidad del centro educativo, está demostrando que los niños y niñas pueden disponer de agua potable de mayor calidad y a un coste inferior que el que suponía la compra semanal de botellones.

Disponibilidad de agua para la agricultura

En el ámbito rural, el agua, además de ser un líquido imprescindible para la salud, es uno de los principales recursos que pueden hacer que una familia rural dedicada a la agricultura supere de manera sostenible una situación de pobreza. El acceso a sistemas de riego, eficientes y permanentes, puede mejorar los ingresos familiares, sobre todo del grupo más vulnerable identificado como agricultura familiar, pero también puede mejorar la soberanía y seguridad alimentaria y nutricional de toda la población. Esta agricultura familiar es precisamente la que produce la mayoría de los alimentos de la canasta básica.

Uso eficiente del agua

La eficiencia en el uso del agua es vital en la República Dominicana, de acuerdo con los datos disponibles. Según el INDRHI (PHN 2012), la disponibilidad anual de agua en el país es de 25,966.69 Millones de Metros Cúbicos (MMC), agua que podemos captar en alguno de los 97 ríos del país o en los acuíferos.

Se suelen utilizar dos indicadores para evaluar si esta disponibilidad es suficiente o no.

El primero se relaciona con la disponibilidad hídrica per cápita, que ha sido estimada en 2,628 m3/habitante/año, empleando para ello datos base de 2005. Este indicador sugiere que el país se sitúa entre aquellos con una dotación de agua por habitante aceptable, pero cuando se evalúa por región hidrográfica, aquellas con mayor población muestran situaciones de franca escasez, como es el caso de la región del Ozama-Nizao.

El segundo indicador se basa en la presión hídrica, que considera el balance entre la disponibilidad y la demanda tomando en cuenta todos los usos del agua. Este análisis nos informa que regiones hidrográficas como las del Yaque del Norte, Yaque del Sur, Yuna y Ozama-Nizao muestran una presión estimada en 2020 superior al 40%. Este umbral es el que utiliza la comunidad internacional para determinar que, con frecuencia, el ritmo de utilización supera el de la renovación natural, y que debe prestarse una atención urgente a la ordenación intensiva del recurso y a la demanda de que es objeto.

Conclusión

Desde la FAO planteamos dos cuestiones centrales: cómo lograr un uso del agua más eficiente y equitativo en la agricultura, para producir más alimentos con menos agua, y cómo asegurar el acceso a un agua potable, de calidad, a toda la población.

La ganadería y los cultivos necesitan agua para desarrollarse. Además, aunque a veces se nos olvida, el agua es el principal alimento. Sin agua no podemos sobrevivir, y si el agua está contaminada no se puede disfrutar de una vida saludable, ni las personas ni el medio ambiente en general.