Hace apenas días que el gobierno de Finlandia renunció en pleno tras admitir el fracaso de sus reformas sociales (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-47497301). Esto no sorprende en un país de 11 millones de habitantes que se distingue por tener la economía mas competitiva de Europa y el mejor sistema educativo del mundo. Ante tal ejemplo de responsabilidad política, y frente a los graves desafíos que nosotros confrontamos, conviene preguntarnos si el retiro simultaneo de nuestros tres líderes políticos (que han logrado la investidura presidencial) podría significar un gran salto de desarrollo para la nación.
La trilogía no es pertinente porque nos recuerde a Duarte y sus trinitarios. Es mas bien porque en la época postrujillista los destinos nacionales han sido gobernados por tres grandes líderes de antaño (Balaguer, Bosch, Pena Gomez) y por tres en las últimas décadas (Fernandez, Mejia y Medina). Si a los líderes máximos se les puede imputar la principal responsabilidad de los males que actualmente nos aquejan –algo que muchos disputaran—entonces la propuesta de la renuncia de los vigentes no debe parecer extraña. Ellos representan intuitu personae las falencias de la clase política que nos dirige y su retiro voluntario podría provocar una saludable regeneración.
En este país el reemplazo de los liderazgos políticos nunca se ha dado con salidas tan civilizadas. Desde que nos insertamos en el concierto de naciones independientes, los reemplazos han estado signados por agrios enfrentamientos y/o trifulcas políticas sangrientas. La montonera era hasta hace poco el recurso prevaleciente y solo en la época postrijillista hemos logrado encausarnos por el sendero institucionalizado de las elecciones. Con un trasfondo histórico de caverna política, pretender el retiro simultaneo de los grandes líderes parecería un sueño inalcanzable.
Pero el sombrío panorama nacional lleva a cuestionar sus logros. Las encuestas han diagnosticado que la delincuencia y la corrupción son los dos más grandes males que afligen a la sociedad, con un 89% calificando a esta última como alarmante (http://hoy.com.do/encuesta-gallup-hoy-amplia-mayoria-considera-alarmante-niveles-corrupcion/). Estamos además entre los países de peores rendimientos escolares, colocados en el último lugar en ciencias y matemáticas. Y otras mediciones nos asignan posiciones vergonzosas respecto a una retahíla de rasgos nacionales (https://listindiario.com/economia/2019/03/15/557460/rd-encabeza-ranking-de-naciones-con-muy-baja-calidad-de-vida). No sorprende entonces que un 74% de los ciudadanos reporte sentirse pesimista sobre las perspectivas del país (http://hoy.com.do/encuesta-gallup-hoy-ciudadanos-expresan-pesimismo-sobre-el-pais/).
Recientes acontecimientos sugieren también un sentimiento de hartazgo con la clase política. La manifestación que mejor lo expresa fue el fenómeno de la Marcha Verde, el cual logró movilizar mayormente a la clase media en demanda del cese de la corrupción y la impunidad. Por otro lado, la Gallup reportó que los partidos políticos y la Policía Nacional son las instituciones que generan más desconfianza en la población, que un 71% de los encuestados rechazó una nueva modificación constitucional y que existe una significativa incertidumbre en el electorado sobre los posibles candidatos presidenciales (http://hoy.com.do/encuesta-gallup-hoy-7/ y http://hoy.com.do/la-carta-magna-no-debe-modificarse-por-reeleccion/),.
Todavía nuestro corpus político es desangrado por las funestas practicas del clientelismo y el nepotismo y aun así hay muchos que prefieren reincidir en ellas. Pero como hemos demostrado destinando el 4% del PIB a la educación, somos capaces de unirnos con fines desarrollistas. Por eso en el día de hoy estamos convocados a repudiar la lujuria del poder político a través de la ambición de la reelección. El liderazgo nacional está consciente de que las 39 modificaciones constitucionales de la vida republicana han sido motivadas por ese monstruo de siete cabezas que trastrueca la institucionalidad democrática.
Pero un gesto de grandeza duartiana del presidente Medina al declinar su repostularían debe ser homologado por el retiro de los otros dos expresidentes, tornándose, como señalara Meriño en su famoso sermón en defensa de la figura histórica de Duarte, “sordos a las insinuaciones de la lisonja y esquivos al acicate de la ambición.” Todas las realidades conjuntadas descritas más arriba justificarían un pedimento de que Leonel, Hipólito y Danilo, inspirados por el sacrificio de los trinitarios originales, cuelguen los guantes para dejar fluir sangre nueva en sus respectivos partidos políticos. Deben recordar el ejemplo de Juan Pablo Duarte, quien declinó por lo menos tres veces la primera magistratura para no provocar desgarramientos en la causa de la independencia.
La propuesta del retiro será descartada por algunos como un sueño de ingenuos. Dirán que esos gestos pueden darse en Inglaterra o en Finlandia, pero aquí no se considera posible y mucho menos probable. Dirán que los liderazgos se construyen con los años de práctica política y que la creación de un vacío político como el que surgiría con el retiro de marras podría desestabilizar al país, sumiendo a los respectivos partidos en una espiral de confrontaciones estériles. Otros objetaran aduciendo que la destreza política que han adquirido los emplazados presagia mejores resultados en la conducción del Estado que los que podrían conseguir sus reemplazos. Parafraseando a Lilis, mejor es no mover los altares para que no se caigan los santos.
Sin embargo, la historia mundial esta llena de ejemplos de desprendimientos fecundos. Washington, Mandela y Mujica son algunos de los lideres políticos que se han retirado para dejar paso a otros sin que ello haya causado una hecatombe en sus respectivos países. Hace apenas días que el gobernante de 30 años de Kazajistan anunció su retiro y ahí todo parece enrumbarse hacia una transición pacifica y bienhechora. Aun cuando Robert Mugabe, el mandatario de 93 años de Zimbawe quiso aferrarse al poder el pasado año, la transición hacia una nueva figura se logró sin derramamiento de sangre. Buteflika, de Argelia, ha tenido que despedirse de la misma manera.
¿Qué sucedería en el PRM y el PLD si nuestros tres adalides acogen el retiro simultaneo? Siempre que se empleen en hacer los arreglos de lugar, su gesto podría lograr una transición suave y hasta inspiradora. En el PRM se produciría una consolidación de la candidatura de Luis Abinader, habiendo Hipólito previamente acordado una participación digna de sus parciales en un nuevo gobierno. En el PLD bastaría con que los dos sabios se pongan de acuerdo en un sucesor aceptable que supiera repartir adecuadamente las mieles y deberes del poder. De manera que no hay porque suponer que el propuesto retiro tendría efectos disruptivos. Por lo contrario, los protagonistas pasarían a la historia como apóstoles del derecho y no cultores de la fuerza.
Al final, lo difícil seria predecir si una transición suave del liderazgo produciría un auténtico salto de desarrollo. Puesto que los sustitutos serian pupilos enchumbados de las experiencias partidarias de sus líderes, habría que preguntarse si serían capaces de provocar un giro hacia una mayor institucionalidad democrática. Si lo hicieran, el gesto de decencia política de los lideres habría que inscribirlo en los anales de nuestra historia como un verdadero acto revolucionario. De no hacerlo, este escrito habría que descartarlo como un espejismo perfumado, un puro “ludibrio de los necios”.