Los diplomáticos designados por los ministerios de relaciones exteriores de los países que están clasificados como los mejores en términos de diplomacia, juegan un papel extraordinario en las relaciones internacionales de dichos Estados. La imagen de las delegaciones diplomáticas acreditadas en una terminada nación, sin lugar a dudas, es la imagen del Estado nacional que realiza el nombramiento de estos funcionarios de carrera, o figuras estelares de la intelectualidad, cuyo prestigio es en sí mismo la mejor carta de presentación a nivel nacional e internacional.

Los nuevos elementos que forman partes del quehacer diplomático de hoy en este mundo global, obliga necesariamente al rediseño de la diplomacia, no sólo como piezas del ajedrez de las relaciones diplomáticas y el mundo político de la vieja tradición convencional, sino para enfrentar los nuevos desafíos que demanda la complejidad de las relaciones comerciales y geopolíticas que motorizan las grandes inversiones del mundo empresarial, en las que los Estados juegan un papel fundamental geopolíticamente a través de sus eficientes relaciones exteriores en el .

La República Dominicana cuenta con buenos diplomáticos de carrera y recursos intelectuales y profesionales, que aunque no han formado parte del cuerpo diplomático del país, pudieran desempeñar un papel formidable en el desempeño de un buen trabajo en nuestras relaciones exteriores. Sabemos que tenemos buenos embajadores en ejercicio o fuera de él; sin embargo, es de conocimiento de todos los dominicanos que nuestra cancillería sufre el peor proceso de arrabalización que se haya conocido en la historia de las relaciones exteriores de país alguno en el mundo.

La politiquería, la política de reparto de la burocracia pública y la falta de compromiso con la nación han degradado el sistema de las relaciones diplomáticas de la nación dominicana. Cuando una nación expone su ministerio de relaciones exteriores al criollismo de la política nacional, para que, sobre su esencia e historia, se convierta en un mercado del negocio político de la vida cotidiana, y como operación burda de las transacciones de reparto clientelar y electoral, entonces las relaciones

exteriores de ese país se destruyen y no alcanzan siquiera la categoría del concepto, en el buen sentido de la palabra, que el mundo tiene sobre el significado de una de las áreas esenciales de un Estado moderno.

Todos nuestros países del área nos superan en la calidad y tradición de sus relaciones exteriores. Muchas personas ignoran que Cuba y Haití ocupan los primeros lugares en el mundo entre los países con mejor diplomacia. Esto les ha permitido jugar papeles protagónicos en situaciones y tiempos difíciles de sus relaciones internacionales. Es urgente la transformación del sistema de nuestra política internacional y ésto sólo se logra desde el cambio político en el país que sea capaz de transformar nuestra Cancillería o Ministerio de Relaciones Exteriores. El nuevo gobierno del próximo año tiene un gran desafío con la diplomacia del país. Está obligado a cambiar el rumbo de las relaciones exteriores del país. Cuando ésto ocurra, el mundo cambiará su mirada hacia nosotros!