El nuestro es uno de los pocos países que todavía marcha a contracorriente de los nuevos tiempos en el campo de la renovación del liderazgo político. Si miramos los rostros añosos de quienes aún accionan, aspiran a cargos electivos o pujan por ocupar posiciones dentro del aparato partidario, nos daremos cuenta de lo poco que se ha rejuvenecido la política vernácula.

Parecemos una sociedad congelada en el tiempo, con viejos actores que quizá representaron bien, alguna vez, los dramas de su tiempo, pero que hoy no sintonizan con el escenario moderno del público que se formó en la época del BlackBerry y del manejo de la mensajería instantánea del WhatsApp, de Facebook y Twiter.

Para lagerontocracia partidaria el tiempo no pasa y si pasa lo hace circularmente para encontrarlo a ellos parados en la estación del pasado donde el tren de la historia hace tiempo que pasó, dejándolo a ellos atrás.

Nuestros viejos políticos no se dan cuenta de que son también políticos viejos que marcan un desfase con la política de hoy. Por eso no contemplan el retiro, aun a sabiendas de que su brazo político no lanza la misma recta que antes.

En el ejercicio de la política nacional no acontece lo que en el deporte, donde la ley del tiempo impone el retiro cuando la disminución en la potencia, velocidad y rendimiento se hace evidente. Los buenos atletas prefieren retirarse con toda su gloria, ante que empecinarse en jugar con sus capacidades físicas mermadas y hacer un papel vergonzoso que opaque sus lauros conquistados y se desdibuje su recuerdo.

Nuestros viejos políticos no se dan cuenta de que son también políticos viejos que marcan un desfase con la política de hoy. Por eso no contemplan el retiro

Pero eso no significa que ya no sirvan para nada, pues se aprovecha su utilidad y experiencia como managers, consejeros, asesores o entrenadores. Pero ya no activan dentro del campo de juego, el cual han cedido a jugadores que tienen nuevas técnicas, nuevo vigor, nueva visión y nuevas ganas de hacer un juego diferente.

Como esto no sucede con nuestros políticos, estamos condenados a sufrir a antiguos líderes incapaces de entender que su carnaval pasó, y sobre todo, si han sido muy carnavalescos en su forma y estilo de interpretar algo tan serio como la política. En la mayoría de los países, un fracaso en lograr el objetivo supremo de un partido que es el ascenso al poder es una razón para expiar su culpa con el retiro. Aquí no. En esos países lo primero que piden es la cabeza del líder incapaz de darle la corona del triunfo al partido.

En nuestro patio parece que dos ni tres, o quizá ni cuatro, es suficiente para persuadirlo de que se jubilen políticamente. Por eso vemos a organizaciones atomizadas y otras involucionando o haciendo implosión a causa de este tipos de dirigentes que se niegan a entregar el cetro del relevo necesario.

Los partidos dirigidos por los ancianos de cuerpo, mente y métodos de hacer política, también envejecen en las manos de estos dirigentes que se empecinan en mantener una vigencia forzada que le niegaespacios a las nuevas generaciones que se sienten obstaculizadas por una gerontocracia que no quiere acatar el mandato del calendario: el retiro.

Ejemplos patéticos de esto último, son Joaquín Balaguer y Juan Bosh. El primero fuereelecto como presidente en 1990 a los 84 años de edad, con todo y ceguera, y en 1994 volvió a repetir en el poder a los 88 años de edad. Y si lo dejaban, iba a morir sentado en la silla de alfileres, la cual parece que había acorchado muy bien para no sentir los pinchazos.

Del segundo, el ilustre profesor Juan Bosh, gran maestro de la política que ponía los principios por encima de los pactos conveniencieros, solo los trastornos seniles de la mente lo llevaron a retirarse involuntariamente. La demencia senil de sus últimos años fue aprovechada por Leonel y sus acólitos reformistas para levantarle la mano a su enemigo político e ideológico, Balaguer, aquel funesto día del mal llamado Pacto Patriótico, con el cual se le cerró el paso hacia el palacio a José Francisco Peña Gómez.

El tribunal de la historia tendrá que condenar duramente a quienes llevaron a Bosh a desdecirse de todo lo que fue su limpia y honesta trayectoria política, aprovechando la disminución de sus facultades de raciocinio.

Retomando el asunto de la negativa a jubilarse, diremos que muchos dirigentes jurásicos hablan de que el futuro de la democracia se encuentra en los líderes jóvenes, pero solo asumen esto como pose discursiva, pues en los hechos sirven de retranca para su desarrollo.

Los viejos dirigentes que se niegan a heredarle los mandos dirigenciales a la generación del relevo, se convierten en usurpadores de las posiciones que ostentan, sin darse cuenta, pues ya no representan más que al retroceso y a los arcaísmos.

En los partidos y en las organizaciones que no se renuevan, donde no hay cambio generacional en la dirigencia política, predomina un vacío que urge llenar. El espacio, usurpado por los dirigentes incapaces, por los viejos políticos y la vieja política, debe cedérsele a quienes a través de sus liderazgos, participación,actitudes y vocación demuestren que son dignos continuadores de la más brillante historia del partido.

El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, también estaba necesitadode la incorporación de las nuevas generaciones y de nuevas mentalidades que estaban opacadas y marginadas, pero que hoy tienen la oportunidad de florecer y labrar su propio espacio dentro de un liderazgo que le da oportunidades para que hagan carrera política, inspirados en los ideales peñagomistas de servicio al pueblo.

Hoy el PRD no está secuestrado por el sectarismo ni las practicas divisionistas de los viejos políticos monopolistas de espacios, de puestos y de liderazgos no bien ganados. Ya el partido blanco no es un club de particulares sino una organización de todos los perredeistas, que ahora se sienten liberados de muchos lastres del pasado y que pueden sacar las cabezas que antes estaban aplastadas bajo los zapatos de dirigentes rancios.