La imagen corrió con soltura por las redes. Los comentarios de adhesión superaban cien a uno los textos de rechazo. Fija, inmóvil, pero elocuente, constituía una cantera de datos, un relato profundo y llano que se colocaba en diferentes perspectivas. Dos fotos la componían, una en la parte superior mostrando a 16 senadores, una senadora, y al presidente entrante, Danilo Medina, en el centro; otra con cuatro senadores y al mismo sujeto en el medio, solo que en calidad de exmandatario. Dos textos estampan sendas fotos. La primera: “Senadores que dejó Leonel”; la segunda: “Senadores que dejó Danilo”.
Entre las tantas historias detrás de cada foto se oculta el hecho de que en la cantidad de senadores de la primera no se refleja el número de hombres y mujeres que Leonel llevó al Senado de la República en condición de representantes de sus provincias y el Distrito Nacional, ya que los escaños alcanzados fueron 31; se esconde también el dato de que de aquellos cuatro de la estampa en la imagen de abajo, por lo menos uno alcanzó la curul sin la legitimidad de la expresión efectiva del elector de su demarcación en la urna, lo que hubiera reducido aquella captura testimonial a la realidad cuasi objetiva.
Pues bien, husmeando en una búsqueda tediosa entre los comentarios negativos que se perdían en la oleada favorable, encontré algunos insinuando, con argumentos nada felices, que aquello era parte del chisme político. Y yo, desde un prisma más profundo que buscaba la objetividad y no la justificación, la escudriñé más allá de lo simple, más allá del pretendido descalificativo, para luego exponer en siete entregas de mi cuenta te Twitter mis reflexiones en torno a aquella imagen:
“1-Esta no es una imagen producto del ocio político. La vierte una reflexión gráfica de un tema que amerita seriedad en el análisis, pues en ella se sintetiza un proceso dialéctico estrictamente político, en el que las miserias personales precipitaron un salto histórico inevitable.
2-No es chiste, no es mofa; no se trata de un meme que intenta separar a las focas y sus aplausos vacíos de contenidos y cobardes, de las acciones valientes y conscientes de las responsabilidades históricas que implican sacrificios orientados a la colectividad.
3-La imagen es algo que trasciende a la discusión pueril y callejera; es un producto, un resultado, una consecuencia de la banalidad en la política, de la degradación en su ejercicio, de la ‘corporativización’ de una organización con fines rentistas.
4-La comparación que muestra la imagen es el parto de la imposición de un cartel que, como todo cartel en su naturaleza, se decantó por los atajos que desafían las reglas de juego creyendo que el dinero corruptor lo compra todo: la dignidad, la entereza, la honradez.
5-Esta imagen es un testimonio histórico que se asemeja al espectáculo de Mussolini colgado por el pueblo junto a sus cómplices en un parque público, o la del búnker de Hitler abandonado con su Nacional Socialismo y su esvástica arrogante, rota en pedazos por la dignidad humana.
6-Me entristecen los que, no siendo oportunistas, se adhieren, por ingenuidad política o agradecer un favor (o más bien una compra) que le correspondía como derecho, a acciones de defensa de lo injustificable, del oprobio, las vilezas y todo intento de humillación obscena.
7-Tras esa imagen se esconden sacrificios familiares y económicos; sacrificios de ‘bienes accionarios’ dejados a los oportunistas que comenzaron a ser parte de la ‘cartelización’, porque la utopía aún tiene valor, pues es la aspiración a lo humano, a lo noble; la negación al odio”.