La Radio sigue siendo la reina comunicacional. Es el Espíritu Santo de la comunicación social: está en todas partes, no se deja ver e impera. Nada ni nadie la puede detener. Atraviesa puertas, anda mares, cielos y territorios. Como si fuera superior a la luz y al agua.
El audio de la radio está en las redes de internet y otras, en la televisión, en el cine, en los trenes, en los aviones, en los miles y miles y miles y miles de millones de automóviles, celulares, computadoras…
Aún, al 2014, el Presidente de Estados Unidos habla cada semana por la radio de su país porque sabe que llega a todos los públicos: letrados, analfabetos, videntes, ciegos, políticos, mudos… A todos.
El medio radio impera en la República Dominicana, a tal punto que ha instalado varios gobiernos, de la mañana, de la tarde, de la noche, del domingo, a los que han sido trasladadas las discusiones de patios, de parques y esquinas donde todos hablan a la vez de modo que nadie oye a nadie hasta que le mencionan a su madre pero a la larga se comprenden y se acuerdan en sus desacuerdos pocos cuerdos. Son sustanciosos. Un perfecto laboratorio social de la dominicanidad.
Escucho muchos programas radiales y veo y escucho varios de la ahora alicaída televisión dominicana. Tanto así que en la radio he sido capaz de soportar a un tal “Alvarito”, ciertamente un lector voraz, acucioso en exceso, dueño de una memoria oportuna envidiable, tan enciclopédico que cuando alguna pregunta de un radioyente lo atrapa entre primera y segunda, para complacerlo y mantener su ranting de verdadero “cenciólogo” es capaz de inventarse el dato de haber leído “de un día para otro” la novela “La Consagración de la Primera”, de Alejo Carpentier, tan imposible como si yo dijera que la leí en una semana, por aquello de que tiene unas 800 páginas tamaños 6 por 9, es oscura, densa y lentísima como el concierto celeste de las estrellas en su inacabable titilar. Me la leí en un año. Por eso soy uno de sus “envidiosos apandillados”.
Conversando con Ana Simó, temprano de la mañana, es un excelente programa de consultas sicológicas y de entrevistas a expertos en problemas de las azoteas mentales. Por suerte, y gracias a Dios, por allí no se escucha al tal Alvarito –de que sabe, Sabe-, pero sí la voz musical de la Simó auxiliada por la efectiva Rocío Reyes.
Pero donde se paran las aguas es en el programa Hablando de Negocios, en la 92.5, si mal no recuerdo, de muy alto nivel temático y expositivo, en un lenguaje suficiente para todos los públicos. Hablan de todo, más allá de los negocios, pero sin dejarse subyugar por el tema político, generalmente muy maltratado de parte de quienes están a años luz de su quehacer.
Que es donde lo daña a cada rato, lastimeramente, el excelente ginecóloco Mario Lama, quien sabiendo de política y problemáticas sociales lo que yo sé de conducir una nave espacial, a cada rato lo echa a perder todo y entonces tengo que sintonizar otro programa, perdiéndome así a su siquiatra personal permanente Héctor Guerrero Heredia –estrambótico, inventor del pánico carcelario, casi brillante, casi cuerdo, sólido en su especialidad- y a la exquisita cardióloga Lidia Soto, especie de termostato entre dos cuasi cuerdos, de estilo oral asequible, penetrante, casi sensual.
Y también suelo escuchar a Sólo Para Mujeres y A las Hijas de su Madre, el primero producido por Zoila Luna y el segundo por Tania Báez, cual de los dos más atractivos como ellas mismas y las hijas de la segunda. Pero será otro día cuando enfocaré en detalles estas dos buenas producciones.