No hay de otra: debes pagar 25 dólares para deslizarte en las dunas. Como se sabe, los dominicanos conocen la experiencia como “tirarse en yagua” por una cuesta, algunas veces peligrosa. Sin embargo, allá el asunto está tan producido como una película de Chandran Rutnam: vas al lugar, te subes en una especie de tabla –tipo snowboarding. Desde la distancia, todo será filmado. Luego, te entregan el video. Cero brazo roto.

Que negociazo!, le decía a quien me lo contaba. Es la interesante experiencia del sandboarding, y el tour de puesta de sol, muy apreciado por turistas que van al Oasis de Huacahina en Ica, Perú o aquellos que prefieren ir a las dunas de Iquique –en Chile–, o Fortaleza –en Brasil.

Pero no es nada extraño: lo mismo ocurre en Dubái: te llevan del hotel a las dunas (en un vehículo 4×4), un safari en bicicleta, te montan en camellos, y te ofrecen bebidas. Estás en otro mundo, supongo.

Se nos parece a las caricias comercializadas que vemos en importantes santuarios de elefantes en Tailandia. Allí, a precio razonable, puedes nadar, darles cariño y bañarte con ellos. Se trata de ergonómicas charcas y amables lodazales. La interacción con las enormes bestias sucede de manera suave, tierna y adorable. No se trata de maltrato animal sino de protegerlos.

La gente aspira a entretenerse a como dé lugar y busca emociones al costo que sea, prueba de la necesidad de liberación en momentos donde ya no das más, donde se necesita el necesario anti-stress de una vida dedicada al trabajo. Reconócelo: tienes esa extenuación que justifica la búsqueda de una espiritualidad liberadora y al descanso en otros lugares (esa búsqueda del descanso es una de las razones que explican el auge del turismo criollo que tantos aportes hace cada año al fisco). Otros –en Dubái, por ejemplo– quieren cogerlo más easy: visitar una mezquita, o el Burj Al Arab (7 estrellas) a 1,300 euros la noche. Eso sí, te dan dátiles y bombones. Bombones de pa’fuera. Y e fáci? Pensé en un candidato que regalara bombones y no cajitas de navidad lanzadas a la multitud.

Con ganas de volar, a muchos les resulta muy chula –y reveladora– la experiencia de lanzarse de un avión en pleno paracaídas, o desde un precipicio con un parapente entusiasmado o dudoso. Para someterte al vaivén de las olas más retadoras, puedes usar una zigzagueante tabla en una playa de mar “picao”. Conclusión: las opciones de aventura son casi infinitas.

Qué experiencias full de to son las más atesoradas con vainas tecnológicas?

Te recomiendo experimentar con un simulador de vuelo y luego publicar en tus redes que fue mortal. Buscas impresionar, que se sepa que eres un caballo –o una caballa– en el mundo del pilotaje. Reivindícate.

Estaré yo perdida?

“Te sentirás libre”, es una de las frases empleadas en escuelas profesionales de paracaidismo. Nos queda claro que quien se lanza con un paracaídas es, a la larga, alguien que indefectiblemente toma riesgos, algo que nos enseñan en las escuelas de administración en el capítulo de finanzas. Recuerdo que hubo gente que, por allá por la década de los 90’s, pagó de manera temeraria para lanzarse con un paracaídas y lo hizo. Me hubiera gustado analizar con detenimiento la persuasiva propuesta de aquel que se inventó el jueguito ese de decirle a la gente que si te lanzabas a 5,000 pies de altura, serías feliz o, al menos, entrarías en contacto con tu ser interior de mano de la adrenalina del vértigo. Para lograrlo: una emocionante caída libre a 250 kilómetros por hora y a buen precio.

Me decía alguien que otra fuente de entretenimiento –las variantes no se terminan en una pequeña nota–  lo constituyen nuestros deportes pero más que todo el mundo subterráneo de la música de ciertas ciudades. Me argumentaba que cuando buscas algo de qué agarrarte te acuerdas de los goles de Messi o la luminosa sonrisa de la Zampini, una simpatiquísima y hermosa diva de la televisión argentina.

Resulta como cuando escuchas una música que te hace sentir viva. Que te resucita. Que te conecta con tu centro.

Resucitarme? Estaré yo muerta? Já . Te recomiendo Modjo, Lady (Hear Me Tonight).

“El que se aburre es porque quiere”, dice una, privando en gurú en este claro mercado de expectativas y vidas en 3D. “Aquí hay de todo..mi bello, de todo: plazas, parques, bares y restaurantes”, sostiene. “Eso de la búsqueda de adrenalina es teoría tuya”, sentencia.

“Me gustan las caminatas nocturnas”, advierte.   

Posdata: Como si fuera poco, las aguas de la laguna de Huachaquina se asegura (aseguran sus promotores), que tienen propiedades terapéuticas.