Somos tierra de pecadores, más aún en la actividad de la política, donde ninguno de los dirigentes de hoy tiene techo de cristal, porque todos, absolutamente todos, tenemos nuestros pecados, unos por acción, otros por omisión, pero todos somos culpables en mayor o en menor medida de la podredumbre que existe hoy en nuestra decadente sociedad.

La corrupción, el tráfico de influencias, lavado y el narcotráfico son los causantes de las mayores y peores implicaciones de la clase política nuestra, que aunque no es la más beneficiada en términos económicos, es la que ha permitido el alto nivel de inmoralidad e impunidad que acusa sectores de la ciudadanía al día de hoy, somos la mayoría de los políticos los tontos útiles de quienes utilizando el trabajo y el esfuerzo de la clase dirigente se aprovechan, y después nos acusan de lo que ellos mismos hicieron, y siendo sinceros, nosotros le permitimos a la insaciable sociedad civil, a la voraz oligarquía, a los sinuosos oportunistas, a los acicalados popis, a los adinerados contratistas del Estado, y a los técnicos, que son los que le dan forma a los ambiciosos proyectos de los grandes beneficiarios de la mega corrupción que arropa a la nación dominicana.

Los peledeístas para mantenerse en el poder tuvieron que armar un entramado corruptor, a los fines de agenciarse los recursos económicos de campaña, y así garantizar mantenerse en el poder por tantos años, esto es innegable y a la vista de todos.

Los del PRM para lograr sacar a los peledeístas del gobierno se vieron en la disyuntiva de buscar recursos donde los hubiese, con el propósito de poder desalojar a la franquicia morada, y ahí antes de llegar a la mansión de Gazcue, ya estaban comprometidos con sectores de "non sancta"  procedencia.

El hecho cierto es que las acusaciones recíprocas entre proyectos políticos, lo único que harán es desacreditarnos a todos los actores del sistema, dándole paso a la antipolítica, que se aprovechará y tratará de armar un outsider para ir a la toma del poder total, créanlo, de mantenerse el comportamiento infantil de la clase dirigente nuestra, ese imponderable se puede convertir en una funesta realidad que arrase con todo vestigio de la democracia que tenemos hoy, porque no lo duden, los salvadores se convierten en autócratas y en dictadores, solo tenemos que ver el ejemplo de lo que está pasando en la República de El Salvador con el presidente Nayib Bukele.

Aclaro que no estoy planteando un pacto de lenidad ni un acuerdo de protección a los corruptos y lavadores, solo que como estamos comprometidos casi todos los políticos, bien haríamos con no desacreditar a nuestro adversario, porque todos tenemos nuestros trapos sucios, y es mejor lavarlos en casa.

La política de transparencia choca de frente con el carácter idiosincrático del dominicano, que en su afán de buscar superación personal la más de las veces no tiene conciencia moral, porque en esta sociedad liquida en que vivimos, la verdad es que “el fin justifica los medios”, y los abanderados de la honestidad absoluta no tienen espacio en el "país de la búsqueda" en el que habitamos, costará muchos años cambiar la forma de ser de nuestros nacionales, le expresé en un diálogo franco al presidente Abinader, que la mayoría casi absoluta de nuestros compatriotas andan siempre detrás de un cheque, un carnet oficial y un revólver, así somos y así actuamos los dominicanos.

La corrupción, el lavado y el narcotráfico lo han permeado todo, será tortuoso y muy complejo el camino de enderezar esta sociedad, no creo honestamente que ningún gobierno endeble lo logre, porque se tendrán que tomar acciones de excepción, para iniciar el saneamiento de los estamentos sociales afectados, lo que si sé es que si no lo hacemos, esta sociedad será la de una generación perdida, por los más dañinos males que pueden tener un pueblo, abogó por una cumbre del liderazgo político-social dónde se decida a enfrentar esas taras que como nación poseemos.

Desde ya, les aconsejo a los amigos  del Gobierno del Cambio que se dediquen a hacer un gobierno verdaderamente eficiente y de resultados tangibles, porque estoy absolutamente seguro, que por las implicaciones de todos, la política de la moralidad, de la transparencia y de la persecución a la corrupción administrativa como bandera principal, no irá para ningún lado, porque no tendrán credibilidad, y la confrontación les hará perder lenta pero, sostenidamente reputabilidad adicionalmente, porque como aquí le explicó, sin ánimo alguno de polémica, de crítica malsana, ni de actitudes pesimistas, reitero que aquí ningún sector político, empresarial o de la sociedad civil tienen autoridad real ni moral para darles clases de seriedad y transparencia a nadie, porque este esquema ha obligado a que todos de una forma u otra seamos pecadores, y como expresó el gran pensador y filósofo chino, Confucio, hace más de dos mil quinientos años: “El camino recto es como una ancha avenida, no es difícil encontrarlo cuando se busca, pero los hombres no se esfuerzan por descubrirlo”.