El progreso en cuanto a medir el desarrollo de los países y por lo tanto de la humanidad, ha sido notorio a partir del 1990 con el primer Informe del Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD-.

Con el propósito de ser lo más efectivos posibles  respecto a lo  que se hace desde el Estado y  particularmente desde la propia política,  hay que promover la  comprensión a fondo del desarrollo.

¿Qué es el desarrollo?  La respuesta a esa pregunta es un imprescindible punto de partida. El desarrollo no es nada tan evidente, ni tan visible como pudo haberse pensado o creído.

En la actualidad existen dos vías aceptadas como  consenso internacional por medio de las cuales se mide el desarrollo de los países: Índice de Desarrollo Humano (IDH), calculado principalmente a partir de la esperanza de vida, educación e ingreso per cápita; y el Índice Global de Competitividad (IGC), calculado principalmente a partir de la  institucionalidad, educación y eficiencia de los mercados de la economía. La definición de cada índice nos dice que el verdadero desarrollo hoy tiene como centro al ser humano.  Para el IDH el desarrollo es el proceso mediante el cual una sociedad mejora  las condiciones de vida de sus ciudadanos o la  cantidad de opciones que tiene un ser humano en su propio medio para ser o hacer lo que él desea. Mientras que para el  IGC  es la habilidad de los países de proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos.

Son interesantes  las conclusiones que se deducen de  las actuales  lecturas de esos índices. Por ejemplo  Estados Unidos no es el país más desarrollado, ocupa el lugar 10; mientras que  Rusia a pesar de los históricos extraordinarios  sacrificios de su pueblo y asumirse por años  como modelo de  la redención de la humanidad, actualmente  ocupa el lugar  49; mientras que  Chile ocupa el lugar 38 y China 90.

Pero a partir del IGC se hacen otras lecturas  asociadas a la velocidad o potencialidad  en lograr mejorar a partir de la competitividad económica- como se dijo- las habilidades de los países en proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos; para los mismos países  se observan las siguientes posiciones,   Estados Unidos 3,  Chile 35, Rusia 45 y China 28.

Una interpretación  detenida de los factores asociados al IDH y el IGC  a nivel mundial  ha de ser   la base de otra forma de hacer política y sobre todo de  dirigir el Estado y en  la  República Dominicana significaría un verdadero cambio de rumbo.