No se ve igual desde el llano que desde la cima de una montaña. El lugar en que cada uno se encuentra colocado es su punto de mira, el sitio desde el que percibe la realidad. Por ello mismo, el terreno en que uno esté situado profesionalmente, hará que la visión de las labores a cumplir se enfoque desde una perspectiva y matiz particular. Por esta razón, los miembros de un gobierno y las personas que actúan desde la sociedad civil difícilmente pueden tener la misma visión sobre temas similares y acerca de las acciones a emprender al respecto.

El gobierno, por su naturaleza, responde a una visión macro; obedece a una lógica de Estado y es compromisario de acuerdos, convenios y tratados supranacionales. Sus instrumentos de medición son, entre otros, estadísticas y encuestas cuyos resultados pueden ser traducidos de mil maneras diferentes e incluso, ser manipulados con fines propagandísticos.

Esto es tan cierto que el gobierno acaba de crear un nuevo mecanismo para medir la pobreza, el Comité Técnico Interinstitucional para la Medición de la Pobreza (CTP). Se ha anunciado que éste trabajará bajo normas oficiales y los lineamientos de importantes organismos internacionales. Es cierto que la propaganda estatal debe nutrirse de cifras validadas para justificar la acción gubernamental y asegurar el mantenimiento en el poder de quienes gobiernan, pero además, para emprender tales o cuales políticas debe tener por base no solamente la demagogia sino también fuentes y datos confiables.

Está claro que en la actualidad muchas veces las estadísticas o encuestas no coinciden con las mediciones de los organismos internacionales, o se tergiversan éstas para que entren dentro del marco de referencia de tal o cual instancia. Así, se ha puesto en duda que las cifras anunciadas recientemente por el ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo sobre el crecimiento de la clase media dominicana, respondan a los conceptos y estudios del Banco Mundial sobre la evolución de este estrato social en la República Dominicana.

Las ONGs y fundaciones de la sociedad civil trabajan con la gente. Aún si el trabajo de algunas de ellas tiene grandes impactos, por lo general estas instituciones realizan sus labores a un nivel micro. En un mundo ideal el gobierno y la sociedad civil deberían nutrirse de sus experiencias mutuas y el Estado procurar marcos institucionales para el buen desarrollo de las instituciones de la sociedad civil que trabajan a favor de la niñez,  la salud sexual, el medio ambiente, contra la discriminación, en materia de salud, para los niños con cáncer, etc.

Al estar más cerca de la gente y de los problemas cotidianos, sus miradas son forzosamente diferentes. Cuando mi esposo era ministro de Trabajo él aseguraba, estadísticas en mano, al igual que la OIT, que el trabajo infantil se estaba reduciendo en el país. Sin embargo, trabajando en una fundación en un barrio marginado, me topaba con Pablo, de 10 años, trabajando en un taller de mecánica; con un grupito de niños que descargaba camiones cerca del mercado, o niñas obligadas a asumir tareas domésticas  a veces más duras que las de un trabajo remunerado, en completa violación de sus derechos. Con este simple ejemplo se pueden ver dos visiones objetivas del mismo problema. Una estadística, a nivel general, y la otra más empírica, viendo niños perderse en el ambiente sombrío  de un taller automotriz del sector, o niñas que no asisten a la escuela cuando no hay quien cuide a los hermanitos.

¿Cómo traducimos el dolor de la niña abusada por su padrastro,  los estragos de la violencia,  la niña embarazada que debe interrumpir sus estudios, en meros números y estadísticas? Igual, ¿cómo damos cuenta del drama y la pobreza moral de una madre con sus 3 niñas embarazadas de 13, 14 y 15 años y que viven en 9m3 con otros hermanitos, así como la urgencia de rescatarlas cuando ellas son solamente partes de una estadística?

Para poder trabajar con su blanco de público frente a la desidia del Estado, las ONGs  también hacen estadísticas, cuantifican lo que se puede cuantificar para poder acceder  a donantes y fondos nacionales e internacionales públicos y privados. Se podría pensar que el Estado y las ONGs no están en la misma cancha; sin embargo, en los últimos años empezó  a surgir una competencia cuando algunos organismos del Estado quisieron trabajar como ONGs y acceder a los mismos fondos que los de la sociedad civil, en competencia desigual.

Para que ambas visiones se unifiquen se necesita de un  verdadero Estado de derecho, que propicie un real desarrollo social y elimine de sus filas a aquellos que ven al Estado  solamente como un ente politiquero de ascenso y promoción personal.