De la serie, cosas que hacer en Santo Domingo antes de la tercera dosis.

Cuando el Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo quedó restaurado por la Alcaldía Municipal del Distrito Nacional hace meses, cesó una pequeña pero larga angustia en mi pecho. La honra de un grupo selecto de hombres y valientes mujeres fue recuperada, pensaba. Sin embargo, faltaba más; lo que llegaría me haría sentir sorpresivamente héroe por el solo hecho de ser parte del pueblo dominicano.

A finales de los ochenta, al inicio de mi ejercicio profesional, camino a las audiencias en el Palacio de Justicia a pocos metros del Monumento, fui testigo de escenas tristes. Mientras algunas viudas de las víctimas de la dictadura se congregaban allí, el mal estado de parque público y la sordidez de su uso nocturno las irrespetaba. Ellas, señoras bravas, se reunían con cierta regularidad en grupitos pequeños bajo las sombras de árboles cercanos de un parque descuidado. El recinto, supuesto a enaltecer a los padres de sus hijos, era un lugar inseguro y descuidado. Olvidado por una contemporaneidad que, en muchas de sus vertientes, reiteraba el abuso de poder que les arrancó la vida a los amores de sus vidas.

La bolita del mundo, nombre popular de la plaza, por el globo terráqueo al pie del Monumento, fue por años un conocido punto de cruising y prostitución. Más de una vez, bajándome de mi carrito de medio uso, un Datsun 120-A, un ya viejo modelo 1979, camino a los tribunales civiles y comerciales, me topé con la escena bizarra del término de una de esas transacciones en las primeras horas de la mañana; las meretrices eran devueltas en vehículos en vidrios tintados a ese lugar donde las recogían.

Las viudas se ubicaban en diagonal al Palacio de justicia, con sus trajes de luto. Vestida en esos mismos tonos para comparecer en justicia, pasaba muda por su lado. Su relato y el mío se conectaban en puntos imprecisos que yo no sabía reconocer a mis veinte y tantos años. Su relato y el de esas mujeres pobres en el oficio más cruel, también; pero en ese momento yo tampoco sabía conectar esos otros puntos. Nos unían a todas el prologando silencio. La desconexión de personas de mi generación, con acceso a la educación como quien escribe o sin ella como las cortesanas de la bolita del mundo, con la historia reciente de nuestro país, fue otra arquitectura bien diseñada en el mutismo de los libros de texto.

No viví la Dictadura, pero ella perduró en el recuerdo de mis padres, de mis tíos y de mis maestros. El silencio era la norma, porque el temor no culminó el 30 de mayo de 1961 con la muerte de Rafael L. Trujillo. A pesar de que esa generación traspasó como pudo lo vivido durante su niñez y la adultez por treinta años (1930-1961), se trató de un relato difícil de comprender. Las secuelas de la dictadura retrasan la reconstrucción de la dignidad popular, entre los recipientes de esa tradición oral. Las secuelas alteran la pirámide de la organización del estado, en la que el pueblo soberano debe estar siempre al tope y esto no siempre se reconoce. Si difícil fue para nuestros padres, más difícil resulta para nosotros, sus hijos, contarlo a su descendencia.

El Monumento, una columna espigada sostenida por un globo terráqueo, está arropado por la plenitud de los azules caribeños. El marino a sus espaldas y el celestial en su tope, este último reflejado en una fuente que reproduce su elegancia. No obstante, su belleza física por sí sola no resuelve la confusión histórica. Monumento a la Feria de la Paz y Confraternidad, Centro del Héroes o de tratas, estacionamiento para abogados…, ¿qué significa en realidad para el ciudadano ese lugar?

Luego de ver por la televisión el acto solemne presidido por el primer mandatario, representantes de las Fuerzas Armadas, con la asistencia de algunos parientes de los héroes, para celebrar la resistencia contra la dictadura, quise visitarlo para corregir mis vacíos informativos del presente y la timidez del pasado. En el acto, celebrado el 30 de mayo de 2021, hubo el primer minuto de silencio oficial por las víctimas de todas las gestas antitrujillistas en treinta y un años. Un silencio que rompió con los compromisos de silencio pactados y renegociados desde el poder público por sesenta años, de 1961 a 2021.

Al día siguiente del paso manso del huracán Elsa por nuestra ciudad, en un atardecer perfectamente tropical, empecé a caminar por los folios en las paredes del centro, que han convertido al Monumento en un museo frente a las brisas del Malecón. Guiada por Juan Miguel Pérez, sociólogo y pedagogo y Patricia Solano, comunicadora, cineasta y periodista de investigación, responsables de la idea y realización de la exposición, hice un repaso por cada uno de los muros del Monumento.

Estos funcionan como páginas de una historia secuencial, acaso únicamente conocida a cabalidad por quienes la vivieron. No obstante, entre los dominicanos que nacimos después y los extranjeros, el arduo trabajo de investigación y análisis de Pérez y Solano, es una especie de transporte multimodal por la República Dominicana de 1930 a 1961.

Como quien asiste a un máster class, hice mis apuntes y destaco aprendizajes adquiridos en la visita: Los primeros folios de la exposición explican cómo este o cualquier otro líder de facto puede hacerse de la dominancia política y económica absoluta. En el caso de Trujillo, gracias a su alianza oportuna con las fuerzas interventoras estadounidenses (1916-1924), el fraude electoral para la eliminación de sus rivales políticos y la organización del emporio monopolístico de la economía como su patrimonio personal.

En las siguientes páginas abiertas, el contraste muchas veces ocultado, es revelado. Se refiere a la dimensión de la inequidad: los índices de pobreza, la dimensión de la masacre a ciudadanos haitianos en 1937, y el sistema de explotación de la caña de azúcar en condiciones cuasi esclavas, e irónicamente, con mano de obra haitiana. De la matanza, mi papá, con trece años, fue un joven testigo en su pueblo natal Neyba. La crueldad fue extrema.

La serie subsiguiente de imágenes anotadas me resultó particularmente interesante. En ese portafolio histórico colocado en el Centro de los Héroes, se entiende mejor la secuencia de la heroicidad y resistencia. ¿Quiénes lucharon primero? Los de abajo, los que no tenían nada que perder: los obreros. Una clase trabajadora con un líder del que sabemos tan poco, Mauricio Báez. De Báez hacen falta más narraciones vivas, audiovisuales, adecuadas para las nuevas audiencias, cada vez más interesadas en entender cómo se libran las luchas sociales reivindicadoras de derechos.

Exposición 1961, año de la Libertad en el Centro de los Héroes

Seguido están los datos de otras gestas valientes: Cayo Confite y Luperón, con lo cual, me explicaban Pérez y Solano, se documenta que fueron diversas las manifestaciones de resistencia popular. El cuarto estadio, acerca de la contrarréplica opresiva: La propaganda, la creación del Servicio de Inteligencia Militar y el endiosamiento de la figura del “jefe”, expresa un reforzamiento que responde a los movimientos populares. Un recordatorio de que toda lucha contra esquemas antidemocráticos demanda constancia, sacrificio y una mirada a largo plazo.

Sin embargo, el quinto estadio rápidamente informa que, a más severidad del régimen, más amplia la resistencia; en esta ocasión, fortalecida por los dominicanos en el exilio y testigos de excepción que documentaban los actos de tortura. La exposición me iba dejando una clara lección. La valentía del pueblo dominicano es como su suelo. Siempre reverdece después de las tormentas.

La estupenda organización cronológica de la muestra, que incluye distintos elementos de comunicación (fotografías, diseño gráfico y multimedia, documentos y cápsulas informativas), llevan al visitante por parecida emoción a la de una teleserie. Excepto que esto no es una ficción, es la historia de nuestro país y las piezas documentales son verificables. La crueldad no conoce límites y entonces en el próximo estadio cronológico del régimen aparece el Foro Público, se produce el asesinato del escritor y catedrático español Jesús de Galíndez y se institucionaliza el Partido Dominicano, único y obligatorio. Para los más jóvenes, el Foro Público era un instrumento de difamación parecido a ejercicios del poder que desafortunadamente se han reproducido en tiempos recientes.

Las fuerzas trujillistas no socavaron la resistencia. Sorprende la evidencia de lo contrario: aparecen las gestas de Constanza, Maimón y Estero Hondo, surgen los Planfleteros y el Movimiento 14 de junio. El duro golpe sigue, el asesinato de las hermanas Mirabal; lo mismo que su respuesta, el tiranicidio el 30 de mayo de 1961. Pero, la historia no termina allí. Uno de los aspectos más ilustrativos de la exposición consiste en comprender los eventos de 1961, un año que tiene elementos en común con la historia presente. Hubo un variado despertar en reclamo de derechos políticos y sociales desde el corazón del pueblo.

Empiezan la embestida y los paleros de Trujillo a reprender, esto es, a mantener el estatus quo de terror más allá de la desaparición física del tirano. El otro lado de la cancha es prácticamente indetenible; responde con la quema de Radio Caribe. Mientras tanto, Joaquín Balaguer, presidente títere colocado por Trujillo, toma medidas que solo puede el agente con poder de mercado, en este caso, el albacea frente al patrimonio trujillista: baja los precios, porque ya eran supracompetitivos. Ser pionera en la enseñanza jurídica de este mecanismo de distorsión de la economía, una lección que fue silenciada en la academia de derecho, es una terquedad que llevo a cabo hace casi dos décadas, sin saberme continuadora del reclamo de la resistencia. El regalo que me han hecho Juan Miguel y a Patricia no tiene precio.

Pero, más que eso, la emoción se apoderó de mí, al comprender que a cada paso nunca faltó un remontada de la población. Confieso que entendía que los héroes era una élite selecta de valientes, y como ninguno es apellido Noboa o Pagán, me parecía que el Centro de los Héroes era un monumento para ellos y sus descendientes. Creo que esa percepción de no pertenecer es común en la ciudadanía y por eso esta exposición corrige un prolongado error de percepción.

A pesar de las víctimas caídas en los meses siguientes del 1961, las huelgas, las manifestaciones y la legislación para la recuperación de lo robado, señalan que el pueblo comenzó a ensayar la recuperación de sus derechos antes de la reforma constitucional de 1963, de carácter normativo, reflejo del clamor popular por la reivindicación de los derechos desde 1961.

La plaza cuenta una gran epopeya. Al tope de ese momento, por arriba de los hoyos de las cinco estrellas arrancadas, un símbolo trujillista, quedó el ganador de la larga batalla: el pueblo dominicano. Ojalá nunca tapen esos hoyos. La historia no se borra, se amplifica. Visite la exposición, vea las fotos, la mayoría inéditas o editadas para desvirtuar la historia; lea los documentos, hay también acceso a información multimedia a través de un código de barras y un teléfono móvil. Conducen a canciones populares y poemas, de una expresión artística heroica.

El pueblo dominicano, como bien me explicaron los investigadores y mis anfitriones de esa tarde, es el héroe central. El pueblo de gente común, de donde salieron los hombres que dieron su vida y sus esposas, en vigilia de amor más allá de la muerte. De ese mismo pueblo salió Mauricio, las mujeres pobres que desdichadamente terminaron en el peor de los oficios, los jóvenes de hoy que reproducen en sus luchas por la no discriminación en cualquiera de sus expresiones, Manolo, Juan Miguel, Patricia, Minerva, usted y yo. Somos el único y mismo pueblo.

La recuperación total de la estética arquitectónica y lenguaje museográfico del Centro de los Héroes pone en un orden debido la secuencia de los hechos, su significado y alcance. Como bien me explicaron sus creadores, quienes a su vez son hijos de los héroes dominicanos Raúl “Bacho” Pérez Peña y Carmen “Piky” Lora, respectivamente: nunca hubo un pueblo sumiso y la evidencia de esa verdad manifiesta se ha colocado en el debido lugar.

El resquicio que mira al cielo del Monumento habrá tenido otro significado original. Elijo ver al pueblo dominicano, siempre empujando para abrir nuevas páginas a la democracia. Vaya, entre visitante y salga convertido en un héroe. El solo hecho de ser hijo(a) de ese pueblo sonriente que aparece en la última foto de la exposición tomada al final de 1961, le otorga esa capacidad personal. Si alguna de las damas bajo la sombra, a la vera del Centro de los Héroes vive, la saludo con respeto mediante la presente y le envío un abrazo agradecido. Cesó mi pequeña y vieja angustia, se rompió el silencio.