El Centro de Filosofía para niños de la Universidad de Washington lleva a cabo un proyecto educativo denominado “Plato” (Platón), consistente en estimular a los niños de edades tempranas con interrogantes filosóficas a través del arte, la literatura y el diálogo socrático.
La directora del centro, Jana Mohr Lone, ha señalado en una reciente entrevista, lo que su experiencia como docente en los distintos niveles de la escuela le ha mostrado: los estudiantes, expuestos al ejercicio de la filosofía, desarrollan una actitud tolerante con respecto a las opiniones opuestas, mientras aprenden a organizar de modo más coherente sus ideas.
Además, el contacto con los problemas filosóficos permite adquirir una mirada más interdisciplinar de los problemas científicos, ya que lo aprendido en clases de ciencias sirve como insumo para la reflexión sobre interrogantes como: la naturaleza de la realidad, el problema del conocimiento y las repercusiones éticas de las acciones científicas.
Pero lo más importante, como sugiere la profesora Lone, es que el ejercicio de la filosofía conlleva la práctica de la democracia, En la medida en que nos acostumbramos a discutir racionalmente nuestros puntos de vista sobre los problemas, no solo aprendemos a lidiar con la diversidad de las opiniones humanas, sino también discernimos, analizamos, seleccionamos y justificamos unos argumentos sobre otros, sin imponerlos por la fuerza, por la autoridad, por la popularidad o por la casta.
Aprendemos a plantear los problemas y a debatirlos, punto de partida de todo conocimiento y de todo consenso posible para la construcción de una sociedad abierta, plural y pacífica.
En su obra La república, Platón compara la condición humana, atrapada por la ignorancia, con el estado de unos prisioneros encadenados en una caverna. El “Proyecto Platón”, como todo auténtico programa de enseñanza de la filosofía, es un esfuerzo por indicar señales de salida fuera de la caverna de nuestras vidas.