Se hace mucho hincapié en que el voto es un derecho y un deber ciudadano. Las campañas de motivación al voto se basan en repetir esto de distinta manera como si en fondo supusieran que los electores no están convencidos totalmente de esa afirmación, por lo que urge llegar hasta la saturación para vencer la indiferencia de la gente.
Se nos llama mecánicamente a sufragar en las elecciones como si fuésemos a cumplir con un ritual religioso que se acepta a ciegas, por costumbre y sin cuestionamiento. En donde no se pone el acento es en que el voto, para tener un verdadero sentido y cumplir con su función democrática, debe ser ejercido con criterio y conciencia.
Subrayamos estas dos últimas palabras porque cuando actuamos en base a las mismas nuestra decisión electoral se convierte en una acción real que no solo influye en los resultados electorales, sino en el rumbo que va a tomar la sociedad.
Una sociedad que realmente necesita un cambio de dirección y este golpe de timón puede darse a través de una nueva composición congresional donde exista un equilibrio de fuerzas políticas que obligue a la negociación, al dialogo y a la moderación y reduzca la tentación a lograr objetivos partidistas, divorciados del interés nacional, por la vía del aplastamiento aritmético para imponer una posición.
Nuestro actual Congreso es un fiel reflejo de la sociedad que tenemos, con todos sus vicios y virtudes, quizá con más de los primeros que de las segundas. De ahí lo imperioso de que los electores elijan con criterio y conciencia, porque cuando no se hace así se da la situación harto repetida que tenemos en el Congreso Nacional: una institución que no nos representa como debiera porque no asume plenamente sus responsabilidades con el país.
Los nuevos aspirantes a congresistas, como los que aspiren repetir en su curul, deberán plantearse, por el bien de nuestra salud democrática, en hacer de nuestras cámaras legislativas organismos realmente deliberativos y más independientes para desdibujar la imagen de ‘sello gomígrafo’ que se estampa a conveniencia.
Deben llegaron al congreso nacional con una agenda política y social de servicio al pueblo, a fin de colocarse en mejores condiciones de actuar como verdaderos representantes de sus provincias y comunidades, comprometidos con la defensa y el bienestar de sus ciudadanos, como lo señala la Constitución. Para que no le suceda como a muchos de nuestros actuales congresistas, de quienes no se conoce nada concreto, nada de valor que hayan aportado a la nación o a sus representados, frente a los cuales han permanecidos muy desconectados, a más de tres años de su elección.
Algunos, al arribar al final de sus funciones legislativas, solo han cosechado una imagen negativa de lo que debe ser un diputado o un senador y su compromiso con su comunidad. En los casos en que no se le ha correspondido, de seguro que aquella aguarda impaciente la oportunidad del desquite a través del voto de castigo, ejemplarizante y aleccionador.
La posibilidad de que esto último pase, no solo se deberá a las inconductas de esos personajes, sino también a la lenidad, irresponsabilidad e inacción de los partidos políticos que a la hora de la estructuración de su boleta electoral la conforman con candidatos ímprobos, deshonestos, sin liderazgo basado en alguna labor comunitaria y sin sopesar las condiciones morales y cualidades cónsonas con las funciones que están llamados a ejercer.
A ese tipo de politiqueros, que han sido elegidos por error o por acción del clientelismo rampante, que han actuado de espalda a la gran responsabilidad que asumieron y que se olvidaron del juramento ante el país, el pueblo tendrá la oportunidad de cobrarle cuentas.
Ojalá que nuestro próximo Congreso tenga mayor aceptación ciudadana, que esté compuesto por personas dignas y serias, conocidas por su historial de lucha y de servicio a favor de los mejores intereses y no por su capacidad para costearse una campaña millonaria.
Para lograr el Congreso que nos merecemos, hace falta algo más que ser un deportista famoso; el Congreso es algo más serio que pertenecer al mundo del espectáculo, que ser un merenguero o bachatero, a menos que se piense en convertirlo en un centro de espectáculo, de escándalos y de cuestionamientos.
Hago votos porque los partidos seleccionen lo mejor de su membresía para que el próximo Congreso esté compuesto por gente con ideas, con propuestas y con buena hoja de vida y de servicio, y que este sea el filtro que evite que se cuelen los que pretenden ir a servirse y a representarse a sí mismos.