Para mi generación todos los males que ocurren en tierras latinas es culpa de gigantes foráneos, que se aprovechan despiadadamente de nuestros recursos naturales y nos explotan sin contemplaciones, la responsabilidad individual no se conoce salvo si es para denostar al oponente político con más posibilidades, luego todo lo demás es considerado peccata minuta y los actores simples piezas muertas que no definen nada en el entramado político, a no ser que perjudique o favorezca propósitos políticos de segundos implicados. Nada de eso, no tienen capacidad de acción, no toman decisiones, no persuaden para ello y sobre todo no cometen errores, por tanto no hay conducta que rectificar ni errores que enmendar, no, los jefes no hacen nada de eso.

Así arremete un hidalgo sin ingenio, pero con poder en su lanza contra el gigante foráneo de treinta cabezas y aunque se quede sin lanza y ruede maltrecho por el suelo, seguirá convenciendo a sus escuderos que las cosas de la guerra están sujetas a continua mudanza, y sin lanza y atolondrado por la caída del contacto con las aspas del molino, se inventará una nueva aventura.

A más de 60 años de la Alianza para El Progreso se puede concluir que la historia latinoamericana es recurrente en la falta de implicación de los gobiernos para respetar acuerdos y cumplir con los objetivos planteados, comprobando que la inestabilidad y la violencia, no están en el capital humano foráneo, sino en la cultura política autoritaria y la conducta reaccionaria de una sociedad politizada que se resiste a entender que el capitalismo requiere de un marco político democrático en el que se garanticen la igualdad de condiciones, seguridad jurídica, respeto al juego democrático para la alternancia del poder y la eficiente utilización de los recursos económicos como del capital humano productivo.

Acompáñeme a leer esta triste aventura en la que solo progresan unos cuantos avivatos. Entre sectores populares se promovió la idea de que era posible “reformar” el capitalismo, por un lado los defensores del reformismo al servicio de EE. UU. y la perspectiva socialista denominada estructuralismo, compuesta por un segmento que favorecía el socialismo del siglo XXI en América Latina, que dio paso a la CEPAL, que vendría siendo una izquierda light, quienes se disputaban la ideología económico-social que se posicionaría en la región. Así la CEPAL presenta una serie de políticas redistributivas del ingreso y programas sociales amparadas bajo el discurso político de la igualdad y justicia social como finalidades, se opusieron a la radicalidad de los procesos de cambio propuestos por el socialismo del siglo XXI y presentaron su ideología económico-social como la “reforma” del capitalismo, la panacea del cambio a contrapelo de la crítica al llamado socialismo real.

La particularidad que no se advierte es que para materializar estos propósitos en la cultura del jefismo político, disfrazada de democracia representativa, se requiere prolongar indefinidamente su poder “para lograrlo”, entonces el poder político captura de recursos públicos para beneficios privados, crea para sí mismo condiciones de justicia y fiscalidad, y expande su red de beneficiarios a los que premia con empleos y accesos a privilegios sin límites ni consecuencias, para crear una nebulosa de progreso ante la opinión pública y los medios de comunicación que se hacen eco del ingenio mediático fabricado del hidalgo.

Hasta la fecha se ha venido planteando que el problema es la estructura, sin meditar en que para intelectuales y políticos, el burocratismo actual es garante del proceso que favorece El Progreso, ante una globalización que atenta contra las buenas costumbres y la economía interna, para ellos es preferible el fortalecimiento del Estado a que perviva la “simiente del mal y la depravación” de quienes no controlan sus excesos.

La nueva aventura consiste en el fortalecimiento del aparato burocrático a costa del desaprovechamiento del capital humano calificado y en edad productiva, y su eventual huida del país, la informalidad laboral (54,8%), una pírrica inversión en investigación y desarrollo que no supera el 1%, (0,62%), excepto Brasil; en la isla es apenas 0,3%, y un capital humano investigador a razón de 1,03% por cada mil trabajadores de la población económicamente activa; aquí solo 1,000; a sabiendas de que sin investigación no habrá desarrollo y sin ciencia no habrá progreso en la era del conocimiento, lo que deviene en improductividad y estancamiento, a cargo de los mismos monopolios de siempre y el engrosamiento del Estado, y como guinda de pastel, la creación de medios de difusión e influencers a favor del Estado para hacerle frente a los “ataques mediáticos y calumniadores” contra su misión hacia El Progreso.

Mas de 60 años de la panacea, los resultados no se han hecho esperar. La clase media en vías de extinción y los programas sociales, evidencian dos realidades expuestas desde la CEPAL: que el gasto público social tiene un efecto reducido en la disminución de la desigualdad, y a fin de cuentas, para poder interrumpir la transmisión intergeneracional de la pobreza, los jóvenes de las familias pobres que se incorporan al mercado laboral con mayor capital humano que sus padres, deben tener trabajos más productivos, de lo contrario, solo hablamos de programas pobres para pobres. Y  la segunda; la estructura del gasto social, priorizando el área de asistencia y seguridad social y en menor medida educación y salud por parte de los gobiernos, reflejan lo deficiente que han resultado para atender las necesidades de la población vulnerable, lentos e inestables progresos en términos de pobreza y desigualdad, pero todos sabemos que lentos e inestables no son, han fracasado, treinta años después ya podemos decirlo con seguridad, porque constituyen el barril sin fondo por excelencia para malversar fondos y desviar recursos, sin hablar que el éxito de un programa de esta naturaleza, radica en la temporalidad, un programa social exitoso es ese que eventualmente no se necesita más, algo poco común en la región.