No soy partidario de esas tonterías pseudo teóricas del “justo medio” pero tampoco lo soy, de los apóstoles del radicalismo infantil de, “mientras peor mejor”. Eso me conduce a tratar de buscar “salidas” a sabiendas que no se trata de “la solución”.  Sé que es más fácil optar por soluciones decorativas o de simple pose,  del estilo de: “todo es una porquería, nada ni nadie sirve, todos son iguales” que se sintetizan en: “Lo quiero Todo ya, aquí y ahora, ¡de inmediato!, y si no, ¡Nada sirve ni vale la pena!”

Desde una posición de ética política basada en valores superiores, que no se centran en la búsqueda de beneficio individual para sí mismo, cuando uno escribe, y se supone que habrá lectores atentos a lo que se afirma, no se puede caer en la frivolidad de hacer tabla rasa de todo, no tener en cuenta la experiencia individual vivida y nuestras reflexiones y lo que nos muestra la historia de la lucha de los pueblos.

Sabemos que otros lectores no leen lo que se dice en un texto sino que interpretan lo que sus tutores les dicen que deben entender, pero esos simplemente no interesan al escritor, ya que no se escribe para ese tipo de público extra dirigido, irreflexivo, siervos mentales.

No es verdad que buscaban metas superiores, ni tenían grandes ideales. Actúan y se comportan de acuerdo a lo que se esperaba de ellos. Eran los demás  quienes, ilusos, se hacían vanas esperanzas

Nada se obtiene en la vida política mediante una especie de acto divino, un mandato de “fiat Lux” como el descrito  en el Génesis para la creación del hombre y del mundo. Todo conlleva un proceso, y por ello, para lograr un objetivo final, difícil (pero realizable), hay que pasar por veredas, cruzar hondonadas, subir montículos, y a veces, tener bruscos descensos hacia las simas, antes de ascender a la cima, a la cúspide, que se tiene como meta final.

Por eso decía Goethe aquello de que es gris toda teoría y verde el árbol frondoso de la vida. Una teoría, por muy buena y acertada que sea, es un mapa y una brújula que nos muestra un rumbo, pero nunca será capaz de proporcionarnos como actuar ante las irregularidades y accidentes del terreno. Eso se descubre y se va superando en el mismo acto o proceso del viaje. Viaje que realizan hombres y mujeres concretos con su carga de ideas, valores, voluntad y capacidades.

Ahora bien, hay quienes realmente tratan de buscar las metas que han expuesto en sus artículos, sus discursos, sus libros, y quienes emplean todo ello como simple medio propagandístico, o de marketing, para obtener el favor del público, de los votantes, del mercado de consumidores del que se trate. De manera que no todo lo que reluce es oro, hay demasiada chatarra barnizada con reflejos dorados que más pronto o más tarde muestra su verdadera naturaleza. Al final, como en el teatro griego, hay que quitarse las caretas.

La contumaz presencia de políticos que no son capaces de realizar lo que prometen, no se debe exclusivamente, a los obstáculos que toda acción de gobierno implica, sino a una carencia profunda de convicciones firmes en los hombres políticos.

Individuos sin valores fundamentales en sus vidas, maleables a las fuerzas del dinero, del halago, y a un pragmatismo mal entendido que nunca se plantea lo práctico que puede ser servir a las mayorías, sino que solo entienden la política como actividad  al servicio de sus intereses personales y de la minoría ahíta de riqueza, poder y fuerza bruta que les rodea, les financia y los promueve.

Pese a todo ello, no hay que desmayar en la búsqueda del principio esperanza frente  a la desoladora realidad de tanto pigmeo mental y carente de valores firmes, que pueblan el planeta de la política. Como ocurre con los descubrimientos científicos será una constante experimentación de prueba-error, hasta que aparezcan nuevos políticos  imbuidos de ideales firmes, de voluntad férrea  e inmunes a la vanidad personal, que los hace rendirse apenas alcanzan su porción de poder.

Quienes suelen prosternarse ante los poderes establecidos, que son resistentes a los cambios imprescindibles, para hacer una sociedad y un mundo vivible para la mayoría de los humanos, es porque ya estaban mentalmente programados para llegar a ser lo que son.

No es verdad que buscaban metas superiores, ni tenían grandes ideales. Actúan y se comportan de acuerdo a lo que se esperaba de ellos. Eran los demás  quienes, ilusos, se hacían vanas esperanzas.

Torrelodones, 1 de septiembre de 2013