A finales de los 90 tuve el privilegio de conocer al director de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, Diomedes Núñez Polanco, y al cineasta René Fortunato. Luego de participar en la conferencia de Núñez Polanco en la Embajada dominicana en Pétion-Ville y asistir a la proyección de los documentales de René Fortunato en el Instituto Francés, me atreví a enfrentar a Rafael Leonidas Trujillo y Molina (RLTM). Por fin iba a dar un paso más, dejando de lado mis notas de lectura de los clásicos La Era de Trujillo (Galíndez) y La trágica aventura del poder personal (Crassweller).

El presidente Sténio Vincent (1930-1941) recibió el nombre de segundo libertador, tras la salida de las tropas militares de Estados Unidos en agosto de 1934. Con este apodo, Vincent se acercaba a los Héroes de la independencia. Así, podría haberse quedado mucho más de lo previsto en palacio. Rafael Trujillo tenía antepasados haitianos; un hábil propagandista puso el nombre del poderoso Sténio Vincent en la genealogía del Benefactor dominicano. Desde entonces, los rumores de la época los hicieron «primos». En octubre de 1937, con los prejuicios de siempre, llegó la noticia de la matanza de haitianos en territorio dominicano. El primer círculo político y los círculos solidarios con el primero no se sintieron preocupados. En julio de 1921, en Cuba, haitianos, jamaiquinos, españoles caen en la mendicidad. El año anterior, el azúcar alcanzó sus precios más altos y luego sufrió una fuerte caída que continuó hasta 1922. Las exportaciones cayeron. Para las élites económicas y el poder político, las deportaciones masivas de trabajadores ya se convirtieron en rutina. Trujillo y sus espías en Haití lo sabían. Realizaron maniobras de generosidad financiera para controlar a su favor intereses interclánicos, casi interétnicos.
A principios de la década de 1950, después de las relaciones volcánicas con el presidente Dumarsais Estimé (1946-50), la buena vecindad entre Trujillo y el liderazgo militar haitiano alcanzó una dimensión fraternal. En abril de 1952, el general Héctor Bienvenido Trujillo, hermano, emisario del Benefactor y posteriormente presidente, visita la capital haitiana durante cuatro días. Era El hombre de la semana, según el periódico Haiti Sun. Muy pocas personas tenían una idea concreta acerca de la máquina represiva de RLTM. Analistas conservadores afirman que el doctor François Duvalier (1957-1971) no podría haber construido la presidencia vitalicia (1957-1986) con Trujillo al otro lado de la frontera. Duvalier tuvo suerte en el nuevo mapa del Caribe que vio aparecer al poder los barbudos en 1959, en La Habana.
Cuatro meses después del asesinato de Trujillo, el presidente haitiano cierra, sin comunicado oficial, la Academia Militar, el 22 de septiembre de 1961. Sus puertas se abrieron de nuevo en agosto de 1971. Sin embargo, las instalaciones cerradas de la Academia se transformaron en campos de capacitación paramilitar de milicianos fieles a Duvalier y a su revolución. El anterior jefe del Servicio de Inteligencia Militar sirve como principal instructor de las camisas azules duvalieristas, entre 1966 y 1967. Tras la muerte del Benefactor, el coronel Abbes García puso a disposición de Duvalier su experiencia. Cuando uno se imagina el grado de sofisticación que exige tal capacitación, aparece de inmediato la pregunta ¿si el siniestro coronel no tuvo asistentes extranjeros? En la compleja cronología de los hechos de la época, el jefe de la policía secreta de Duvalier, Clément Barbot (ejecutado en julio de 1963), era muy amigo de Abbes García. El 22 de diciembre de 1958, Rafael Leonidas Trujillo y François Duvalier firmaron un pacto de protección mutua. Los arquitectos del encuentro fueron el coronel Johnny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar, y Clément Barbot, entonces jefe de la Policía Política de Haití.
Se han publicado excelentes trabajos y reflexiones sobre el principal interés económico de las relaciones de ayer entre Haití y República Dominicana: la zafra azucarera. Los trabajos documentados sobre la generosidad financiera dominicana hacia los políticos haitianos aún no han visto la luz. En este Caribe fantástico, las posturas también unen. De vez en cuando escuchamos de nuestros políticos palabras similares a las pronunciadas en algún momento por Rafael Trujillo como «no hay peligro en seguirme».