La democracia dominicana estaba encaminándose por un sendero oscuro y peligroso hasta el pasado domingo 15 de marzo.
El PLD, en su loco afán de controlar todos los poderes del Estado, nos estaba llevando a una dictadura de partido que podría generar un levantamiento popular de proporciones inimaginables.
Las fallidas elecciones municipales del pasado mes de febrero fueron el detonante para que el pueblo se diera cuenta de que esto no era un juego. Que el peligro que corría la democracia dominicana era más grande de lo que muchos creían o se imaginaban. Y de ahí en adelante todo cambió.
La juventud despertaba y se lanzaba a las calles a protestar, miles de familias de todos los estratos sociales hacían sonar sus calderos, sus bocinas y sus gritos de desesperación, y sectores sociales y económicos (incluyendo la cúpula empresarial) que se mantenían indiferente ante lo que acontecía, entraron en acción y se movían de un lado a otro buscándole una salida a la potencial crisis que se avecinaba.
El país ya no podía soportar un partido que controla el poder ejecutivo, el congreso, el poder judicial, la cámara de cuentas, el sistema electoral y la mayoría de los municipios. Además, que se había corrompido hasta el tuétano y estaba dispuesto a quedarse en el poder, aunque fuera utilizando la fuerza bruta y el fraude electoral en su mas burda manifestación.
La victoria del PRM en las elecciones municipales del pasado domingo es el primer paso para ir desmantelando esta peligrosa estructura de poder. Ya el mapa municipal pasó de morado a azul. Ahora falta hacer lo mismo el 17 de mayo despojándolo del poder ejecutivo y del congreso.
El pueblo, no solo quiere un cambio, sino y lo más importante, salvar su democracia. Eso es lo que esta en juego en este momento.
Y la democracia se garantiza y se consolida con un equilibrio de poder, no con todos los poderes controlado por un solo partido.
En los últimos meses si algo aprendió el PLD es que el país no es de su propiedad. Que la gente esta cansada de lo mismo. De las mismas caras, de la misma corrupción, de la misma prepotencia de sus líderes y de las mismas prácticas electorales fraudulentas para seguir en el poder.
Han bajado la guardia, se les nota asustado y se dieron cuenta que están sentado sobre un barril de pólvora.
Reiteramos que aquí no se trata de que uno baje y otra suba. Se trata de preservar la democracia sobre todas las cosas y eso requiere sacar del poder al PLD aunque siga siendo la segunda fuerza política del país por cierto tiempo ya que su división interna, las deserciones que le vienen encima y el descontento de su militancia amenacen su propia existencia.