El anhelado desarrollo socioeconómico de la República Dominicana es el efecto de un sistema en que las partes se interrelacionan como en un engranaje: el movimiento en una de las partes provoca movimiento en aquella o aquellas partes con las que tiene roce. Y he aquí la conclusión de este artículo en el primer párrafo: si queremos construir sobre bases firmes y perdurables, la primera rueda de ese engranaje tiene que ser el sistema educativo.

Un sistema educativo que logre acoger a todas y todos, sea capaz de generar conocimientos y desarrollar destrezas e incidir positivamente en el comportamiento de las personas, impulsa la rueda del capital humano, que se fortalece de personas que, por un esfuerzo deliberado, son competentes.

Si unimos ese capital humano a políticas de apoyo sectorial, aquellas puestas en marcha por el gobierno con la visión de impulsar sectores considerados estratégicos, transfieren su fuerza hacia la rueda que representa la participación de las personas en empleos de calidad.

Al final del engranaje se encuentra la rueda del crecimiento económico y el desarrollo social, una rueda que atrae la atención de todos, pero que no tiene fuerza en sí misma, sino que se mueve por la fuerza de las primeras y de qué tan bien encajen todas las demás ruedas del sistema.

Podemos poner, como país, muchísimo esfuerzo en pro del desarrollo, pero hasta que no resolvamos los problemas de cobertura y calidad del sistema educativo, no tendremos suficiente “inventario” de conocimiento y destrezas para que el sector productivo provea productos y servicios de clase mundial de manera consistente y sostenible.

Uno de los aspectos que sobresale en los países desarrollados es una masa importante de la población que opta por estudios técnicos a nivel universitario, lo que denominamos estudios de nivel técnico superior.  Actualmente, en nuestro país solo el 3% de la matrícula de nivel superior opta por el nivel técnico. Por supuesto, que se trate de un nivel educativo cuya infraestructura para la práctica resulta costosa, es uno de los frenos principales para su desarrollo.

Con el objetivo de mitigar este obstáculo y de buscar soluciones innovadoras a los problemas de calidad y cobertura del sistema educativo, el día de ayer se presentó a validación la propuesta de un modelo dominicano de educación técnico superior dual. Hablamos de una propuesta educativa que busca ampliar la limitada oferta del nivel técnico superior, para responder a necesidades ocupacionales concretas, aprovechando la capacidad instalada en las empresas del país y definiendo los actores, los aspectos que regulan la calidad de los programas, los procesos y los roles y responsabilidades de los actores.

Lo que ayer se presentó es el producto de un trabajo intenso de un equipo importante de personas e instituciones y lo que se procura es que los actores que intervienen en el proceso de su puesta en marcha realmente tengan la oportunidad de incorporar sus aportes y apreciaciones para hacerlo viable.

Un modelo dual bien estructurado tiene la capacidad de incidir en la calidad de la oferta del sistema educativo porque hace posible que la persona que entre al sistema – y eventualmente porte un título- adquiera las capacidades que necesitan las ocupaciones para las que ese título se diseñó, es decir, que sirva para los fines para los que fue creado.

Como he dicho en muchas otras ocasiones y cada vez me siento más segura: el problema de la educación dominicana tiene muchas aristas y para resolverlo se necesita el concurso de todos.

La propuesta que se presentó ayer es una muestra de que hay intenciones de todos los sectores de hacer equipo con el Gobierno para contribuir a un mejor sistema educativo.

Estoy segura que el modelo dominicano de educación técnico superior dual contará para su validación con representantes de todos los sectores y que, poniendo a girar esa pequeña rueda de una parte del sistema, lograremos movimientos en todo el engranaje. Es así que impulsaremos el desarrollo de nuestra Quisqueya la Bella.