En el año 247 a .C, Shih Huang Ti se proclamó primer emperador de China y lo sería hasta el 210. En esa época, el siglo tercero, del otro lado del mundo se libraban entre Roma y Cartago las guerras púnicas que culminarían con la destrucción de esta última, la eterna Grecia vivía el período helenístico, la difusión de la cultura griega por el cercano y Medio Oriente, en Egipto reinaban felizmente los Tolomeo y Alejandría era probablemente la ciudad más bella, la más esplendorosa del mundo.
Shih Huang Ti, llamado también Qin Shi Huang para complicar las cosas, transformó a China de una manera radical y para ello contó con los buenos oficios de un personaje extraordinario, que sería con el tiempo consejero, ministro canciller, el hombre de mayor confianza e influencia en su reino:
“John Knoblock de la Universidad de Stanford consideró a Li Si como:
“¡Una de las dos o tres figuras más importantes de la historia china … en gran medida responsable de la creación de las instituciones que convirtieron a la dinastía Qin en el primer estado universal de la historia china. Unificó las leyes, las ordenanzas gubernamentales, los pesos y las medidas. Estandarizó carruajes, carros y caracteres utilizados en la escritura … facilitando la unificación cultural de China … Él creó un gobierno basado únicamente en el mérito, de modo que los hijos y hermanos menores del clan imperial no fueron ennoblecidos, sino los ministros capaces, pacificó las regiones fronterizas sometiendo a los bárbaros del norte y del sur, llevando las armas de los estados feudales a la capital, Xianyang, donde fueron fundidas para producir campanas y enormes estatuas ornamentales, relajó los castigos draconianos heredados de Shang Yang y redujo los impuestos, actuando desde la visión de un imperio universal, nadie antes que él tenía una idea tan clara de un mundo que abarcara a todos los chinos, trayendo consigo el dominio universal de la paz (Xunzi Volumen 1. p 37. John Knoblock).”
El radical proceso de transformación incluyó la construcción de una gran red de carreteras y canales que enlazaban las provincias, fomentaban el comercio, facilitaban los desplazamientos militares para aplastar cualquier intento subversivo.
“Pero quizás lo más importante de todo, fue que la escritura china fue unificada. Un nuevo conjunto de caracteres fue desarrollado por Li Si, llamado de los sellos pequeños, basándose en el conjunto de caracteres usados en el estado de Qin, y este nuevo conjunto fue hecho obligatorio, deshaciéndose por lo tanto de todos los sistemas de escrituras locales y de los caracteres que existían en varios estados chinos.
Los edictos escritos con este nuevo conjunto de caracteres fueron tallados en los muros de montañas sagradas por toda China, como los famosos edictos que se encuentran en el monte Tai, para hacer saber al Cielo de la unificación de la tierra bajo un emperador, y también para propagar el nuevo conjunto de caracteres entre el pueblo” (https://es.wikipedia.org/wiki/Qin_Shi_Huang.).
Shih Huang Ti gano fama, una inmensa fama y un inmenso odio por haber iniciado la construcción de la gran muralla “(resultado, en realidad, de unir varios tramos de murallas locales preexistentes)”, que costó al pueblo chino dos millones de muertos.
No menos famosa y extravagante fue la construcción de un ejército de terracota para protegerse de los vaivenes de la eternidad y que sólo en época reciente fue descubierto:
“Otra de las grandes obras fue su impresionante mausoleo, hoy Patrimonio de la Humanidad, el que contiene los famosos y espectaculares 8000 guerreros de terracota, que deberían acompañarle y protegerlo cuando volviera a la vida”.
Quizás la más sorprendente, insólita y discutible contribución de Li Si a la transformación de China sea la que concierne al asunto de los libros y la rebeldía de los eruditos:
“Después de que Qin Shi Huang se convirtiera en el emperador, Li Si lo persuadió para suprimir la disensión intelectual. Li Si creía que los libros sobre cosas como la medicina, la agricultura y la profecía, podrían ser ignorados, pero los libros políticos eran peligrosos en manos públicas. Era difícil progresar y cambiar el país con la oposición de tantos ‘eruditos’. Como resultado, sólo el estado debe encargarse de poseer y mantener los libros políticos, y sólo las escuelas estatales tenían la capacidad de impartir la educación a los estudiosos políticos. Li Si mismo escribió el edicto ordenando la destrucción de los registros históricos y libros opositores en 213 a . C., incluyendo los textos confucianos importantes, que él pensaba que eran perjudiciales para el bienestar del Estado. Se piensa comúnmente que 460 eruditos confucianos fueron enterrados vivos en el conocido acontecimiento histórico ‘Quemando libros y enterrando confucionistas'; sin embargo, esto fue una traducción errónea en los textos históricos posteriores. En realidad, las 460 personas que fueron enterradas vivas por el emperador Qin Shi Huang eran principalmente sacerdotes y chamanes que presuntamente estaban privando al emperador de recursos y riquezas mientras buscaban medicinas que dieran vida eterna o apoteosis”.
La quema de los libros y la construcción de la muralla inspiró al tenebroso Borges un texto en el que parece extrañamente justificar, admirar o celebrar ambos hechos.
“ LA MURALLA Y LOS LIBROS
“Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones —las quinientas o seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado— procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó (Jorge Luis Borges, “Otras inquisiciones”)”.