Es inexplicable que el primer presidente economista  que tenemos los dominicanos nombre en las posiciones claves de política económica de su gabinete a profesionales que no son economistas. En el Ministerio de Hacienda, organismo rector de la política fiscal, designó a un contador; en el Ministerio de Industria y Comercio, que traza y ejecuta la política industrial y de comercio exterior, nombró un abogado, y en el Ministerio de Economía y Planificación, un ingeniero. No estamos poniendo en duda la capacidad y preparación en sus respectivas áreas de especialización profesional de los nuevos incumbentes. Pero entendemos que es una legítima preocupación el cuestionarnos si tendrán la formación económica necesaria para enfrentar los desafíos que conlleva el actual contexto de una compleja situación económica.

Los ministros no se deben limitar a aplicar pasivamente las recomendaciones de sus asesores económicos o de los organismos internacionales como el FMI o la CEPAL. Tienen que tener una comprensión profunda y elegir entre las distintas opciones de política que se le presenten. Pongamos ejemplos. En el ámbito de la política fiscal, con una realidad de alto déficit fiscal: ¿Cómo debe ser la política de gasto primario; cuales son los cambios en las figuras y las tasas impositivas; cuales los instrumentos de deuda pública de corto y largo plazos a emitir y en que magnitud; como incide la postura fiscal sobre la tasa de interés de política monetaria del Banco Central y que implicaciones tiene para la deuda pública? En el ámbito de la política industria y comercial, frente al serio problema de competitividad del aparato productivo nacional y su contraparte en el déficit de cuenta corriente ¿Cuáles deben ser las directrices de la política cambiaria, la política de precios de los combustibles y la política de tasa de interés, y sus efectos de largo plazo sobre la rentabilidad de la industria nacional y las exportaciones y, por ende, de la tasa de acumulación de capital? Estas son solo algunas de las cuestiones con que de manera consciente o no tendrán que lidiar.

No nos engañemos, son cuestiones que requieren un experticio  y formación en teoría y política económica y economía aplicada. Ni decir de la planificación del desarrollo la cual tiene como marco de referencia el requisito de una comprensión  critica de las teorías económicas del crecimiento y del papel de las instituciones y los recursos naturales en el desarrollo.

Idealmente, las recomendaciones de los ministros al presidente para la toma de decisiones, deben pasar previamente  por un filtro de una análisis de inteligencia económica, informado y juicioso de las diferentes alternativas posibles y viables, y de su impacto en los objetivos de empleo, distribución del ingreso, inflación y sostenibilidad financiera. Seria lamentable, que el vacío que  provocarían las probables deficiencias señaladas, las llenen los organismos internacionales en una especie de vuelo en piloto automático. Es que nos negamos a pensar que los economistas en el entorno del presidente Medina no alcancen a calificar para ser ministros en su escala de meritocracia.