A finales del siglo XIX, en el México convulso, de interminables revueltas, Ireneo Paz, el abuelo de Octavio Paz, llamó a Benito Juárez, Presidente garrapata. El prócer mexicano, no era en realidad tan inmaculado, como enseñaban nuestros textos escolares. Por el contrario, fue partidario de la compra de votos y logro reelegirse cuatro veces, torciendo el derecho y la ley, se le acuso de haber instaurado una “dictadura democrática.”
Hoy sale del poder Leonel Fernández, quien parece no saciar su bulimia de poder. Sus doce años de gobierno, le resultan insuficientes. Amenaza anunciando que su partido permanecerá 20 años en el poder, a partir de cuando concluya la gestión de Danilo Medina, la cual todavía apenas comienza. Ha llenado el país de vallas, con un significativo mensaje, cargado de un simulacro subliminal, donde nos muestra su ambición desmedida, anunciando su candidatura en las elecciones de 2016, con el significativo: “Gracias señor Presidente, hasta pronto.” Todo indica que buscara continuar en el poder hasta su último aliento.
La impronta del poder de Leonel Fernández, se puede resumir como la de un verdadero enemigo de la democracia. Ha degradado profundamente nuestra vida pública, destruyendo sus instituciones, debilitando los partidos políticos, para consolidar un poder personal, sobre la base de la corrupción y el clientelismo político. No ha tenido reparos para nombrar jueces títeres, llevándose así, el principal principio del Estado de derecho, que consiste en la posibilidad de contar con jueces imparciales, garantía imprescindible para la igualdad ante la ley y enfrentar los abusos del poder.
A pesar de haber promulgado una Constitución en enero de 2010, de la cual el mismo repite sin cesar, que con esta norma se había instaurado un verdadero Estado Social de Derecho, en marzo de ese mismo año intenta desconocerla, para promover su reelección presidencial. Se coloca por encima de los límites de su propia constitución, que prohibía la reelección sucesiva.
Su argumento, para esta perversa tentativa, fue acudir al principio autoritario, de que el único soberano es el pueblo, quien decide a través del ejercicio directo en la democracia plebiscitaria. Fórmula nada menos desarrollada, por el principal ideólogo del fascismo alemán, Carl Schmitt. En en este tipo de sistema político, el pueblo es considerado como algo homogéneo, que se relaciona sin mediaciones con sus representantes, desconociendo las instituciones democráticas y todo control constitucional, para potenciar la adhesión al jefe del Estado a través de la aclamación.
Para justificar el intento de desconocer su propia constitución, Leonel Fernández montó un espectáculo político donde presento supuestamente dos millones de firmas, que favorecían su reelección presidencial, erigiéndose en propietario de un electorado pasivo y cautivo.
Hay resaltar que el intento de abortar la constitución del 2010, tuvo como propósito fundamental bloquear la posibilidad que Danilo Medina fuera el candidato del PLD en las recién pasadas elecciones.
Si bien Danilo Medina, no fue “vencido por el Estado”, en los comicios de mayo de este año, tuvo que aceptar fuertes condicionamientos, para poder llegar al poder y vencer la oposición. Utilizando todas las bajezas de la maquinaria electoral, los recursos y los personeros de la corrupción del gobierno de Leonel Fernández. El resultado de “alianza-imposición”, trajo por resultado unas elecciones carentes de equidad, no solo con una legitimidad precaria al quedar fracturada en dos mitades la sociedad dominicana, sino también por la existencia de un fuerte poder transversal, que lo obligo a ceder la vicepresidencia.
Quedando atrapado por la inmovilidad y la atadura, de no poder enfrentar la amenaza de la continuidad, que ya exhibe Leonel Fernández, anunciando un poder imperial para gobernar 20 años, después que concluya la gestión de Danilo Medina.
Como muy bien ha señalado Enrique Krause, “Los rededores no pierden, no pueden perder. Si pierden, el mundo que los rodea pierde con ellos, se condena. Lucharan toda su vida por alcanzar el poder. Alcanzándolo, en nombre del pueblo, en comunión con el pueblo, lo querrán todo, sin desviaciones ni disidencias”.
Leonel Fernández, repite hasta la saciedad, que ha vencido cinco elecciones, con más de dos millones de votos. Pero, en la democracia, las mayorías electorales son efímeras y limitadas, por una maquinaria constitucional que las disciplina y las controla. De aquí que el mayor reto del nuevo Presidente, tendrá que concentrarse en limitar o conciliar los dispositivos institucionales que controla Leonel Fernández , no solo para regenerar la democracia, restaurando el Estado de Derecho, sino para limitar el exceso de poder, de quien representa una verdadera amenaza, dotada de una voluntad política, con una fuerte arraigo autoritario, que le garantiza el control de los principales resortes de poder, aun estando fuera del gobierno .Otorgados por la constitución del 2010, nudo de un poder transversal que arbitra importantes instituciones del Estado y potencia el liderazgo único dentro del partido oficial.
El ofrecimiento de colaboración del principal líder del PRD, Hipólito Mejía a Danilo Medina, en su recién alocución. No Deja de ser una propuesta cardinal para el nuevo Presidente, si tomamos en cuenta que el partido blanco, representanta el 50% de los votos de las pasadas elecciones. El resultado de un posible encuentro de estos dos interlocutores podría convertirse en una de esas extrañas paradojas de la política criolla. En la cual el Presidente Danilo Medina, obtenga una base de legitimidad para garantizar su gobernabilidad, en este caso proveniente de un partido distinto al suyo, para no resultar de nuevo “vencido por el Estado”. El hermetismo del nuevo Presidente, puede indicar muchas cosas, quizás esa sea una de ellas.