El sufragio, consagrado por el artículo 208 de la Constitución, es el derecho político y deber fundamental que le permite a todo ciudadano y ciudadana votar a los cargos políticos del Estado. Este es el fundamento de la democracia, en donde el pueblo es quien elige a su Jefe de Estado y demás funcionarios de una forma libre. En vista de lo anterior, surgen las siguientes cuestionantes: ¿conoce la República Dominicana lo que es votar libremente? ¿Conocemos los dominicanos el real precio del voto?

Votar de una forma libre implica que un ciudadano pueda ejercer su derecho al voto sin que un tercero influya en su elección. Por otra parte, el real precio del voto no se refiere a cuánto, en términos dinerarios, un político deshonesto esté dispuesto a comprar el voto a un ciudadano ignorante, o, en ese sentido, por cuánto se estarán "comprando cedulas" para las próximas elecciones. Lo que se debe entender por el precio del voto es lo que los dominicanos, a lo largo de la historia, hemos tenido que pagar, con sudor y sangre, para poder proclamar orgullosos que celebramos elecciones democráticas y, si se quiere, libres. Es por ello que me permito hacer un breve recuento histórico de los sucesos electorales en los últimos 85 años, para así poder “cotizar” el precio del voto.

Entre 1930 y 1961, existió una dictadura en nuestro país. Celebrar y no celebrar elecciones era prácticamente lo mismo, ya que el único partido que participaba en las mismas era el Partido Dominicano, el cual llevaba como único aspirante a Rafael Leónidas Trujillo Molina. En todos los demás casos, se elegían otras personas que fungían como presidentes títeres del Führer dominicano, para simular una democracia ante los ojos de la comunidad internacional. Luego de la caída de Trujillo, el intento de democracia que el profesor Juan Bosch trató de implementar en nuestro país resultó ser un intento fallido, sufriendo un golpe de Estado a tan solo siete meses después de instaurado su gobierno. Lo anterior dio al traste con la conformación del gobierno de facto del Triunvirato, el cual causó tanto descontento que propició la tan afamada Guerra de Abril de 1965, enfrentamiento cívico por el cual se luchó para que se reinstaurara la democracia y el gobierno de Bosch en el país. En ese mismo año, los Estados Unidos ocupan por segunda vez el territorio dominicano, culminando la ocupación en el 1966, con la llegada a la presidencia de Joaquín Balaguer.

Desde 1966 hasta 1978, el Dr. Balaguer gobernó nuestro país. A este tiempo se le conoce como los "Doce Años de Balaguer", periodo en el cual la democracia se vio severamente afectada por la participación de los militares en las elecciones, permitiendo al gobernante reelegirse de forma consecutiva. En 1978, Antonio Guzmán derrota al Dr. Balaguer, ejerciendo su mandato hasta 1982, año en el que el jurista Salvador Jorge Blanco ganó las elecciones presidenciales. El panorama social, en donde se desarrollaba el descontento general, le permite al Dr. Balaguer ocupar la presidencia nuevamente, pero en este caso por diez años, comprendidos entre 1986 y 1996. La razón por la cual el último mandato de Balaguer, y a la vez el último reformista, culmina en 1996 se debe a las sospechas de fraude electoral por parte del grupo balaguerista en las elecciones de 1994, por lo que se firmó el "Pacto por la Democracia" entre Balaguer y José Francisco Peña Gómez para que se celebraran elecciones en los dos años siguientes.

Dentro de la historia de la última década, pocas cosas se pudieran resaltar. Entre ellas, la llegada del Dr. Leonel Fernández al poder en 1996, luego de una segunda vuelta electoral y gracias al tan famoso “Frente Patriótico”, en el cual Balaguer y Bosch, viejos contrincantes políticos, se unieron para dar apoyo sin condiciones a Fernández. Luego, en el 2004, se modificó la Constitución para permitir la reelección del entonces presidente, Hipólito Mejía, cuestión que permitió a Fernández gobernar nueva vez, desde 2004 hasta 2012. Entre alegatos de corrupción de la gestión de Fernández y utilización de fondos públicos para costear la campaña electoral, su compañero de partido, Danilo Medina, gana las elecciones presidenciales para el periodo 2012-2016. Y entre matices de gris, que se van aclarando con cada elección desde 1961, nuestra sociedad despierta de un sueño casi eterno (como el de la Bella Durmiente) y poco a poco se va dando cuenta del peso, irónicamente, que tiene un voto.

Aprovechando el recuento histórico y, más aún, la ironía, me sigo preguntando: ¿cuál es el precio del voto?

Los conceptos a sumar para “cotizar” el precio del voto son: la sangre de Francisco Caamaño y todos los civiles y militares que arriesgaron su vida en nombre de la democracia en la Revolución de Abril; la muerte de Balaguer, Bosch y Peña Gómez; la lucha por parte de los ajusticiadores de Trujillo; el sudor de Duarte, Sánchez y Mella por darnos una República Dominicana soberana; la tela con la cual Concepción Bona y María Trinidad Sánchez confeccionaron la primera bandera dominicana; los restos de los héroes nacionales que yacen en el Panteón de la Patria; la lucha por parte de Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez en la Guerra de la Restauración, y cada poro en la epidermis de la piel de cada dominicana y dominicano que luchó, y aún lucha, para que la República Dominicana sea un mejor país.

Fuera del recuento aquí realizado, el valor o precio de un voto debe visualizarse a lo largo de los 171 años de independencia que tiene nuestro país. Este valor asciende a cifras invaluables, las cuales, incluso de forma moral, representan una cuestión imposible de medir. Ciertamente, es mayor que un salami, un pollo, un “pote’ romo”, dinero y demás dádivas utilizadas por nuestros políticos deshonestos, los cuales procuran aprovecharse de la pobreza e ignorancia de los más necesitados para satisfacer su sed de poder. La gran mayoría de nosotros, los dominicanos, es responsable de que estas acciones no sean repudiadas por parte de la ciudadanía, al creer, por demás erróneamente, que es a ellos a quienes se les está haciendo un favor al otorgárseles tales dádivas a cambio de su voto.

Espero con ansias el día en que todos aprendamos a ver la hipocresía política de aquellos que solo aparecen cada cuatro años en los barrios a estrechar las manos de los hombres, y besar las mejillas de las mujeres y las frentes de los niños. Espero estar vivo el día en que nos demos cuenta de que el político usa a los votantes como preservativo: te necesito para llegar seguro a la cima y te echo a la basura cuando termine.