Desde sus inicios, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se ha caracterizado por su tendencia al fraccionamiento, lo que le ha significado en toda su historia al menos 6 divisiones que a su vez han resultado en el parto forzoso de por lo menos 5 nuevas agrupaciones políticas.

En el marco de la lucha por el poder, a pesar de los grandes aportes hechos a la consolidación y fortalecimiento democrático en sus administraciones, podría decirse que han sido estas luchas internas el factor más determinante para que este partido no haya permanecido más tiempo dirigiendo los destinos nacionales.

En todos los procesos electorales en los que ha participado, el Partido Revolucionario Dominicano ha encabezado las preferencias electorales, exceptuando los procesos de 1990 y 2004, procesos matizados por luchas internas tan profundas que segregaron la base de apoyo del partido forzándola a buscar alternativas en otras propuestas políticas.

En los demás procesos en los que el PRD ha estado al frente de las simpatías y ha resultado derrotado, sin lugar a dudas ha sido por la incapacidad de sus dirigentes de articular un proceso de integración que permita a toda la estructura del partido transformar esa simpatía en intención y finalmente en votos.

El mejor ejemplo de esto lo representa la candidatura del año 2000, encabezada por el hoy expresidente Hipólito Mejía y quien entonces, después de un arrollador triunfo con cerca del 75% de los votos emitidos en la convención para escoger el candidato presidencial, consiguió integrar a su comando de campaña a toda la dirigencia del partido a todos los niveles,incluyendo a aquellos que le habían adversado.  El resultado fue un triunfo en primera vuelta.

La actual coyuntura no es nueva, es parte de un ciclo que, cual maldición, arropa al PRD.  Sin embargo, los líderes del Partido no han logrado comprender que después de más de 50 años de historia, de errores, de algunos triunfos y de muchas divisiones, los únicos derrotados han sido aquellos que, desde dentro, han pretendido destruir al PRD.

Hipólito Mejía no representa los mejores y más sanos intereses del PRD, pero es hoy en día quien, inteligentemente, levanta su bandera.  Esa bandera de lucha que enardecía los más elevados sentimientos en defensa de la patria, la bandera que combatió la corrupción y la traición, la bandera que en 1990 impidió la muerte de ese instrumento de la democracia.

Miguel Vargas representó para el PRD en 2008 la recuperación de la confianza de la sociedad en ese partido, la oportunidad de renovación de las estructuras dirigenciales, la esperanza de retorno al poder.  Sin embargo, olvidó que las masas se movilizan, que las simpatías no son eternas y que el liderazgo no se compra ni se ordena.  Miguel Vargas representa hoy para el PRD, el riesgo de renunciar a su rol de contrapeso a un partido borracho de poder, el peligro de convertirse en cómplice de la ilegalidad y de la corrupción y la ruptura con el compromiso asumido por el partido con el pueblo y declarado en su Lema: “Soberanía Nacional, Libertad, Justicia Social, Democracia, Unidad y Solidaridad“.