8 de septiembre, recoge la prensa nacional la negativa del gobierno haitiano a la donación ofrecida por el Estado dominicano de cien mil unidades de vacuna contra el SARS – Covid19.

Este rechazo, que podrá o no tener causas justificadas, lejos de ser percibido como un desaire, debe ser reconocido por el gobierno dominicano y ojalá por el pueblo, como un progreso en el ascenso lento y tortuoso al equilibrio necesario en nuestras relaciones geoestratégicas con Haití.

Sin duda sería mucho mejor que esas cien mil unidades de vacuna hubieran podido servir para resguardar al pueblo haitiano de la enfermedad y el sufrimiento. Pero ese no es el punto que pretendo enfocar. Las razones altruistas o geoestratégicas que motivaron el gesto de nuestro gobierno y su carga mixta de instrumentalidad y humanismo. Ahí reside la esencia de la postura que deseo compartir.

En el juego de las relaciones internacionales, donde tantos intereses disímiles deben ser cristalizados en unos pocos bloques de voluntad y acción, no es de esperar que los gobiernos se conduzcan de forma puramente emocional, humanista o pragmática.  Si algo es deseable, quizás sea el equilibrio entre los valores que subyacen en estas posturas. Después de todo, los hacedores de políticas públicas no se deben a ellos mismos, representan a una comunidad diversa en sus actitudes, valores y orgullo. Su principal responsabilidad es promover el bienestar de esa comunidad, idealmente articulando una mezcla reconocible de sus valores y sentimientos colectivos.

Como aporte a la construcción de ese equilibrio, me atrevo a sugerir, y reconozco mi posible insolencia, que la postura del gobierno dominicano en todo lo relativo al estado crónico de crisis política y humanitaria que afecta a nuestro vecino más próximo, nuestro siamés insular, se articule a imagen del frustrado gesto de donación, alrededor de un cierto “pragmatismo humanista”.

Sin mérito mayor que mi dignidad humana y mi ciudadanía, propongo como guía de acción en estas lides, una doctrina que integre con vocación de equilibrio, esfuerzos sinceros, onerosos y sostenidos por mitigar el sufrimiento humano y la crisis política en el país vecino, y al mismo tiempo y con igual énfasis, considere el interés fundamental que representa para los y las dominicanas de ahora y del futuro cercano, el mejoramiento de las condiciones de vida en la República de Haití.

La intención puntual de la donación de vacunas, al margen de su rechazo, se inscribe en la forma de hacer política exterior que sugiero.  Su resultado es favorable, no importa la acción que tome Haití.  De haber sido aceptada, la donación habría ayudado a mitigar el sufrimiento neto de todos los seres humanos que habitan en esta isla, de ambos lados. Al virus no le importan las fronteras.

Habiendo sido rechazada por causas atendibles, o no, el resultado neto para la República Dominicana es positivo, porque el mundo está viendo.  Está viendo a un país pobre, acusado de discriminación, hacer lo que la mayoría de los países ricos del mundo no hacen.  Es una propuesta de ganar ganar tan obvia, tan hermosamente pragmática, tan humana, que merece ser reconocida como hito fundacional de un cambio de orientación en nuestra política internacional.

Lamentablemente, esto no es lo que siempre hacemos.  Para poner un ejemplo de contraste, tomemos las conversaciones sostenidas a propósito del canal en el río Masacre. A la sazón, nuestro gobierno reconoció, al más alto nivel, que las tomas de agua del lado dominicano del río, superan el caudal al que pretenden acceder los haitianos.  Ciertamente puede considerarse un desaire que, en medio de las conversaciones sobre la gestión conjunta de esa cuenca, el gobierno haitiano rehúse suspender la construcción del canal. Pero ¿justifica eso levantarnos de la mesa indignados, ofendidos? ¿Que ganamos con eso? conscientes de que negociamos derechos de agua con el país más pobre del hemisferio occidental, con una tasa de desertificación alarmante, ubicado en la posición 170 (de 182 lugares) en el índice de desarrollo humano.  Un país donde anualmente mueren aproximadamente 2600 personas como consecuencia directa de servicios de agua e higiene insalubres.[1]  Semejante gesto de dignidad heroica ¿Qué nos deja?

La reacción del pueblo y el gobierno dominicano ante los terremotos en Haití, el llamado a la calma ante el horrendo incidente de muerte perpetrado por delincuentes haitianos en Pedernales en el verano de 2018, y esta donación de vacunas, aun frustrada, se parecen más a hitos logrados en el camino deseable de la convivencia sostenible.  El camino de la paz.

Y es que, no se trata de verdades o mentiras, de agravios y desaires justificados, o no.  Se trata de lo mas conducente al bienestar de los habitantes de esta isla.  La ciega pasión por lo justamente amado y conocido no sirve para guiarnos en el propósito difícil que es, asegurar la sostenibilidad de ambas naciones, en este ecosistema insular. En ese propósito inciden factores que no controlamos, factores ambientales e intereses geopolíticos, pandemias, asesinatos, terremotos, huracanes.  Debemos afectar lo que podemos y la percepción de nuestra justeza, de nuestro altiplano moral, de nuestra justa reivindicación como nación solidaria y soberana, es sin duda alguna el capital más valioso a nuestro alcance.

El amor a la República Dominicana, al país que quiero dejar como patrimonio a mi hijo que, como yo, no tiene otra nacionalidad, ese amor es el que me mueve a salir del habitual anonimato en el que me complazco, cada vez que este tema asoma, con matices de genuina oportunidad o perfecto desperdicio. Algunos quizás me entiendan. Tal vez el poder de estos ejemplos contrastados de forma de hacer pueda servir para que cada uno saque sus propias conclusiones.  Después de todo no reclamo autoridad alguna, no soy político ni economista, y es más bien en la poesía, esa “arma cargada de futuro”, donde encuentro mis musas más felices.

Cierro con una cita del matemático John Nash, Premio Nobel de Economía y creador de la Teoría de Juegos:

“He buscado a través de lo físico, lo metafísico, lo delirante, … y vuelto a empezar. Y he hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el más importante de mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica”.

[1] PNUD.  Informe de Desarrollo Humano 2020. La próxima frontera. El desarrollo Humano y el Antropoceno. Pág. 428.  Tabla 4.