En una entrevista con Antonella Marty, en su podcast “Hablemos libertad”, Álvaro Vargas Llosa indicó, entre otras cosas, que el populismo tiene tres elementos. Primero, la indiferencia hacia la legalidad; segundo, el caudillismo; y tercero, el desplazamiento de una parte de la sociedad en virtud de la justicia social. La complicación del sujeto y sociedad política contemporánea ponen obstáculos para aceptar sin reservas esta apreciación de este autor.
Independientemente de las discrepancias existentes respecto a la noción y naturaleza del populismo, la reducción de aquel a estos tres elementos es grave y trae complicaciones teóricas-prácticas que debilitan todo modelo de lo que es populismo y cómo identificarlo. La excesiva simplificación del populismo a esos tres supuestos tiene el problema de ser sobre incluyente, arropar una serie de conductas o temas propias de las democracias actuales que son ajenas al populismo (en su sentido peyorativo). En otras palabras, si todo es populismo, nada lo será y viceversa; por ello, toda demagogia en sí populismo, pero, no todo populismo es demagogia.
1. En su primer postulado, el desprecio del marco de la legalidad no es en sí mismo un elemento exclusivo del populismo. Para tomar en serio dicho postulado es necesario ver cuál es el fenómeno populista que se examina: izquierda, derecha; ultra o extrema; y el rol del líder como totalizador. El discurso populista podría pasar a la demagogia donde el sistema jurídico actuante debe ser volcado para satisfacer un aspecto instrumental del plan social; pero, lo demagogo o el desgaste legal no es exclusivo del populismo. Por ejemplo, en España, en las reformas del gobierno PSOE en España; las reformas del PP; y del gobierno de coalición respecto al Consejo del Poder Judicial; las reformas de desregularización financiera hasta su caída en el 2008 durante la época del PP, así como la llamada Ley Mordaza.
2. En su segundo postulado, el caudillismo. La literatura, de hecho, no apoya totalmente esto dado que no se procura bajo el populismo, sino que el pueblo movilice al partido o líder (Cfr. Rosanvallon, 2020[Sobre Gaitán]; Weyland, 2017: Ch. 3). El punto no es que una persona construya una equivalencia de reclamos para disputar el poder en términos agonísticos, sino lo que se hace a raíz de esto. Podría considerarse que el régimen chavista que, ya no cae exactamente en ninguna definición populista, simplemente en un régimen autoritario. La confusión que puede originar equiparar al populismo con el caudillismo pondría en entre dicho que hay sistemas democráticos en los cuáles el partido se encuentra personificado en el líder, sobre todo si se crea un partido nuevo. Ahora, en democracia pura y plena, el caudillo subsiste al margen de la idea populista, en su momento Salinas de Gortari con el PRI, en Méjico, Álvaro Uribe, en Colombia, en particular tras su último intento de reelección.
En su segundo postulado, sobre que el populista se separa para hablar por el pueblo, debe distinguirse entre la demagogia populista o populista en sentido amplio. El plan populista representa una voluntad de poder del segmento heterogéneo del pueblo conforme al programa que se sigue. En una democracia representativa, es difícil distinguir que se habla por el pueblo cuando al final intentas crear una cadena de equivalencia de planteamientos entre los elementos por encima de otros electores. No se trata de una banal demofilia en que el amor y la fe empedernida por el pueblo es la única fuente directa de legitimidad, en la demagogia populista el líder se encarna como el único y el que tiene la posibilidad de romperlo todo, más que ser un simple líder del partido que no es per se con una política populista en un momento dado.
Para llevar el argumento a lo extremo, esto se nota, incluso en el sentido del liberalismo libertario, en que una propuesta populista entienda: (A) que existe una disputa del poder; (B) en contra de un grupo político o población; y (C) a favor de uno que no ha hecho sino estar debajo del poder del otro, sea populista o no (Cfr. Mouffe, 2014; 2018). Basta pensar en las consignas que, bajo condiciones particulares, serían populistas incluso si conforman con los postulados de la nueva ideología libertaria latinoamericana: “nos están robando por medio de los impuestos”; “estamos en sistema socialista que quiere hacerte fracasar”; o “ningún político o partido estará para ti, estás solo, y solo – con tu capacidad- saldrás adelante”.
En este tipo de descripciones hay que tener cautela porque el populismo no equivale al líder único de legitimidad carismática, en el sentido Weber. Puede ser, como se ve en algunos países, un partido con múltiples facciones incompatibles, pero, que generan una coalición. Por ello, A. Vargas Llosa debe especificar a cuál tipo de populismo se refiere, o qué composición, máxime si por ejemplo existe un populismo demagogo; el populismo republicano (Villacañas & Ruíz) o dentro del estado de cosas el populismo agonístico (Mouffe). Más aún, incluso cuando los populistas del pasado en E.E.U.U. no lograron grandes victorias electorales, independientemente de sus terribles prejuicios raciales, el sector populista representado se benefició del progresismo económico social desde T. Roosevelt hasta Wilson; y los populistas no gobernaron en aquel entonces.
Entre los estudiosos del populismo existen divisiones dogmáticas y prácticas sobre la naturaleza y alcance del populismo, sobre todo su relación con la demagogia (Cfr. Urbinati, 2019; Gallego, 2006). Es impropio equiparar populismo con demagogia, pero, el último puede implicar el primero. Si es un movimiento popular/agonístico contra un estatus quo que no está vinculado al pueblo político que se defienda, y el candidato refleja la cadena de equivalencias en sí mismo, es populismo. El problema es cómo se desenvuelve ese populismo que puede convertirse en demagogia, en autocracia, tiranía o totalizador.
Sin dudas, el esquema populista como una ideología “delgada” (Cass Mudde &, 2017), puede servir a lo largo y ancho del espectro político. Por ejemplo, la demagogia o autocracia populista (o la extrema) puede asumir que tiene un consentimiento del pueblo de manera directa, siendo las elecciones un mero paso nominal para sus planes y acceso. Todo pronunciamiento público es un plebiscito diario que impulsa el mandato popular otorgado. La legalidad permite la agenda e impide obstáculos a esta, convirtiéndose el partido o líder populista en el que decide de la “excepción” por el mandato directo entre aquellos y el pueblo. Como ven, esta es solo una de las formas en que el esquema populista puede ser usado para evaluar un estado de cosas político.
3. En su tercer postulado, indica que el populismo desplaza una parte de una sociedad en nombre de la justicia social. La justicia social es un concepto ambiguo que implica la satisfacción de una serie de expectativas sociales; aun cuando la satisfacción de la expectativa sea a favor del libre mercado o una concepción vinculada al Estado de bienestar, o bien colectivistas dentro de la teoría del anarquismo moderno y contemporáneo. Aunque la idea de justicia social suele con el centro, centro-izquierda, la izquierda, la social democracia y la democracia cristiana; no quiere decir que sea exclusiva de alguna de estas ni del populismo. A fin de cuentas, si la justicia social es sobre la relación sociedad-individuo, toda ideología o pensamiento político implica una concepción mínima sobre justicia social.
Para finalizar, los tres postulados presentados por Álvaro Vargas Llosa describen un régimen autocrático, o bien un régimen autoritario. Pero, también a regímenes donde existen un despotismo ilustrado o un constitucionalismo autoritario. Esto no quiere decir que un gobierno autocrático o autoritario no sea populista; pero, a su vez, nada impide que el populismo sea compatible con una visión demócrata (radical) y republicana. El problema conceptual que provoca Álvaro Vargas Llosa es otro y preocupante: si seguimos ampliando las fronteras de lo que el populismo entrevé o no, no podremos identificar al degradado populismo peligroso-antidemocrático del que hablan y ven en américa latina, en Estados Unidos y en partes de Europa.