En estos tiempos se habla del populismo en modo de oratoria cuasi religiosa, pero no en los modos de los tribunos que bien escribían y bien hablaban. Se habla de populismo con vehemencia a tono de conferencias cargadas con simplezas ejemplares y con interpretaciones de los hechos sesgadas por crasa ignorancia o deliberado fanatismo, difundidos con todos los artificios que nos dan la multimedia y las redes sociales.

Se habla de populismo como se suele hablar de las ideas en los primeros veinte años de vida. En esos años que creemos que la juventud tiene un valor en sí misma, los demás están equivocados y la muerte sólo se concibe en el otro. No hay forma de creer que uno puede morir antes de los treinta años. Eso, en todos los casos, dota al ser humano de una soberbia seguridad hasta en las ideas dudosas, sin importar lo equivocadas que estas sean. Los muertos heroicos, los de las  revoluciones y los que pretendieron cambiar el mundo en nombre de una ideología frecuentemente equivocada murieron en ese rango de edad o cerca de los treinta cuando lo sobrepasaban.

Con respecto al populismo hoy todo se rescribe desconociendo el pasado y muchas páginas escritas, que se omiten por viejas, arcaicas, desfasadas y porque la tecnología puede suplir cualquier ignorancia y el power point lo guanta todo. Todo se repite, y nos quieren llevar como esclavos de predicadores muertos con la robusta pretensión de llenarnos el afán de saber con verdades fracasadas que uno las escucha siempre con un déjà vu.

La más notable predicadora del presente sobre el populismo en latinoamericana se llama Gloria Álvarez, oriunda de Guatemala, unos de los países donde las personas son de las más desiguales de América, y de origen cubano, que es importante, que como usuaria de twitter se nombra @crazyglorita. Esta joven como un portento de ideas desventuradas y de marcada nulidad fue puesta en la escena internacional, que se circunscribe a España y latinoamericana, por una arenga, como se han puesto en el proscenio todos los demagogos, desde los tiempos de Hitler hasta los de Chávez, pasando por los de Fidel Castro hasta nuestros días.

Todo se repite, y nos quieren llevar como esclavos de predicadores muertos con la robusta pretensión de llenarnos el afán de saber con verdades fracasadas que uno las escucha siempre con un déjà vu.

Entre las grandes virtudes de los demagogos están la perseverancia y hablar, son obstinados hasta bajar nuestras defensas, como los vendedores de cosas que no necesitamos, los que nos venden una tumba como un terreno playero que vamos a disfrutar toda la vida, pero como los predicadores elocuentes no vende un bien, sino ideas o ideologías, hablan con tal extensión en el tiempo que marean. Famoso es el discurso de Fidel Castro en las Naciones Unidas, de 4 horas, todo un record  Guinness, del que se sabe cuánto duró pero nadie sabe lo que dijo.

La peregrinación trajo a Gloria Álvarez hasta este país para hablar sobre las virtudes de los ricos y de cambiar el lema de nuestro escudo por el de vida, libertad  y propiedad, derechos que considera naturales y por los cuales no hay que pagar ni un centavo. Somos propietarios y los seremos siempre porque nacimos propietarios. Nuestra primera gran propiedad es nuestro cuerpo, dice Gloria Álvarez, como si fuera una doctrina sacra para gente que la escucha por más de una hora en sus argucias de retórica de autoayuda, sin cerrar los ojos para pensar en algo más grato.

Si todo tiene un precio y nada es gratis, como expone la disertante estrella del anti populismo, por consecuencia los derechos como la libertad, la vida y la propiedad tienen sus costos. Si el derecho a la vida fuera tan incuestionable nadie discutiera sobre el aborto y no existiera la pena de muerte, si fuera gratis no hubiera que gastar un centavo para luchar en contra de organizaciones como el Estado Islámico o aquellos que consideran que hay seres humanos desechables por su religión, su forma de ser, sus condiciones físicas o mentales o sus condiciones económicas. Hoy nos preguntamos más que nunca qué es la vida, cuándo empieza, cuáles son sus formas y en qué momento nace el derecho a la vida y si es el derecho el qué define la condición de vivo y viable.

Si la libertad fuera un derecho que tenemos sólo por obra y gracia del espíritu santo ejercerla no estuviera lleno de restricciones, no costara tanto mantenerla y nadie pagaría con su vida el hecho de querer ser libre. El mismo hecho de vivir con los demás hace de la libertad un derecho relativo, porque la libertad absoluta de alguien se tiene que dar a costa de la libertad de los otros, según ha dicho Freud. La libertad no es un derecho que podemos dar por dado cuyos costos son a veces muy altos.

Si la primera propiedad es nuestro cuerpo y tal idea se hubiera siempre concretado, siempre sin obstáculo, la esclavitud nunca hubiera existido . No puede haber propiedad sin seguridad jurídica, sin leyes, por más que se pretenda ignorar las normas y hacer de su existencia una caricatura.

La propiedad no existe por la existencia de un mercado, sino que este derecho, el mercado y el Estado mismo existen porque nosotros cubrimos los costos de su existencia, para que exista seguridad jurídica y hayan tribunales que garanticen la vigencia del derecho de propiedad o cualquier otro que se considere socialmente valido. La propiedad para protegerla requiere policías a los que hay que pagar.

El derecho de propiedad puede implicar externalidades negativas o abusos de los derechos como lo establece Louis Josserrand, en uno de sus textos, por lo tanto en ningún modo puede ser un derecho absoluto. Hasta las soluciones del orden contractual de Ronald Coase necesitan que alguien garantice su cumplimiento y hay que pagar por eso.

Yerra la doctrinaria de origen cubano del anti populismo cuando pretende establecer que sólo los derechos de segunda generación como la educación, la vivienda, y la salud generan costos y que sólo se pueden proveer para quien los puedan pagar hablando de sostenibilidad de la forma más vaga posible, para así concluir cuestionando la Affordable Care Act o Ley de Cuidados de la Salud Asequibles, mejor conocida como Obama care, que beneficia a millones de estadounidenses excluidos de los servicios de salud. Como dicen Steffen Holmes y Cass R. Sustein, los derechos tienen sus costos, que pagamos no solo con impuestos, digo yo, sino de muchas formas como el servicio militar y hasta con nuestras vidas.

No es raro ver hoy exponer ideas con la pobreza conceptual de Gloria Álvarez, donde las palabras vaina y chingada se repiten en el discurso para denotar cierta cercanía con la plebe, con la intención populista de manipular y representar así cierta cercanía al pueblo llano, usando el leguaje de la plebe, según sus términos, que suenan sin la riqueza de las discusiones en torno al populismo ruso o norteamericano, en sus diferentes vertientes, avizoradas desde el siglo XIX.

Si entendemos el populismo sólo como un mecanismo de manipulación, como lo entiende Gloria Álvarez, tiraremos por la borda muchas notas escritas, amplios ensayos y libros enteros para sentirnos cómodo con las explicaciones simples a través de pésimas citas griegas y Storyselling o relatos que de acuerdo con Christian Salmo sirven para formatear la mente, como sirve la práctica de decir lo que hace mucho tiempo se dijo, para grabar en nuestra mentes conceptos viejos como nuevos, como de hace con la frase de que “los populistas aman tanto a los pobres que los multiplican”, cuando es conocido el epigrama del siglo XVIII de Juan Iriarte, que dice: “El señor don Juan Robres / con caridad sin igual / hizo un santo hospital / y también hizo los pobres.”.