Las líneas de transgresión poética nos llevan a otro espacio de la obra poética de Adrián Javier titulada El bosque enfrentado (Eds. Casa de Teatro, 2008),  merecido Premio Internacional de poesía Casa de Teatro 2008, en cuyo horizonte podemos advertir el cuerpo verbal, la seducción de lo imposible visto desde el poema, lo urbano, la metrópolis, la lejanía, la nostalgia de lo posible y lo visible, la generación de imágenes a partir de la metáfora del recuerdo y la evocación:

“Qué coño hace un poeta frente a Manhattan  y qué diablos piensa que padece bajo ese postín rosa de asustadizo junto al río  y la dura brisa que lo sostiene y hace sombie  adónde va hecha plata  cuando state island reconoce los sinsabores del amor  la noche pesa tras el cielo  el espejo ronda y reproduce su monstruo”.(Ver, op. cit. p. 19).

La distancia imaginaria  y el surco imaginario complementan el logos como experiencia de la mirada:

“de tarde en tarde la espiga hierve y la moneda corre  muchachos tatuados festejan al imberbe que transita sus fracasos  y una señora recoge el despiste de un beso disfrazado de estruendo  los poetas hablan de columnas enormes cuando llegan nueva york  cantan insistentes a la bella herida que viste de aplauso el puente de brooklyn”(op. cit. p.20)

El poema discurre y transcurre como juego de variantes que facilita la lectura de sentidos en situaciones, movimiento este que el poeta asume como palabra que descubre fases expresivas en conjunción con el ritmo de sus principales núcleos temáticos y verbales.

La mirada del poeta descubre los puntos fuertes de un relato urbano que se teje como visión espectral y a la vez direccional movilizadora de signos expresivos que a la vez transitan por los espacios ideales de lo real y el poema. Las experiencias del “poeta en Nueva York” que narra Adrián en este libro, se leen como tiempo de vida, subjetividad y presencia en el “Liminar del autor”, que presenta el poeta como forma o modo de recordar:

“Estoy seguro que respondí con una pachotada, cuando en un intercambio literario en Nueva York, con los estudiantes del Manhattan College, alguien preguntó sobre cuáles procesos internos deben producirse en un individuo, para que devenga(sic) el milagro de la creación literaria”.(Ver, Elogio de la perplejidad, p. 7).

¿Cuál fue la respuesta del poeta en aquella ocasión?

“Confieso que la pregunta me desencajó. Fue como si desde el bombín, todos-incluso El Mago-esperaran la aparición acostumbrada de un conejo blanco, alzado por las orejas por grandes guantes rojos, y presentado de manera rimbombante-con fanfarria y todo-ante un público de común expectante, presto como antaño a fingir alborozo”.(Ibídem.)

Todo el cauce del poemario habita la memoria del poeta hechizado por el acto fenoménico de la presencia del objeto-forma de la pregunta inicial e iniciática. El asombro mismo es un lenguaje de situación que subyace en todo el poemario. Libertad de palabra y libertad de sueño constituyen los verdaderos ejes de esta poesía de estados, tiempos y fluencias vivenciales del poeta.

Tres son las cardinales del poeta en esteElogio de la perplejidad”: “Duende de rotación”, “Escribir lo invisible” y “La morada inasible”. De este introito se desprende el recorrido  del poeta por aquellos espacios memoriales del ente y la razón poética. Lo que hace explicable gran parte de la poética de El bosque enfrentado.

Así las cosas, el registro poético de Adrián Javier, adquiere su valor mediante el ritmo conversacional que nace del poema mismo:

“diríase que un verso al inicio detona mundos  colocando su víscera inédita en la mesa  diríase que el verso que sigue va mirando   éste es el fuego donde la mujer habrá de pacer con su injusto sin demora   éste es  el universo donde el miedo habrá de construir desde la hoguera su casa”(p.36).

En efecto, los ejes de comienzo de cada texto poético, se reconocen como núcleos verbales estables, expresiones y tiempos cualificados de acentos y unidades que unifican los bordes y centros del poema. Es desde este enclave expresivo-verbal cuya extensión formal se particulariza en una poeticidad, donde el poema  no suelta sus nexos ni sus tematizaciones verticales, horizontales y donde aparece el verdadero cuerpo del poema.