Una llamada grabada de manera ilegal en plena campaña electoral, se escucha a un funcionario público, en algún lugar del mundo, diciéndole a un candidato de su Partido: claro que te voy a dar "recursos" y obras públicas para tu campaña, lo que tú quieras… cuanto necesitas?… eso es seguro, no olvides que aquí mando yo, que estoy en el ejercicio del Poder!
Las demostraciones de Poder, desde la función pública, pueden tener escondida una carga de fascinación para la mayoría de las personas (representación simbólica). La parafernalia, los excesos y adornos propios de la clase que lo ostenta, son percibidos como parte de una forma de gobernar que es "propia' de nuestras sociedades, donde a veces se justifica todo y se cree que es necesario para distinguir los unos, de los otros.
Nuestra historia reciente y el común antecedente de un pasado autoritario, que no nos abandona, hacen que esa simbología del poder este presente en nuestras conciencias y demos por sentado que las cosas son así, porque así han sido siempre. Existe una trasmisión directa entre generaciones que traslada esa idea, mensajes cifrados donde el padre le dice al hijo: "Es mejor estar cerca y siempre congraciarse con el poderoso"," Estar pegado es mejor". En el seno familiar es a veces donde se entretejen muchas de las conductas que el hombre/mujer político refleja en su sociedad.
Estas ideas sobre el concepto de la "fascinación del poder" también es reforzado por los medios tradicionales de comunicación, muchas veces ellos mismos ponen sus propio limites a la hora de transmitir información veraz (autocensura), existen códigos entre algunos "periodistas" y listas de personajes a los cuales no se les debe tocar. Es aquí cuando el ejercicio de la comunicación pierde su sentido social y se queda en el simple cobro de facturas.
Esta conjunción de factores hace que persistan estos reforzadores de conductas que desvían el ejercicio virtuoso del Poder, una fascinación "permitida" que lo hace inmune y disfuncional; y que en ningún caso, en algún momento de la historia ha beneficiado a las mayorías. América Latina es un claro ejemplo, la historia del poder sin virtud y los bajos indicadores de desarrollo siempre muestran una verdad difícil de objetar.
Entonces, vienen las preguntas: ¿Podemos nosotros hacer que el poder en lo público funcione para todos? Por supuesto que sí, en todo ejercicio de representación y de delegación, el que otorga poder tiene una gran parte de responsabilidad. El papel del ciudadano es pedir cuentas por la confianza cedida, tomar acciones para poner límites a los abusos de poder, en cada uno está la posibilidad de castigar y poner en evidencia. Nuestra mayor irresponsabilidad seria solo hacerlo en periodo electoral, debe de existir un monitoreo social más activo donde las personas utilicen su verdadero poder para movilizar una conciencia crítica. Hoy, con los medios disponibles, no hay justificación para no externar sus preocupaciones y denunciar.
El poder no es en absoluto malo, el poder desde lo público, es su estado más puro, es bondadoso. Está diseñado para transformar escenarios adversos, para darle a la gente capacidad de desarrollarse, habilidades para poder generar una vida digna y aportar al desarrollo de su sociedad. El poder en el ejerció publico es para eso, para trascender, para ser recordado por tu capacidad de cambiarle el destino a mucha personas, para dejar un legado. El gobernado tiene que acompañar al Gobernante en esta tarea. Así que cuando se sienta lastimado por la "desviación: del poder, no critique, mejor haga algo. Si ve que no sirve lo que usted puso, pues quítelo…mire que al final usted es el que tiene el poder!